Aun cuando el gobernador del Estado de México, Eruviel
Ávila, se afana en declarar que su administración no tolerará que el crimen
organizado amedrente, intimide a la autoridad o pretenda controlar algún
municipio local, lo cierto es que La Familia Michoacana, Los Templarios, Los
Zetas y otros cárteles tienen presencia en 52 de ellos, lo que se refleja en la
violencia exacerbada y el incremento de las ejecuciones. El caso más oprobioso
es el de la calle Pemex –“la calle de la pesadilla”–, en la colonia Obrera
Jajalpa de Ecatepec, donde sólo en enero pasado murieron 21 personas.
José Gil Olmos
ECATEPEC, MÉX.
(Proceso).- Apenas tiene 100 metros de longitud, pero en los últimos seis meses
la calle Pemex, en la colonia Obrera Jajalpa, cobró notoriedad pues ahí han
sido ejecutados o tirados los cuerpos de 21 personas, dicen los habitantes del
lugar.
“¡Esto ya no es
vida!”, prorrumpe una vecina. Tiene la mirada fija en uno de los vendedores de
droga de la zona, donde también pululan halcones que vigilan las 24 horas del
día desde una de las esquinas de esta calle adoquinada que hoy, recalca, es la
más violenta de este municipio y de la entidad.
La pesadilla –así le
llaman los mexiquenses– empezó cuando Enrique Peña Nieto era el gobernador. De
hecho la dejó como herencia a su sucesor Eruviel Ávila, cuya administración
sabe que en ese entorno las bandas del crimen organizado, entre ellas La
Familia Michoacana, controlan la mitad de los 125 municipios mexiquenses, sobre
todo en la zona limítrofe con la Ciudad de México.
De acuerdo con
informes internos del gobierno mexiquense, en los últimos cinco años las pugnas
entre La Familia y Los Caballeros Templarios y Guerreros Unidos –estos últimos
ligados a Los Zetas– han cobrado 2 mil 221 vidas.
En enero pasado, el
mes más violento, hubo 105 muertes relacionadas con el crimen en el valle de
Toluca y en este municipio. En la calle Pemex de Ecatepec la violencia afecta a
los habitantes, residencias, comercios; las huellas se observan incluso en el
maltrecho adoquín de las calles, impregnadas de manchas oscuras; son costras de
la sangre de las víctimas de los delincuentes que se disputan la plaza. Nadie
se atreve a limpiarlas por temor a las represalias.
El sábado es día de
mercado en la colonia y todo mundo sale a realizar sus compras, incluso los
adictos al crack o a la cocaína, quienes acuden a un sitio conocido como El
Punto, ubicado en la esquina de Pemex y Kennedy. Ahí consiguen la droga a
cualquier hora del día.
El dealer, un enjuto
joven de pelo largo, mira con desconfianza a los transeúntes que no son del
lugar. No es de la colonia, pero ya conoce a casi todos los que pasan por ahí.
Observa cada movimiento mientras platica en la calle con el conductor de un
bicitaxi.
No hay forma de
evadirlo para tomar una foto de las casas de cemento, la mayoría de uno o dos
pisos. Sobresale una con orificios de bala en su fachada anaranjada; sus
habitantes no se atreven a resanarla para no exponerse a las escrutadoras
miradas de los halcones.
Violencia expansiva
El último mes la
violencia creció en el Estado de México, donde hubo 105 ejecutados –39 de ellos
en Toluca, la capital–, superada sólo por Chihuahua, con 142, según los
reportes periodísticos.
De los municipios
mexiquenses el más afectado es el de Ecatepec, donde en la colonia Obrera
Jajalpa, ubicada a cinco minutos de la cabecera municipal y a menos de media
hora de la Ciudad de México, la violencia se ha incrementado en la calle Pemex
desde finales del año pasado.
En octubre del año
pasado, a plena luz del día, un grupo de pistoleros levantó a cinco adultos y a
un joven de 14 años. Sus cuerpos fueron arrojados horas después en esa calle.
El 8 de diciembre irrumpió un comando y empezó a disparar contra las casas. El
2 de enero hubo tres ejecuciones; siete días después otras dos, y el día 22
cayó otro par. Los 13 cadáveres estuvieron varias horas a la intemperie.
“Nadie nos hace
caso. Ya llevamos tiempo con esto, ya lo denunciamos y no pasa nada. En la
madrugada pasaron dos camionetas con soldados y otras de policías. Pero,
¡miren!, ni siquiera los asustaron”, dice un vecino al reportero y al fotógrafo.
“Pero, ¡cómo se van
a asustar!, si hasta los policías vienen a comprarles (droga). ¡Es el colmo!”,
exclama otro.
Los habitantes
relatan que la calma se rompió desde el 21 de julio de 2012. Un joven vendedor
de drogas conocido como Alan fue ejecutado en la calle Pemex. Desde entonces ha
habido 21 muertos.
“El colmo fue cuando
tiraron los seis cuerpos desnudos. Estábamos ahí mirando cuando de pronto llegó
un joven en una motoneta. Yo creo que tenía como 14 años. Nos preguntó dónde
había una papelería y le dijimos que ahí, en la misma calle. Compró una
cartulina y frente a nosotros comenzó a escribir algo en ella. Al terminar la
puso encima de los cuerpos. Era un mensaje que decía: ‘Esto les va a pasar a
quienes sigan vendiendo. El duende verde’.
“Nadie hizo nada. Y
cuando lo denunciamos, las autoridades nos dijeron que ya no protestáramos, que
eso ya era normal”, comenta uno de los entrevistados.
La frontera urbana
El Estado de México
comparte con el Distrito Federal cientos de kilómetros como frontera. La línea
limítrofe se pierde en calles, unidades habitacionales, ríos y solares llenos
de basura. En esa franja viven aproximadamente 6 millones de personas. Ahí,
dicen los residentes, la violencia está incontenible.
Los municipios de
Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla, Los Reyes La Paz, Chimalhuacán,
Huixquilucan, Atizapán y Naucalpan forman parte de las franjas urbanas que se
disputan siete cárteles de la droga, según informes internos del gobierno
mexiquense consultados por el reportero.
De acuerdo con el
mapa del crimen organizado en territorio mexiquense, La Familia Michoacana, Los
Caballeros Templarios y Guerreros Unidos son las principales bandas que se
disputan la plaza, aunque también están Nueva Generación, el Cártel de Sinaloa,
lo que queda de la organización de los Beltrán Leyva y Los Zetas.
De los 56 municipios
mexiquenses donde opera el crimen organizado, La Familia Michoacana tiene
presencia en 54, entre ellos Nezahualcóyotl, Ecatepec, Chimalhuacán,
Chicoloapan, Texcoco, Amecameca, Chalco, Coacalco, Ixtapaluca, Huixquilucan,
Naucalpan, Cuautitlán, Zumpango, Zinacantepec, Atlacomulco y Valle de Bravo.
También disputa los
municipios del sur de la entidad, como Luvianos, Tejupilco, Anatepec, Tlatlaya
y Tonatico, que colindan con Michoacán y Jalisco y forman la llamada “tierra
caliente”. En esa zona también están Los Templarios y Los Zetas.
El 10 de mayo de
2010, cuando aún era gobernador, Peña Nieto declaró que el Estado de México y
el Distrito Federal se habían convertido en “guarida” de los jefes del
narcotráfico. Según él, la zona metropolitana era “el gran mercado consumidor”
que los grupos se disputaban.
De 2008 a la fecha,
las autoridades mexiquenses registraron 2 mil 221 ejecuciones en todo el
estado. El 2012 fue el año más violento, con 523, la mayoría de ellos en el
oriente, pero sobre todo en Ecatepec.
Los documentos
consultados por el reportero indican que la pugna data de marzo de 2011, cuando
en municipios de Michoacán aparecieron mantas en las que se anunciaba la
escisión de la Familia Michoacana y la aparición de Los Caballeros Templarios,
cuyos sicarios se enfrentan por las plazas de Michoacán, Guerrero y el Estado
de México.
En ese ínterin
surgió el grupo Guerreros Unidos. Mario Covarrubias Salgado, alias M, quien
trabajó para los Beltrán en el estado de Guerrero antes de aliarse con La
Familia Michoacana en Chilpancingo, se desplazó al Estado de México. Al final
cambió de bando y se unió a Los Templarios para arrebatarle Guerrero y Estado
de México a sus antiguos aliados.
Investigadores de la
Procuraduría General de Justicia estatal tienen identificados a los jefes de La
Familia en cada municipio; saben incluso que son comandados por José María
Chávez Magaña, El Pony, cuya base de operación abarca los municipios de Ecatepec
y Nezahualcóyotl.
Una ficha policial
consultada por el reportero señala, por ejemplo, que El Pony es originario del
municipio de Tepaltepec, donde cuidaba ranchos y ganado. Mide metro y medio y
tiene entre 40 y 45 años. “Es muy cuidadoso, pues ni sus propios miembros
pueden hablar directamente con él; todo lo realiza por medio de su secretario,
al que le dicen Carlos o La Sombra”, según el documento.
También consigna que
en 2007 se escapó del penal de Zitácuaro, donde había sido recluido luego de
que las autoridades estadunidenses lo extraditaron. Hoy, El Pony es la pieza
clave de La Familia Michoacana en el Estado de México.
En agosto de 2012 se
reforzaron los patrullajes militares en territorio mexiquense. No obstante, la
aparición de 12 cuerpos desmembrados en la ciudad de Toluca a finales de enero
obligó al gobierno federal y al estatal a incrementar la presencia de soldados
en la periferia del Estado de México y el Distrito Federal.
Tierra sin ley
El paisaje
mexiquense conurbado con el Distrito Federal es árido y terregoso en la zona
oriente. No hay grandes construcciones ni zonas verdes. Muchas calles están sin
pavimentar y en municipios como Ecatepec y Nezahualcóyotl el servicio de basura
lo dan carretas tiradas por mulas que también suelen ser utilizadas para el
transporte de droga de una colonia a otra.
En las esquinas de
algunas calles se vende crack, cocaína y mariguana a cualquier hora del día.
Los narcomenudistas también ofrecen sus servicios domiciliarios por teléfono o
internet, lo que, dicen los vecinos, disminuye los riesgos. La mayoría de los
vendedores y clientes son adolescentes.
Desde 2002 las
autoridades registraron la presencia del Cártel de Neza, encabezado por Delia
Patricia Buendía Gutiérrez, Ma Baker, cuyo control se hacía sentir en ese
municipio mexiquense, e incluso en la delegación Iztapalapa, en el oriente del
Distrito Federal.
Del otro lado de
Nezahualcóyotl y Ecatepec, hacia el norte, el panorama es distinto. En
Huixquilucan, donde comenzaron a proliferar residencias y departamentos de lujo
a partir de 2006, también hay rastros del narcotráfico. En noviembre pasado,
tropas del Ejército detuvieron a Jesús Alfredo Salazar Ramírez, alias El
Muñeco, presunto lugarteniente de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, en ese
municipio.
En septiembre de
2008, en las barrancas de El Olivo, municipio de Ocoyoacac, cercano a
Huixquilucan, fueron hallados los cuerpos de 24 albañiles. En 2010 los
militares detuvieron en Bosques de la Herradura a José Gerardo Álvarez, El
Indio, y a 15 integrantes del Cártel de los Beltrán Leyva.
Édgar Valdés
Villarreal, La Barbie, tenía una casa en Huixquilucan, donde se registraron 25
ejecuciones durante 2011. Al año siguiente se localizaron 12 cadáveres en la
localidad de San Juan Yautepec, del mismo municipio.
En septiembre de
2011, en su quinto informe de gobierno, Enrique Peña Nieto manipuló las cifras
al asegurar que la tasa de homicidios dolosos en la entidad se había reducido
de 16.5 a 7.6 por cada 100 mil habitantes. La revista británica The Economist lo
desmintió de inmediato con cifras del Sistema Nacional de Seguridad, según las
cuales de 2006 a 2007 las muertes se incrementaron 62%.
Y en enero pasado,
cuando la violencia cobró 105 vidas, el gobernador Eruviel Ávila saltó a la
palestra para decir que su gobierno no permitirá que el crimen organizado
amedrente, intimide a la autoridad o pretenda controlar alguno de los 125
municipios mexiquenses.
Sin embargo, en un
recorrido de varios días por los municipios aledaños a la Ciudad de México, el
reportero constató que los cárteles controlan calles, parques, avenidas y
comercios; a estos últimos les cobran incluso derecho de piso.
En la esquina de
Lázaro Cárdenas y Alfonso Sierra, en Nezahualcóyotl, por ejemplo, la cocaína y
el crack se venden frente a las patrullas municipales; los narcomenudistas
incluso se desplazan hacia el Distrito Federal con naturalidad, sin que nadie
los detenga.
Según los informes
de inteligencia policiaca consultados por Proceso, una de las principales rutas
de paso de cocaína proveniente de Sudamérica es el Bordo de Xochiaca, y de ahí,
tras recorrer el circuito mexiquense, sale hacia Querétaro y se distribuye por
todo el bajío. Por ese corredor salen también los autos robados que se venden
completos o en piezas en el mercado local y en Centroamérica.
Frivolidad municipal
El profesor Manuel
Ambriz Roldán, integrante del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe),
descarta que el aumento de la violencia en suelo mexiquense sea un mensaje para
Peña Nieto, como lo fue para Felipe Calderón en Michoacán en 2006, cuando le
declaró la guerra al crimen organizado.
“La situación es
diferente. Para Peña Nieto el problema del crimen organizado es una herencia
que le dejó Calderón, a quien (los cárteles de la droga) sí le mandaron un
mensaje de que no se iban a dejar”, precisa el investigador especializado en
presencia de bandas delincuenciales en la Ciudad de México y el Estado de
México.
Refiere que, en
efecto, el poder de esos grupos ha crecido en el Estado de México, por lo que, dice,
la presencia de las Fuerzas Armadas no va a disminuir la espiral de violencia y
muerte en la zona.
Así, mientras que el
crimen organizado se posiciona en más de la mitad de los municipios de la
entidad, en Ecatepec los colonos se quejan porque su presidente municipal, el
priista Pablo Bedolla, está más preocupado por traer nuevos animales para la
granja ecológica empotrada en el cerro de Ehécatl que en abatir la inseguridad
en las 500 comunidades donde hoy sólo cuenta con 38 patrullas.
En el colmo de la
incoherencia, señalan, Bedolla organizó un desfile en noviembre para traer al
canguro Joey a la granja ecológica local. El gusto le duró poco, pues el animal
murió por falta de atención. Al alcalde se le ocurrió traer otro animal
exótico. Mandó pintar las calles por donde pasaría el nuevo espécimen rumbo al
zoológico, donde cohabitará con un par hienas, cerdos de Vietnam, y avestruces
y gallinas de Guinea.
El 5 de enero la
recepción fue espectacular. Ese día arribó una jirafa de tres años y 3.20 metros
de altura. Ahora, la prioridad del ayuntamiento de Ecatepec es darle nombre a
la mascota, más que la pavimentación de cientos de calles, atención al
alumbrado público en por lo menos 30% del territorio y la depuración del cuerpo
policiaco, algunos de cuyos elementos son señalados por sus presuntos vínculos
con el crimen organizado.
(PROCESO/José Gil Olmos/6 de febrero de 2013)
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