Sofía mira
somnolienta a su alrededor.
Viste un trajecito
rosa que le sienta a su tierna edad: tres meses. El gorrito del mismo color
parece un pequeño pastelillo sobre su cabeza.
Ajena al dolor de
toda una familia, un vecindario y una ciudad que no sale de su estupor por el
artero multihomicidio que exterminó a sus seres más queridos, Sofi luce
saludable.
No sabe que en las
últimas horas ha pasado por un calvario. Debido a su corta edad los asesinos su
padre, madre, hermanos y allegados quizá le respetaron la vida.
El domingo, ya
entrada la mañana una vecina entró al domicilio familiar en Luciano Becerra 1070
de la colonia Morelos Zaragoza, y presa del terror atinó a llevársela. A Sofi
ya no le tocó percibir siquiera la nube de agentes que acordonaron el área,
mientras la noticia de la masacre de 8 personas le daba la vuelta al mundo.
En las siguientes
horas la Fiscalía estatal rescató a Sofía de la vecina y la dejó bajo resguardo
de la Procuraduría para la Defensa del Menor. Luego, cumplidas las
formalidades, personal de esa dependencia la entregó a sus familiares. Por eso
ayer ya estaba en la despedida de sus padres y hermanos, con ese traje pastel
rosado que sobresale entre el gentío que colma la Funeraria Ríos San Rafael, en
Ramón Rayón y Guadalupe Victoria, en el mero Zaragoza.
De este punto queda
una parada en el templo Salón del Reino de los Testigos de Jehová, de las
calles Ignacio Zaragoza y Puebla de la colonia Santa Martha.
El ataúd gris de Max
es el que va al frente, mientras que el de su esposa Maricarmen, color café, va
detrás. Les siguen las cajas blancas de sus hijos Daniel y el de Abril Janeth.
Sofía no alcanzará a recordarlos siquiera.
El templo recibe
primero la caja de la niña de 4 años, después la de su hermano de 6, luego la
de Max, de 28 años y por último el de la madre de la misma edad.
Las notas del piano
del templo se confunden con los sollozos de las 200 personas o más que colman
el lugar. Las lágrimas primero y luego los pañuelos salen a relucir para
despedir a la familia Romero Castañeda.
Afuera del recinto
Raúl Ortiz e Ismael Toribio, quienes ocupan un puesto jerárquico en la congregación
dudan que Max pelearan perros o algo parecido.
“Todo lo que se diga
sobre eso a veces son puras especulaciones, así que no hay nada definido, la
postura de los Testigos de Jehová es que no participamos en juegos de azar,
mucho menos aún como las peleas de perros, eso es una infamia realmente”, dice
Ismael Toribio.
Los cuatro
integrantes de la familia son trasladados al Panteón San Rafael. Ahí serán
sepultados.
Casi a la par, en
otro punto la comunidad de los Testigos de Jehová entran al templo ubicado en
las calles Trigo e Higo de la colonia Ampliación Aeropuerto.
Decenas de
religiosos acompañan a la familia Lara Castañeda.
En este punto se
vela y despide a Rosa María Castañeda y a su hija Valeria Lara. El señor Lara,
esposo y padre ha venido desde Veracruz. Trata de tomar aire y mantener la
calma para no desquebrajarse.
Los ataúdes de su
esposa e hija, de color café y rosa respectivamente, son puestos al frente de
los presentes.
El padre y esposo
está en primera fila acompañado por ministros de la congregación que le dan
ánimos con brazadas en su espalda.
Personas allegadas a
Rosa María y Valeria, madre e hija también víctimas del multihomicidio del
domingo en la Colonia Morelos Zaragoza, expresaron que sus familiares ya no
quieren saber nada, por lo que decidieron sepultarlas aquí y no trasladarlas a
Veracruz, de donde son originarias.
“La familia ya no
quiere hacer nada al respecto, nosotros tenemos sustento en Dios y ahí es donde
ellos consiguen esperanza”, dijo una señora.
Familiares cercanos
a los Lara Castañeda, dijeron que el esposo de Rosa María no quizo trasladar
los restos a Veracruz, debido a que prefieren que todo el protocolo se haga de
manera rápida y con el menor dolor posible.
“Lo que ellos
quieren es que ya no pase tanto tiempo, no querían trasladar los restos a
Veracruz porque quieren que todo pase ya”, dijo una de las presentes.
Un banderín color
blanco que se encuentra en la pared del templo religioso, al frente de los
presentes, tiene el mensaje en letras negras “se animoso y fuerte…que Jehová
está contigo”.
“Hermanos, en nombre
de la familia Lara Castañeda, queremos expresarles las gracias primero porque
están aquí con ellos, en este momento tan difícil, los hermanos son muy
queridos y eso demuestra que tienen todo nuestro apoyo”, dice el ministro que
preside la ceremonia fúnebre.
Un cántico religioso
comienza… “Sombra fugaz, que va dejando atrás vacío y sufrimiento, y esperanza
hay” entonan todos a coro. Lara rompe en un llanto incontrolable.
Pesa al dolor de
éste hombre los presentes continúan cantando.
Lara se cubre la
cara e inclina su cabeza para ver de nuevo el ataúd de sus seres queridas.
“Vida gozarán por la
eternidad, como lo prometió Jehová, llamaré tu nombre ansioso”, canta la
multitud al ritmo del piano.
Pedro Gutiérrez
Villalobos, ministro de la congregación, comienza una breve semblanza de los
fallecidos.
Un niño de 10 años,
se acerca al ataúd de Valeria. La despide con un ramo de rosas.
Luergo, ambos
cuerpos van ya al Panteón San Rafael. Ahí se unirán a los de Max, Maricarmen,
Daniel y Abril Janeth.
Sofía sabrá de ellos
por fotografías…
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ / Staff / 2013-11-20 | 23:56)
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