El dos de octubre partió de Betania a Nuevo San Martín para dar
clases; sus alumnos se quedaron esperándolo. El camino por donde anduvo
era paso conocido de militares, autodefensas y templarios.
Ciudad de México.- Daniel Ramos Alfaro pasó los últimos tres años dando clases a niños
de comunidades rurales de Michoacán. Lo hacía mediante el Consejo
Nacional de Fomento Educativo (Conafe), organismo que lleva educación a
las zonas más alejadas y vulnerables.
Por su desempeño,
Conafe le otorgó una beca para estudiar Ciencias de la Educación, pero
el dos de octubre del año pasado, a unos días de comenzar sus estudios
universitarios, desapareció cuando caminaba de una comunidad a otra para
dar clases.
Rebeca Alfaro, madre de Daniel, recuerda que
entre las anécdotas de su hijo de 20 años sobraban las relacionadas con
el Ejército, las autodefensas, los templarios y el miedo que tenían los
habitantes de Betania y Nuevo San Martín para desplazarse a otros
poblados.
“Para él, dar clases era lo más bonito, enseñar a
niños de comunidades que están marginadas, que no tienen una escuela
digna, hay mucha pobreza y no quiso dejar de ir a comunidades por la
necesidad que tenía la gente a pesar de que todo aquí en Michoacán es
inseguro, y ahora como madre me pregunto por qué lo están traicionando
las comunidades a Daniel”, dice.
Ella se enteró de la
desaparición de Daniel un día después y a través de redes sociales.
Cuando su hijo de 20 años no llegó a Nuevo San Martín, quienes lo
esperaban difundieron una fotografía de él como desaparecido sin antes
avisarle a su familia o a las autoridades.
A siete meses de
la desaparición la familia Ramos Alfaro continúa con la búsqueda;
pusieron denuncia en los ministerios públicos local y federal, acudieron
a Conafe para pedir apoyo y constantemente visitan las comunidades para
entrevistarse con los pobladores en espera de tener un rastro. Pero
hasta hoy nada.
Rebeca recuerda el 15 de mayo de 2010, el primer Día del Maestro de Daniel como instructor de Conafe.
“Lo
disfrutó mucho, fue una ocasión muy importante para él porque acaba de
descubrir su vocación de maestro”, y recuerda que su hijo celebró con un
convivio con sus alumnos de Nuevo San Martín.
Daniel pasaba
la mayor parte del tiempo en las comunidades y solo los fines de semana
estaban en Uruapan con su familia. Los viernes por la noche compartía
con su mamá las anécdotas de cinco días de trabajo en el salón de
clases.
“Tenía mucho contacto con sus alumnos y veía mucho
por ellos, siempre ayudándolos y motivándolos. Él siempre dijo ‘le voy a
llevar un regalito a mis alumnos porque se lo merecen mamá, porque son
gente que tienen necesidad de saber’. El día del niño y en diciembre
para la posada les llevaba un detallito a los niños como dulces”.
A decir de Rebeca, hoy, las anécdotas de Daniel respecto a sus alumnos y las comunidades parecen no ser ciertas.
“Todos
los alumnos que tuvo en las comunidades, y también los padres de
familia como que tienen cierto temor de decirnos que pasó con Daniel y
se esconden. No entienden mi angustia y lo mucho que Daniel los quería.
Tiene que haber una verdad, espero saberla pronto”, concluye.
(MILENIO/ Liliana Cavazos
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