lunes, 4 de marzo de 2013

LA PLAZA



Javier Valdez
El escritor escribiendo de moral, de ética, de la necesidad de una mejor convivencia social. De justicia y libertad, de recuperar los espacios públicos y de que todos tienen derechos y de los gobiernos corruptos y de la criminalidad, la violencia. También la cultura, los espectáculos, las políticas gubernamentales en la materia.

Escritor prolífico. Sus columnas en el periódico se leen y mucho. Él camina por las calles, la gente lo saluda. Él muy formal: hola, como le va, imposta la voz bajo esa garganta morena; parece practicar saludos y despedidas, conversaciones, frases ensayadas y ya dichas.

Es feliz y se le ve. De un tiempo a la fecha trae esclava en su muñeca derecha, un torzal también de oro y discreto, arriba del pecho. Un par de anillos. Buena ropa, buenos zapatos, buen cinto. Marcas y marcas en las etiquetas de sus prendas: que se vean, que se note que el bato trae prendas de buen nivel y caras y de buen gusto.

Escribe bien. Lleva un par de libros en su ego y varios reconocimientos. Se codeó con otros escritores de renombre nacional e internacional. Cacas grandes, vacas sagradas. También con dramaturgos y actores, gente de cine y televisión, hasta videntes de las estrellas y guapos noticiaristas de televisión y radio.

Bien posicionado. Su voz bien puesta, igual que sus dedos en el teclado de su computadora, igual que sus letras en ese artículo periodístico que aparece cada semana sin falta en la sección de opinión. Sí, claro. Por supuesto. Ha sido todo un placer. El gusto es mío. Y bla bla bla.

Le dijeron que le iban a presentar a un bato “de arriba”, al jefe. Es como si este bato fuera Dios. El Dios de Culiacán. ¿Ah sí?, preguntó, dudoso. Claro, es el patrón. Y se acomodó la camisa, miró sus zapatos: están lustrados. Miró sus manos limpias y lisas de callosidades. Miró todo y se veía bien, impecable. Vamos pues, le respondió a su amigo.

Lo llevaron con el jefe de la plaza. El patrón, el bueno y el malo en una misma persona. Qué gusto, le dijo aquel. El gusto es mío, jefe. Jefe, jefe, jefe, jefe. Le dijo muchas veces al final de cada oración, con esa voz falsa, impuesta en sus cuerdas a golpes de poses y fingimientos.

El hombre le dijo, Lo que quieras, solo dime. Yo te lo concedo. Todo un genio de la lámpara. Pues me gustaría mucho que me diera la plaza definitiva en mi trabajo, en el Gobierno. Ah, claro. Cuenta con eso. Se despidieron como viejos amigos. Abrazos, apretones de manos y palmadas sonoras.

La semana entrante tendrás resultados, le dijo a tres pasos de distancia. Y se fue festivo y seguro, hinchado de gusto y ufano de poder y placer. Pero dos días después se le desinfló el pecho y la vida: el hombre aquel, jefe, patrón, dios, había sido detenido por el Ejército.

25 de febrero de 2013.
(RIODOCE.COM.MX/ Columna Malayerba de Javier Valdez / marzo 3, 2013)

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