MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Unidades especiales del Ejército y la Marina, sicarios
preparados por militares desertores y civiles entrenados por cuerpos de
seguridad extranjeros operan como escuadrones de la muerte en México.
Pero
el descontrol de estos grupos armados –cuya existencia se ha negado
desde el sexenio de Felipe Calderón– puede recrudecer la violencia en el
país y alentar soluciones de contrainsurgencia impulsadas desde Estados
Unidos, advierte el diputado Ricardo Monreal Ávila.
“Lo peor de
todo es que no sabemos cómo proceder. Ni el gobierno de Enrique Peña
Nieto ni mucho menos los legisladores”, dice en entrevista a propósito
de la aparición de su libro Escuadrones de la muerte en México, editado
por la Cámara de Diputados.
Durante tres años el legislador ordenó
en un libro las distintas expresiones de la violencia en el país. Fue
un trabajo de recopilación periodística en torno a las consecuencias de
la guerra contra el narco de Calderón, así como de entrevistas de él
mismo con militares desertores, integrantes de fuerzas especiales de la
Marina y hombres y mujeres entrenados para matar. También se enfrascó en
la revisión de averiguaciones previas.
Para Monreal, en México
hay cuatro tipos de escuadrones de la muerte: “Paralelos, oficiales,
insurgentes y privados”, según quien los financie y apoye. Ya no es como
cuando eran auspiciados por el Estado, como la Brigada Blanca o Los
Halcones que existieron en los años de la guerra sucia de los sesenta y
setenta del siglo pasado y a los que se les ordenaba la aniquilación de
personas.
“Ahora –apunta el diputado– hay escuadrones de la muerte
privados. Los grupos empresariales contratan a mercenarios extranjeros
para su seguridad personal, sobre todo combatientes de Estados Unidos e
Israel. Capacitan a hombres y mujeres para su defensa, pero no se sabe
si permanecen con ellos.”
También están, precisa, los escuadrones
de la muerte paralelos formados por la delincuencia organizada, así como
los oficiales, que son unidades especiales de las Fuerzas Armadas
dedicadas al exterminio de los delincuentes.
Los escuadrones de la
muerte “paralelos” se dedican al cobro de rentas, extorsión y
secuestro, pero sobre todo actúan en operaciones de comando para
defender territorios; mientras que los “oficiales” son grupos de corte
paramilitar auspiciados por el gobierno. Asimismo hay células especiales
de las Fuerzas Armadas dedicadas a eliminar delincuentes.
En los
privados y los paralelos –“los más peligrosos”– hay una presencia
creciente de mujeres y menores de edad. Según estimaciones de Monreal,
en la formación de los comandos de la muerte hay una tercera parte de
mujeres y una proporción similar de menores. Seis de cada 10 son
expolicías o exmilitares. En total los cifra entre 180 mil y 200 mil
miembros activos. “Es un mundo muy amplio que el Estado no controla”,
expone.
En sus ponderaciones, hechas por estados, consideró los
siete cárteles del narcotráfico más importantes del país. Identificó 25
grupos locales con jerarquía militar y adiestramiento y cerca de 180
diseminaciones o agrupaciones que se dedican a una o varias actividades
de la delincuencia organizada, con demasiada rotación y aspiraciones de
crear su propia organización.
Indefiniciones
En
el caso de los escuadrones privados no hay ningún control. No hay un
registro confiable de personas, armas y vehículos. Y explica: En los
gobiernos estatales, empresarios amigos de los gobernadores solicitan
credenciales de corporaciones policiacas para que el personal que traen
de Israel, Estados Unidos, Colombia u otro país pueda portar armas.
No
hay registro de eso. Tampoco control de los mercenarios contratados por
la Comisión Federal de Electricidad, Pemex u otras instancias para la
vigilancia de sus instalaciones estratégicas.
“Hay una ceguera del gobierno de reconocer a los escuadrones de la muerte”, dice a propósito del origen del libro.
A
finales de 2010 la Secretaría de Gobernación y la Procuraduría General
de la República negaron la existencia de esos grupos. Fue la respuesta
oficial a un punto de acuerdo promovido por el propio Monreal como
integrante del Senado en la pasada legislatura para que informaran sobre
la presencia de los escuadrones de la muerte en México.
Con el
gobierno de Enrique Peña Nieto las cosas no han cambiado. Aún no define
su agenda en materia de seguridad pública y menos de seguridad nacional.
Los funcionarios del gabinete de seguridad –Gobernación, Procuraduría,
Defensa y Marina– consideran que el problema de la violencia es de
percepción. Eso no es percepción, es ceguera, afirma quien fuera
coordinador de la más reciente campaña presidencial de Andrés Manuel
López Obrador.
Integrante de la Comisión de Defensa Nacional en la
Cámara de Diputados, Monreal también estuvo en la Comisión de Defensa
Nacional del Senado y en la comisión bicameral de Seguridad Nacional.
Desde esta posición participó en las reuniones interparlamentarias de
Estados Unidos en momentos en que el gobierno de Calderón estaba
“abrazado” a la estrategia de Estados Unidos contra el narco.
“En
esas reuniones –refiere Monreal– se trataba de convencer a los
legisladores mexicanos de que la cooperación en el Comando Norte y
agencias estadunidenses era lo más conveniente para el país. En
seguridad, la agenda se reducía a los temas marcados por ellos.
Insistían en que el país estaba perdiendo capacidad de control del
crimen organizado con la presencia de cárteles. Tenían claro que en
México había comandos de la muerte.”
–¿Hablaban en esos términos? –se le pregunta.
–No,
pero sí de sicariato, al servicio ya no sólo del gobierno. Les alarmaba
la deserción de jefes y oficiales del Ejército, así como la sangría
permanente de tropa, a la que la Secretaría de la Defensa no le daba, ni
le da, seguimiento.
En el sexenio pasado, con las visitas de
legisladores mexicanos al Comando Norte había el afán de involucrar a
los políticos mexicanos para que aceptaran que México estaba en un grave
riesgo de ser avasallado por el narcoterrorismo.
–Si se admite
que existen escuadrones de la muerte insurgentes se está a un paso de la
solución de contrainsurgencia que proponen los sectores duros de
Estados Unidos…
Esta categoría la pensé muy bien –apunta– porque
es una connotación estricta de Estados Unidos. Los primeros en describir
a México como un país narcoterrorista y narcoinsurgente fueron
especialistas y gobernantes de Estados Unidos. Lo escuché en una visita
que hice a Washington hace siete años. Ya tenían esa concepción. Lo
hacían con un propósito de descripción del país que estaba en un proceso
de descomposición social.
Ahora en Estados Unidos se piensa que
llegó un gobierno vinculado al narcotráfico, luego de que Calderón
generó las condiciones de una mayor injerencia e intervencionismo en
México. Agencias como la DEA, el FBI y la CIA, así como otras
instituciones estadunidenses dedicadas al espionaje resienten la
cerrazón de ámbitos en los que antaño hubo una apertura indiscriminada.
En
la actualidad el gobierno mexicano selecciona las áreas y los rubros
que abre a esos organismos de inteligencia de Estados Unidos. Ante la
mirada estadunidense eso lo hace sospechoso. Una de las críticas que se
le han hecho a la nueva administración es que relajó la persecución de
los cárteles y ha obstaculizado la vigilancia injerencista de agencias
estadunidenses en suelo mexicano.
A pesar de que puede ser
correcta la posición del gobierno mexicano de no abrir
indiscriminadamente sus instituciones a Estados Unidos en materia de
combate al crimen, México en esta materia está en una indefinición. El
gobierno de Peña Nieto cambió su política de combate al crimen, pero
salvo en los medios de comunicación, la inseguridad no ha disminuido ni
la presencia de la delincuencia organizada en grandes regiones del país.
En
su clasificación de “escuadrones de la muerte paralelos” Monreal se
refiere a la pérdida del control de la violencia del Estado mexicano y
que se ha expresado en actos terroristas cometidos por la delincuencia
organizada: “El narcoterrorismo es una categoría muy riesgosa de aceptar
y describir, pero lo cierto es que el uso legítimo de la violencia ya
no está en manos del Estado”.
Y subraya: Hay narcoterrorismo no
sólo por la vinculación con cárteles de otros países, sino por la forma
de actuar, de agredir a la población civil de manera directa y del uso
de vehículos, artefactos e instrumentos que provocan terror en la gente.
Hay comunidades aterrorizadas en estados como Durango, Coahuila y
Zacatecas, entidad que gobernó entre 1998 y 2004.
“La delincuencia
organizada ha puesto en grave riesgo al Estado mexicano y esto ha
llevado a analistas de Estados Unidos a hablar de la necesidad de
aplicar una estrategia de contrainsurgencia y de intervención. Eso es lo
peligroso de la definición. Por eso sólo describo lo que existe y niega
el gobierno federal. Hay elementos en los escuadrones de la muerte que
se acercan a estados y situaciones que el país no había vivido.”
El
Estado mexicano está rebasado. No hay confianza en las instituciones de
procuración de justicia ni de seguridad pública, y para el diputado del
Movimiento Ciudadano eso explica el surgimiento de los grupos de
autodefensa. “Nacen como resultado de la inconformidad social frente al
aumento del crimen y la impunidad”.
Admite, sin embargo, que
también pueden ser una respuesta de los grupos de la delincuencia
organizada. Pero antes de la contrainsurgencia o la injerencia directa
de grupos armados que combatan a los escuadrones de la muerte y crear
una suerte de guerra civil en México, el legislador apuesta por los
“cauces democráticos” como la única forma de frenar los estados
ingobernables a través de espacios reales de oposición y una prensa
libre, sin presiones de los grupos de poder formales e informales.
/ 2 de julio de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario