Su refugio
son las ruinas de un cuarto a medio construir en un baldío de la colonia
Antonio Toledo Corro. La maleza y la basura la ocultan a primera vista
En el lecho de
muerte, sin muerto, el animal permanece echado sobre pertenencias de su amo. Al
ruido de los pasos levanta la cabeza y observa con ojos de mirada atónita.
Su refugio son las
ruinas de un cuarto a medio construir en un baldío de la colonia Antonio Toledo
Corro. La maleza y la basura la ocultan a primera vista.

Al llamado por su
nombre mueve el rabo, golpea el suelo con la cola.

"Pulgas...",
se le llama.
Al exterior, cuatro
perros de mayor edad y estatura juguetean entre sí. Es la camada que quedó sin
dueño.
Adentro, en el
último rincón de la vida, vive la fidelidad de la perrita. Olfatea la playera y
los zapatos de su amo muerto. Y observa desde la muerte con sus ojos de mirada
atónita.


Cuando se le toma en
brazos, se aferra con las uñas a un trozo de madera tirado al suelo. No gruñe.
Tampoco ladra. Se deja llevar en vilo tan sólo con el movimiento de su cola.


CUIDABA A SU AMO

(NOROESTE/ Martín González /19-11-2013)
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