Ismael Bojórquez
La aprehensión de la maestra Elba Esther Gordillo, acusada por la PGR de
lavado de dinero y delincuencia organizada, tiene ya muchas lecturas. Es, por
lo pronto, el golpe más espectacular del recién ungido presidente de la
República, Enrique Peña Nieto. Imposible no compararlo con el manotazo de
Carlos Salinas a Joaquín Hernández Galicia, La Quina, en 1989 y con el
derrocamiento, meses después, del entonces líder del SNTE, Carlos Jonguitud
Barrios, lo cual permitió la llegada de Gordillo a la dirigencia nacional del
sindicato de maestros.
Pero hay una dimensión que poco se ha tocado a partir de la detención de la
maestra: la represión que desde antes y después de su arribo al poder del SNTE
se desató en contra de la disidencia magisterial. Un caso emblemático es el del
profesor Misael Núñez Acosta, asesinado el 30 de enero de 1981, a dos cuadras
de una escuela primaria en Tulpetlac, Ecatepec, Estado de México, donde era
director. Era hidalguense y después de 32 años de haberse perpetrado el crimen,
este sigue impune.
Cuando fue asesinado, Jonguitud Barrios era el dirigente del SNTE y Elba
Esther Gordillo controlaba la Sección 36, ubicada en el Estado de México.
Los asesinos materiales de Núñez Acosta, capturados unos días más tarde,
señalaron a la dirigencia del SNTE como responsable intelectual de la agresión,
pero el gobierno de José López Portillo no hizo nada por investigar esa
confesión y los homicidas se fugaron de la cárcel poco después.
Es muy remoto que el caso se retome ahora por muchas razones, entre otras
porque el delito ya prescribió y porque, además, al crimen de Misael le
siguieron, con los años, el asesinato de decenas de líderes magisteriales en
todo el país —según la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE), más de 150 maestros han sido asesinados en tres décadas—, casi todos
con el mismo tufo de la guerra sucia.
Solo un año después del crimen de Núñez Acosta, en 1982, fue asesinado
Pedro Palma en una emboscada en Hidalgo. Luego caería Modesto Patolsin,
secuestrado en Oaxaca por presuntos integrantes de la Vanguardia
Revolucionaria, la corriente de Jonguitud en el SNTE, y en 1987 sería ultimado
en una balacera en Chiapas, Celso Wenceslao López Díaz.
En alguna ocasión, durante un mitin encabezado por la maestra Elba Esther,
uno de los maestros le gritó “asesina”, y le reclamó a gritos que ellos (los
líderes de la Sección 36, habían asesinado a Misael) y ella le dijo: “Sí,
nosotros lo matamos ¿y qué?”.
Fue el propio Jonguitud el que años más tarde, en entrevista publicada por
La Jornada, acusó a los grupos controlados por la maestra de haber perpetrado
el crimen. Poco después, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y
Políticos del Pasado, ante denuncia concreta de maestros de la CNTE, llamó a
cuentas a Elba Esther Gordillo.
En noviembre de 2002, la maestra fue interrogada por la fiscalía a cargo de
Ignacio Carrillo Prieto, ella se declaró inocente de la autoría intelectual y
el caso no se volvió a tocar.
Jonguitud, por su parte, nunca fue requerido por la justicia a pesar de las
múltiples denuncias en su contra por decenas de asesinatos cometidos contra
maestros, muchos de ellos atribuidos a gente bajo el control del entonces líder
del sindicato. Tanto él como la maestra fueron arropados criminalmente por un
sistema que veía en la disidencia magisterial gérmenes de movimientos de mayor
envergadura y por ello el manto impune con que fueron cobijadas sus fechorías.
Misael Núñez era un líder de los maestros, pero también destacó por su
capacidad para agrupar movimientos populares, obreros y campesinos, lo cual
representaba en aquellos años un “peligro” para el sistema. Por ello la
impunidad, y por ello mismo el hecho de que a más de 30 años de su muerte, su
memoria perviva en el alma de los movimientos magisteriales y populares del
país.
Dos demandas enarboló la CNTE durante los últimos cuatro lustros contra la
maestra Elba Esther Gordillo. Una de ellas, que viene desde el momento en que
fue asesinado, es el castigo por la muerte de Misael Núñez. La otra fue que se
le investigara por el desvío de recursos de las cuotas sindicales. Por aquí la
atraparon, según la indagatoria de la PGR. Pero la vida criminal de la que fue
considerada en muchos momentos la mujer más poderosa de México, va mucho más
allá. Los agravios a los propios maestros que decía representar, son
incontables. Y su burla al país por los delitos cometidos fue de tal magnitud
que no tiene, sencillamente, con qué pagar.
Bola y cadena
TERMINA LA ERA ELBA ESTHER en el SNTE pero también en el sector educativo.
Su aprehensión se enmarca en la pretendida reforma educativa, a la cual la CNTE
se opone en muchos de sus términos, por lo que hay razones para pensar que
inicia una nueva etapa en la lucha magisterial. Está pendiente la
democratización de la vida al interior de uno de los sindicatos más grandes de
América Latina y también la transparencia en el uso de sus recursos. Todo ello
bajo el regreso del dinosaurio que engendró estos pequeños monstruos que ahora
lanza a la hoguera.
Sentido contrario
BASTA EL SILENCIO DE LOS dirigentes de las secciones 53 y 27 para constatar
de qué estaba hecho el liderazgo de la maestra.
Humo negro
LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA otorgó reconocimiento al escritor
sinaloense Dámaso Murúa, por su obra El Güilo Mentiras, en el marco de la XXXIV
Feria Internacional del Libro de El Palacio de Minería. Bien por la
Universidad, bien por el Güilo. Y por Dámaso.
(RIODOCE.COM.MX/ Columna
Altares y Sótanos de Ismael Bojórquez/ marzo 3, 2013)
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