lunes, 4 de marzo de 2013

ELBA Y LA MEMORIA DE MISAEL



Ismael Bojórquez
La aprehensión de la maestra Elba Esther Gordillo, acusada por la PGR de lavado de dinero y delincuencia organizada, tiene ya muchas lecturas. Es, por lo pronto, el golpe más espectacular del recién ungido presidente de la República, Enrique Peña Nieto. Imposible no compararlo con el manotazo de Carlos Salinas a Joaquín Hernández Galicia, La Quina, en 1989 y con el derrocamiento, meses después, del entonces líder del SNTE, Carlos Jonguitud Barrios, lo cual permitió la llegada de Gordillo a la dirigencia nacional del sindicato de maestros.

Pero hay una dimensión que poco se ha tocado a partir de la detención de la maestra: la represión que desde antes y después de su arribo al poder del SNTE se desató en contra de la disidencia magisterial. Un caso emblemático es el del profesor Misael Núñez Acosta, asesinado el 30 de enero de 1981, a dos cuadras de una escuela primaria en Tulpetlac, Ecatepec, Estado de México, donde era director. Era hidalguense y después de 32 años de haberse perpetrado el crimen, este sigue impune.

Cuando fue asesinado, Jonguitud Barrios era el dirigente del SNTE y Elba Esther Gordillo controlaba la Sección 36, ubicada en el Estado de México.

Los asesinos materiales de Núñez Acosta, capturados unos días más tarde, señalaron a la dirigencia del SNTE como responsable intelectual de la agresión, pero el gobierno de José López Portillo no hizo nada por investigar esa confesión y los homicidas se fugaron de la cárcel poco después.

Es muy remoto que el caso se retome ahora por muchas razones, entre otras porque el delito ya prescribió y porque, además, al crimen de Misael le siguieron, con los años, el asesinato de decenas de líderes magisteriales en todo el país —según la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), más de 150 maestros han sido asesinados en tres décadas—, casi todos con el mismo tufo de la guerra sucia.

Solo un año después del crimen de Núñez Acosta, en 1982, fue asesinado Pedro Palma en una emboscada en Hidalgo. Luego caería Modesto Patolsin, secuestrado en Oaxaca por presuntos integrantes de la Vanguardia Revolucionaria, la corriente de Jonguitud en el SNTE, y en 1987 sería ultimado en una balacera en Chiapas, Celso Wenceslao López Díaz.

En alguna ocasión, durante un mitin encabezado por la maestra Elba Esther, uno de los maestros le gritó “asesina”, y le reclamó a gritos que ellos (los líderes de la Sección 36, habían asesinado a Misael) y ella le dijo: “Sí, nosotros lo matamos ¿y qué?”.

Fue el propio Jonguitud el que años más tarde, en entrevista publicada por La Jornada, acusó a los grupos controlados por la maestra de haber perpetrado el crimen. Poco después, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, ante denuncia concreta de maestros de la CNTE, llamó a cuentas a Elba Esther Gordillo.

En noviembre de 2002, la maestra fue interrogada por la fiscalía a cargo de Ignacio Carrillo Prieto, ella se declaró inocente de la autoría intelectual y el caso no se volvió a tocar.

Jonguitud, por su parte, nunca fue requerido por la justicia a pesar de las múltiples denuncias en su contra por decenas de asesinatos cometidos contra maestros, muchos de ellos atribuidos a gente bajo el control del entonces líder del sindicato. Tanto él como la maestra fueron arropados criminalmente por un sistema que veía en la disidencia magisterial gérmenes de movimientos de mayor envergadura y por ello el manto impune con que fueron cobijadas sus fechorías.

Misael Núñez era un líder de los maestros, pero también destacó por su capacidad para agrupar movimientos populares, obreros y campesinos, lo cual representaba en aquellos años un “peligro” para el sistema. Por ello la impunidad, y por ello mismo el hecho de que a más de 30 años de su muerte, su memoria perviva en el alma de los movimientos magisteriales y populares del país.

Dos demandas enarboló la CNTE durante los últimos cuatro lustros contra la maestra Elba Esther Gordillo. Una de ellas, que viene desde el momento en que fue asesinado, es el castigo por la muerte de Misael Núñez. La otra fue que se le investigara por el desvío de recursos de las cuotas sindicales. Por aquí la atraparon, según la indagatoria de la PGR. Pero la vida criminal de la que fue considerada en muchos momentos la mujer más poderosa de México, va mucho más allá. Los agravios a los propios maestros que decía representar, son incontables. Y su burla al país por los delitos cometidos fue de tal magnitud que no tiene, sencillamente, con qué pagar.

Bola y cadena

TERMINA LA ERA ELBA ESTHER en el SNTE pero también en el sector educativo. Su aprehensión se enmarca en la pretendida reforma educativa, a la cual la CNTE se opone en muchos de sus términos, por lo que hay razones para pensar que inicia una nueva etapa en la lucha magisterial. Está pendiente la democratización de la vida al interior de uno de los sindicatos más grandes de América Latina y también la transparencia en el uso de sus recursos. Todo ello bajo el regreso del dinosaurio que engendró estos pequeños monstruos que ahora lanza a la hoguera.

Sentido contrario

BASTA EL SILENCIO DE LOS dirigentes de las secciones 53 y 27 para constatar de qué estaba hecho el liderazgo de la maestra.

Humo negro

LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA otorgó reconocimiento al escritor sinaloense Dámaso Murúa, por su obra El Güilo Mentiras, en el marco de la XXXIV Feria Internacional del Libro de El Palacio de Minería. Bien por la Universidad, bien por el Güilo. Y por Dámaso.

(RIODOCE.COM.MX/ Columna Altares y Sótanos de Ismael Bojórquez/ marzo 3, 2013)

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