domingo, 21 de julio de 2013

"Z-40" EL QUE SE VA, "Z-42" EL QUE LLEGA

El "Z-40" y su reemplazo el "Z-42. Foto: Especial

La aprehensión de Miguel Ángel Treviño Morales, cabeza de Los Zetas, le sirvió al gobierno mexicano para festejar por adelantado un supuesto fin de la violencia criminal extrema. Pero en realidad –como ocurrió con la presunta muerte del anterior líder del grupo criminal, Heriberto Lazcano– nada indica que la situación vaya a cambiar.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- –Escucha, carnal… ¿supiste lo de la casa que allanaron en el kilómetro 14, por ahí donde Poncho y el otro fueron, carnal, donde fueron cocinados? Está volviéndose un desmadre lo de esos tipos, man –dice vía telefónica Gabriel Cardona Ramírez.

Este operador local de Los Zetas, conocido como El Pelón, habla el 10 de abril de 2006 desde una casa de seguridad en el número 9006 de Orange Blossom Loop, en el suburbio de Highland Park, Laredo.
Pocos días antes, el 31 de marzo de 2006, El Pelón, El Z-40 y Jesús González planearon en territorio estadunidense el secuestro y asesinato de Jorge Alfonso Avilés Villarreal (el Poncho al que se refería), de 19 años, y de su primo Inés Villarreal, de 14, por creer que trabajaban para sus rivales del Cártel de Sinaloa.

Familiares de ambos jóvenes –quienes eran residentes de Estados Unidos– hicieron la denuncia correspondiente pocas horas después de saber que un comando se los había llevado a punta de pistola del bar Eclipse en Nuevo Laredo, Tamaulipas, por lo que el Buró Federal de Investigación (FBI) comenzó su búsqueda.

–El FBI se está involucrando y todo… pero eso no es problema, man. No es problema, fue hecho al otro lado. Pero ellos sólo nos miran qué estamos haciendo –sigue Cardona en su conversación telefónica, como quien cuenta una proeza, cuando el gobierno estadunidense ya tiene intervenida su línea y graba la plática.

–Ellos no saben en qué lugar estamos ahora, amigo, porque ya no nos están siguiendo, carnal. Porque en la camioneta, cuando nos estaban persiguiendo, ¡pum! cruzamos en la camioneta al otro lado, carnal. Fue como ¡pum!, la camioneta cruzó otra vez y ellos detuvieron a Aurora… y cuando ya estábamos al otro lado ¡pum!, nos venimos en coches que nunca habían estado en Estados Unidos. No deberían de actuar como idiotas. Pero, ¡yeah!, están buscando a Poncho y al otro tipo. Pronto van a salir en la lista de extraviados de Laredo.

Del otro lado de la línea un joven escucha entusiasmado y suelta una sonora carcajada.

–¿Dónde los cocinaste, cabrón? –pregunta el interlocutor.

–¡Ahí mismo, en la casa! –responde Cardona con otra carcajada. –Murieron por los golpes, amigo. ¡Sólo se murieron, sólo se murieron, mierda!

–**** madre, ¿no pudieron soportarlo, cabrón? –dice el joven con sorna.

–No, cabrón. No, man, ¡deberías haber estado ahí, carajo! Es sólo que, ¡***** madre!, un poco, si hubieras esperado un poco más para ir con Mike habrías visto a Poncho, amigo. ¡Estaba llorando y llorando como un marica! “No man, yo soy tu amigo” –imita la voz de su víctima–. ¡Cuál amigo, hijo de puta, cierra la boca! Y ¡pum! agarré una p*** botella y ¡slash! le corté todo su vientre y ¡pum! estaba sangrando; agarré una pequeña taza y ¡pum! la pequeña taza ¡pum! ¡pum! la llené de sangre y ¡pum!, se lo dediqué a la Santísima Muerte– narra excitado–. Luego fui con el otro maricón y ¡slash!, lo corté y lo mismo –describe.

Cardona fue capturado. Firmó su confesión en agosto de 2008. Durante su juicio se reprodujo la citada grabación, copia de cuya transcripción tiene Proceso y de la cual se tomaron textualmente los párrafos anteriores. El criminal fue condenado a cadena perpetua.

(Fragmento del reportaje principal que se publica esta semana en Proceso 1916, ya en circulación)

/ 20 de julio de 2013)

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