Si al gobernador Mario López Valdez le interesara —un poquito, al
menos— atajar el nuevo escándalo de corrupción que aflora en su
administración, ya tuviera suspendido en el cargo al subsecretario de
Gobierno, Jesús Marcial Liparoli, que fue el que llevó ante el Comité
Intersecretarial de Adquisiciones la propuesta para que la compañía
china Cangnan Riwong elaborara las nuevas placas vehiculares,
adjudicándole sin licitar un contrato por 331.5 millones de pesos.
O si
al mandatario le preocupara siquiera limpiar algo de la pus que ya
inunda la primera mitad del sexenio, otro gallo cantaría en el
autollamado régimen del cambio.
Pero no. Las cloacas malovistas se transforman en enormes albañales
en los que se ahoga toda ilusión por la moralización en el ejercicio del
servicio público.
Lo que sobrevino en Sinaloa al desplazar del poder a
la camarilla mafiosa del PRI fue otra pandilla de forajidos políticos
que saquea a plena luz del día y al verse descubierta antepone el
cinismo como única defensa posible.
El argumento de “si los otros robaron ¿por qué no he de hacerlo yo?”
se ha vuelto regla en el grupo que el primero de enero de 2011 tomó el
Gobierno del Estado bajo una jurada promesa por la transformación la
función pública.
La alternancia, ahora se sabe, nada más era el pretexto
para disputar un botín y seguirles viendo la cara a los incautos
sinaloenses.
Ahí está la decepción a la vista de quien se quiera
arrancar las enajenantes vendas de simulación colocadas a aquellos que Malova aún considera ilusos.
El contrato para la fabricación de las placas vehiculares es el colmo
de la desfachatez. La impunidad provoca que los funcionarios malovistas
vayan cada vez más allá en las marrullerías, sabiéndose inalcanzables
por la ley.
El patético desapego a la norma en materia de adquisiciones,
el absurdo de desestimar advertencias sobre incumplimientos de Cangnan
Riwong y demandas por evasión fiscal contra la misma empresa china, la
obcecación por comprar el mismo producto al precio más caro y la
sorprendente celeridad con que se corrió el procedimiento, dan lo
suficiente para poner bajo investigación a los servidores públicos
involucrados que no hallan cómo esconder la sospecha de haber hecho un
gran negocio personal bajo la sombra de los cargos que ocupan.
El gobernador achica su investidura y autoridad por cada ocasión que
sale a justificar a los que él mismo llamó “ratas de dos patas”,
refiriéndose a la misma madriguera pero anteriormente ocupada por los
priistas.
El discurso de investigar y castigar, que siempre acaba en
nuevos episodios de inmunidad, lo está salpicando en la conjetura
popular que sabiamente establece que quien no castiga al ladrón es
porque recibe parte del botín.
De hecho no existen indicios de voluntad política por parte de López
Valdez para ponerle fin a los alevosos atracos cometidos en y desde el
Gobierno estatal.
Mucha purulencia ha corrido desde la compra de
patrullas a su padre empresarial, Leonardo Nalo Félix, escándalo
que marcó el chamagoso inicio del sexenio, la compra millonaria del
avión chatarra que casi le cuesta la vida al gobernador, los contratos
de la Secretaría de Salud con Nadro, con sobreprecios a las medicinas
hasta en veinte veces más sobre el valor real, los avalúos inflados en
las obras realizadas con la megadeuda.
Hoy quizá la única diferencia sería que los partidos políticos que se
desgañitaban acusando las rapiñas priistas se han vuelto tolerantes en
exceso o copartícipes lo necesario.
La “normalidad” decretada por el
“gobierno del cambio” alcanza a dos organizaciones políticas, el PAN y
PRD, que ven desbordar la letrina y de paso se acercan a ella para los
que los rocíe. Sigue la espera de que un día, bañados por la inmundicia,
despierten sacudiéndose la corresponsabilidad.
Ni siquiera la barba sucia rasurada al sinvergüenza de Andrés
Granier, el ex gobernador de Tabasco que se ha convertido en el ícono
peñanietista de combate a la corrupción, hace que el gobierno de Malova
ponga las suyas a remojar.
Nada perturba a los malovistas que ven
rebosar la letrina ajena y le siguen echando al albañal propio. Y si en
la lógica de ellos los atracos se justifican en el proceder rapaz de los
priistas, entonces que sean conscientes de que un Granier, o muchos
Granier, se están fraguando en Sinaloa.
Por lo pronto, el estilo ya se lo han copiado al tabasqueño.
Re-verso
¿Si eran gallos de pelea,
que se brincaron el corral,
cuándo les vino la idea,
de mejor ser aves del mal?
Luz de copechi
Cuando Mario López Valdez creó la Unidad de Transparencia y Rendición
de Cuentas y puso a Juan Pablo Montaño Yamuni al frente de la
dependencia, se crearon muy altas expectativas del combate a la
corrupción en Sinaloa. A casi 30 meses de distancia, aquello que se
avizoró como el faro potente que por fin alumbraría en el lóbrego sótano
del Gobierno de Sinaloa no ha podido o no ha querido ser ni siquiera
una luciérnaga que delate a algún pillo de tantos que habitan la sombría
cueva que sigue siendo la administración estatal. A la luz de la
verdad, Malova debiera preguntarse si es conveniente gastar
tantos millones de pesos en una entidad pública que para nada sirve y
que, al contrario, le pone el camuflaje perfecto a cada acto de
corrupción.
Última lupa
Toda posibilidad de limpiar el retrete ha quedado en manos de la
Auditoría Superior del Estado. Cualquier residuo de confianza es válido
mientras no tumben el último bastión de la transparencia. ¿O es que de
plano esto no tiene remedio?
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