Redacción/ Reportaje Especial
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Desde el 23 de agosto del año pasado, pobladores del
municipio mexiquense de Luvianos detectaron actividades sospechosas que
preludiaban un nuevo enfrentamiento entre los grupos del narcotráfico que se
disputan la plaza.
“Por la entrada
principal del pueblo que viene de la desviación de la carretera a Bejucos, en
la salida hacia Zacazonapan y en las calles del centro, comenzaron a pasar
varias camionetas con vidrios polarizados que, como si fueran policías,
detenían carros que les parecían sospechosos para revisarlos”, relata un
poblador que pidió no ser identificado.
Y un taxista comenta
que en la ranchería El Estanco, cinco kilómetros al oriente de la entrada
principal de Luvianos, esa mañana un grupo de desconocidos que llegaron en
camionetas con ventanillas oscurecidas instaló retenes en la carretera, donde
permanecieron más de dos horas: “Paraban a todo mundo, a los que iban y a los
que salían de Luvianos”.
Como ya han padecido
enfrentamientos anteriores, los pobladores de Luvianos se atrincheraron en sus
casas y cerraron sus negocios. Circulaba el rumor de que miembros de La Familia
Michoacana estaban buscando a pistoleros de Los Caballeros Templarios que
lograron internarse en su territorio para tratar de conquistarlo.
El viernes 24
aumentó el número de retenes clandestinos en los alrededores de Luvianos, y con
ello la tensión. Las autoridades locales se mantuvieron al margen.
El día 25 amaneció
tranquilo, como si los pobladores de Luvianos y de sus alrededores se hubieran
acostumbrado al paso constante de las camionetas con vidrios polarizados.
Pasado el mediodía, en el camino que pasa sobre el río y atraviesa la Barranca
del Gato, unos tres kilómetros y medio del oriente de Luvianos, los tripulantes
de uno de esos vehículos dispararon contra un auto.
“Hirieron en el
brazo a una señora que iba manejando un coche que le había prestado uno de sus
familiares, y se decía que a ese familiar lo estaba buscando gente de La
Familia, por eso empezaron los chingadazos”, cuenta otro de los pobladores, que
también pide el anonimato.
Fue en la madrugada
del 26 cuando otro grupo, en represalia por el ataque a la señora, se trasladó
a la Barranca del Gato para atacar a los del retén. Según habitantes de la
zona, la primera “gran balacera” ocurrió entre la Barranca del Gato y la
cuadrilla de Cruz de Piedra, localidades ubicadas como a un kilómetro del Cerro
de la Culebra.
“Los balazos se oían
desde muy lejos. Esa gente usa puro cuerno de chivo (rifles AK-47) y R-15. Se
dieron con todo, fueron muchos los tiros que se aventaron –comenta uno de los
testigos–; fueron más de 30 minutos de balazos, y claro que hubo muertos, todos
aquí nos dimos cuenta de eso. Pero también ya es costumbre de esos matones la
de levantar cada quien a sus muertos y todos los casquillos de los tiros. Lo
hacen para no dejar evidencias a los verdes o a los negros (soldados y
policías, federales o estatales).”
Los pobladores del
municipio creen que en la primera balacera debió caer “alguien importante” de
algún bando, porque unos 40 minutos después de la balacera se inició una
corretiza de coches y camionetas en las faldas del Cerro de la Culebra, unos
tres y medio kilómetros al noroeste de la cabecera municipal.
La información
recabada en las cuadrillas o rancherías que colindan con Luvianos da cuenta de
por lo menos ocho escaramuzas a tiros. El segundo enfrentamiento, “con
seguridad” –señala un testigo–, fue cerca de la desviación de Luvianos a Caja
de Agua, donde “fue más tupida la balacera”. Minutos después se escuchó otra
lluvia de balas “con armas de alto poder” en la cuadrilla La Toma de Agua,
donde los pobladores del lugar dicen que “hubo bajas de ambos lados”.
Los enfrentamientos
entre los presuntos sicarios de La Familia Michoacana y de Los Caballeros
Templarios se extendieron hasta las rancherías El Pueblito y Acatitlán, a unos
15 kilómetros de Luvianos. La persecución se amplió hasta pasando el río
Acatitlán, hacia el poniente y rumbo a La Estancia, donde se junta con la
intersección que lleva a Zacazonapan.
Algunos pobladores
dicen que el último enfrentamiento ocurrió en las afueras de La Estancia, horas
después de la matanza en el cruce del río en la Barranca del Gato. Sumando los
testimonios se calcula que hubo entre 27 y 32 muertos, así como decenas de
heridos. “A los muertos los levantaron y se los llevaron en camiones de carga
enlonados, así siempre le hacen”, dice un lugareño.
Con sus bajas, ambos
grupos se llevaron las evidencias: no dejaron casquillos y barrieron los
caminos con llantas atadas a las defensas traseras de las camionetas.
Autoridad, al margen
La mayoría de los
relatos coinciden en que las autoridades municipales y los destacamentos de
policías estatales y federales asignados a Luvianos se mantuvieron totalmente
quietos mientras se dieron las balaceras. “Los tienen comprados”, comenta una
señora. “Nosotros los que vivimos aquí ya sabemos que cuando hay balazos lo
único que podemos hacer es escondernos porque la policía y los soldados no
sirven para nada”, matiza luego, y ruega que no publique su nombre.
Nadie en Luvianos
puede asegurar cuáles fueron los grupos que se enfrentaron el 26 de agosto. La
mayoría considera que fueron distintos grupos de la Familia Michoacana, que se dividieron
y pelean entre ellos por dominar la plaza. Otros sostienen que Los Caballeros
Templarios quieren arrebatarle la plaza a La Familia Michoacana, encabezada
aquí por El Faraón y La Marrana. Al primero, varios pobladores de Luvianos lo
señalan como un supuesto amigo y protegido del presidente Enrique Peña Nieto,
ex gobernador mexiquense.
Otra suposición es
que se trató de una batalla de los grupos que han conformado La Familia
Michoacana y Los Zetas contra Los Caballeros Templarios y La Mano.
Algunos pobladores
dicen que en las balaceras murieron como siete jóvenes de la zona, pero otros
afirman que los grupos criminales no tocan a la gente del municipio. Los
primeros relatan que vieron a varios muchachos correr entre las milpas, unos
heridos. Dicen que pasaban a las casas para pedir ropa limpia para cambiarse la
ensangrentada.
No obstante, otro
residente señala: “Muchos de los jóvenes que salieron corriendo y de los que
levantaron (muertos) parecían centroamericanos, por la manera de hablar de los
que tocaron las puertas y por los rasgos de los que mataron. Tenían entre 17 y
30 años. Ya es muy común que por aquí sean centroamericanos los que trabajen
para los grupos (criminales) que hay en Luvianos”.
Las autoridades del
Estado de México y las del municipio de Luvianos aseguraron que el 26 de agosto
no hubo matanza ni enfrentamientos de alta intensidad entre presuntos grupos
del narcotráfico. Sin embargo, desde ese día por la tarde llegaron a la
cabecera municipal decenas de policías federales y estatales, además de varios
escuadrones del Ejército. Recorrieron el campo de batalla horas después de las
balaceras, pero no encontraron muertos ni casquillos.
“A la gente de aquí
nos dijeron las autoridades que no saliéramos a la calle en los días siguientes,
se cerraron los negocios y de lunes a miércoles se suspendieron las clase de
todas las escuelas de Luvianos”, reitera una señora.
(PROCESO/ Redacción/6 de febrero de 2013)
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