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Tomada de Internet.- Mina San Felipe
Durante
2017 la producción minera en el país superó los 32 mil millones de dólares.
Actualmente existen 25 mil 786 permisos para la exploración y explotación de
minas, el 80 por ciento otorgados a empresas canadienses. La investigación del
periodista Jesús Lemus, autor del libro “México a Cielo Abierto”, establece que
el crimen organizado opera en minas de Coahuila, Michoacán y Sinaloa. Defensores
de derechos humanos y comunicadores, muertos o desaparecidos por denunciar
explotación del suelo
Entre
el despojo de agua y tierras, desplazamiento poblacional, disputa por los
recursos naturales, contaminación ambiental, amenazas a la comunidad, violación
a los derechos laborales y presencia del crimen organizado, existen unos mil
700 conflictos ocasionados por la actividad minera y la explotación irracional
del suelo en México.
La
cifra, superior en casi cuatro mil por ciento a los 43 conflictos reconocidos
por el Observatorio de Conflictos Mineros de Latinoamérica (OCMAL), es producto
de la investigación del periodista J. Jesús Lemus Barajas, autor del libro
“México a Cielo Abierto”, una radiografía que expone la crueldad de algunas
concesionarias trasnacionales que no solo devastan el suelo nacional, sino que
se apoderan de terrenos y pueblos enteros.
La
exhaustiva investigación periodística que llevó más de un año a su autor para
recorrer el país de lado a lado, visitando cada una de las regiones mineras
para conocer la problemática que representa esta industria, coincide con una de
las hipótesis más referidas sobre la causa de asesinatos de activistas de
derechos humanos y periodistas: fuertes intereses económicos que se ven
afectados tras señalamientos y oposición a los proyectos.
El
denominado boom minero auspiciado por las últimas tres administraciones
presidenciales ha resquebrajado al territorio nacional y entregado tierras y
recursos a más de 25 mil corporativos concesionarios y traído más perjuicios
que beneficios, advierte Lemus, pues las expectativas de nuevos empleos y
promesas de restauración ambiental son solo un “cínico espejismo”.
Autoridades
federales promocionan al país como el primer destino en inversión en
exploración minera en América Latina, y cuarto a nivel mundial. El Plan
Nacional de Desarrollo 2013-2018 así lo ordena: “Para incrementar la
productividad y competitividad del sector minero, la Coordinación General de
Minería impulsa la promoción y diversificación de mayores niveles de inversión,
la amplificación de la cobertura de financiamiento, el fomento y desarrollo
como sector estratégico”.
Durante
2017, la riqueza mineral que México anunció como producción anual superó los 32
mil millones de dólares, lo que haría suponer que el país gana mucho dinero por
esta actividad. Curiosamente, ninguno de los 25 mil 786 proyectos de
exploración y explotación de minas es manejado o aprovechado por el Estado
mexicano, al que solo le quedó el 0.001 por ciento del monto referido, apunta
Jesús Lemus.
El
periodista y escritor encuentra “un gran contrasentido cuando la Secretaría de
Economía anuncia que México es una potencia mundial en cuanto a la explotación
o extracción de plata, o de cobre, o de oro, cuando en realidad México no es el
propietario de esas minas ni de esa producción. Los verdaderos propietarios son
empresas transnacionales canadienses o norteamericanas”.
Las
concesiones otorgadas por autoridades mexicanas están en manos de empresas
canadienses en un 80%, casi 21 mil de los permisos. Un 12% de las
autorizaciones son para compañías estadounidenses; y el resto, un 8%, está
dividido entre mineras de Japón, Australia, Argentina, Italia, Perú, Corea,
Alemania y Gran Bretaña, principalmente.
“De
todos esos permisos son muy pocos los que se entregan a mineras mexicanas, que
están aglutinados en cuatro grandes consorcios, que son del Grupo Frisco de
Carlos Slim, o del Grupo México, o del Grupo Peñoles, o del Grupo Dragón. Ellos
casi nunca actúan solos en la ejecución de proyectos de exploración o
explotación, siempre están de la mano de empresas transnacionales. Entonces en
consecuencia no hay una sola empresa mexicana que tenga a cargo proyectos de
ejecución de extracción de minerales o metales preciosos que actúe por sí
misma”, detalló Lemus Barajas.
DESPOJO Y DESPLAZAMIENTO
La
historia minera en el país se repite una y otra vez, solo que ahora se trata de
megaproyectos y con tajos abiertos en grandes extensiones de terreno que
motivan el desplazamiento de comunidades y atrae a personas de otros lugares
geográficos que creen encontrar una fuente de empleo.
La
ambición de algunas concesionarias no se conforma con las hectáreas autorizadas
para su exploración y explotación. La ruta de los minerales en el subsuelo
conduce a las máquinas y mineros a descubrir que debajo de asentamientos
humanos las betas de minerales pueden ser mayores. Los empresarios se las
arreglan para, ya sea por medio de expropiaciones, o por acciones de invasión y
despojo, acabar con los hogares de los habitantes originarios.
“Ese
es uno de los grandes problemas que trae consigo mismo la presencia de una mina
en México. Aunado a todo lo que está sucediendo, también le agregamos no
solamente la devastación del suelo, sino también cómo se van apoderando de las
propiedades y los pueblos completos”, lamentó el entrevistado.
ZETA
conoció la historia de Salvador y su familia. Les tocó padecer lo que muchas
otras personas sufren en el país a causa de las mineras. Invasión, despojo y
desplazamiento. De buenas a primeras, en la comunidad de Mineral La Colorada,
en Chalchihuites, Zacatecas, la expansión de la minera que tiene una
concesionaria terminó por dejar dentro de su área restringida la casa de
Salvador, quien ahora debe entrar y salir de su domicilio cuando la empresa
autoriza que se abra la puerta en horarios definidos.
El
zacatecano acudió en octubre último ante un Juez de Distrito de la Capital para
presentar una demanda de amparo, pero su solicitud de protección judicial fue
desechada porque la minera que extrae plata en su entorno “no es autoridad,
sino un ente particular”, por lo que su lucha jurídica la tiene que entablar
ante otras autoridades jurisdiccionales.
La
reclamación de derechos fundamentales que hizo Salvador se refería a los actos
de molestia que les ha ocasionado la empresa que le priva del libre tránsito y
acceso a su vivienda, situación que modificó gravemente su forma y calidad de
vida. En su escrito, el padre de familia explicaba que tenía que esperar “hasta
tres horas o más” para entrar o salir de su hogar.
De
forma arbitraria, la sociedad anónima instaló alambrado y casetas de
vigilancia, circulando un perímetro que “no es propiedad de la minera, y que
suponiendo que lo fuera, desde antes que llegara existía una servidumbre de
paso, la cual no respetan”, refería el quejoso. Ninguna autoridad municipal o
estatal ha intervenido en su favor. Además de vulnerarse los derechos a la
libertad y no ser molestado en sus propiedades y posesiones, el paso de
vehículos de carga ha ocasionado daños a su casa.
Lemus
añadió a este ejemplo, que “hay casos increíbles de desplazamiento en el mismo
Estado de Zacatecas, en la comunidad de Salaverna, donde un pueblo fue
desplazado a la fuerza para que una empresa mexicana se quedara con la mina.
Igual ocurrió en Mazapil, donde también se desplazó a población por la posesión
del agua. O tenemos el caso también en Tetela de Ocampo, en Puebla, donde
también grupos poblacionales han sido desplazados. O en Michoacán, donde la
población ha sido desplazada a la fuerza”.
DAÑOS EN FINCAS Y SALUD
El
caso de Salvador se repite en el mismo pueblo de Chalchihuites y otras partes
de la República. En Mineral de la Luz, en Guanajuato, varios de sus pobladores
tuvieron que judicializar sus reclamos porque la Secretaría de Economía del
Gobierno Federal y la Dirección General de Regulación Minera han sido omisas al
no dar trámite a la denuncia y a la solicitud de intervención institucional,
ante los graves daños que han sufrido sus viviendas, hechos que ellos atribuyen
a la minera que explota el suelo de la localidad.
En
octubre de 2014, el delegado municipal de Mineral de la Luz, en representación
de los vecinos, buscó el apoyo de las autoridades estatales al denunciar que
los trabajos de la empresa minera habían generado afectaciones en los cimientos
y estructuras de sus viviendas, jardín de niños y el templo principal del aquel
lugar. Como respuesta recibieron la incompetencia del gobierno de Guanajuato y,
el 3 de marzo de 2015, los afectados acudieron ante la Secretaría de Economía
(SE).
Mina
Buenavista del Cobre, Sonora
Según
el expediente, del que tiene copia este Semanario, la Dirección de Regulación
Minera y la Dirección de Revisión de Obligaciones de la SE informaron a los
agraviados que tenían identificada la actividad de la empresa concesionaria,
pero que requería especificaran las coordenadas georreferenciadas de ubicación
donde operaba la compañía señalada “para con ello verificar el cumplimiento de
las obligaciones en la Ley Minera y su reglamento”.
Por
esta actitud omisa de la dependencia federal, el 30 de junio de 2017, un Juez
de Distrito en el Estado de Guanajuato concedió el amparo y protección de la
justicia federal a los quejosos, ordenando a la autoridades responsables
realizar las gestiones necesarias, “a afecto de verificar la legalidad con la
que opera la empresa minera a que se refieren en dicho escrito de denuncia, así
como la veracidad de que los daños que aluden los quejosos, han sido
ocasionados por las actividades propias de su giro”. El amparo fue confirmado
el 11 de enero de 2018 por el Primer Tribunal Colegiado en Materia
Administrativa del Decimosexto Circuito.
La
compañía se ha defendido a través de peritajes particulares que exponen “el
subsuelo de pisos de casa que están rellenos de material rocoso con arcilla” y
no cuentan con cimientos. “Por el momento se desconoce si las afectaciones en
las viviendas, iglesia y escuela, se derivaron de posibles vibraciones en el
terreno provocadas por el uso de explosivos en la actividad minera, las fallas
en las estructuras pueden obedecer a la consolidación del terreno, antigüedad y
material que se utilizó en la construcción disminuyendo el tiempo de vida útil
de éstas”, agrega el documento.
La
minería a cielo abierto remueve grandes cantidades de suelo procesadas con
químicos tóxicos y requiere del uso de miles de kilos de explosivos. No solo se
mueve la tierra, sino que se producen desechos muy nocivos para la salud
humana, advierte Jesús Lemus. “Con el aumento en la actividad minera, también
se tiene un repunte de enfermedades raras. Ese tipo de extrañas enfermedades
las encontramos principalmente en el Estado de Sonora, donde hay síndromes que
se presentan a nivel mundial en una proporción de uno por cada cinco millones
de habitantes, pero ahí se presentan hasta dos casos en cada familia de cuatro
personas relacionadas con las minas. Es gravísimo lo que estamos viendo ahí con
el despojo, los daños y con la afectación a la salud”.
MENTIRAS Y CRIMEN ORGANIZADO
La
industria minera pregona que su presencia aporta al desarrollo de los países,
cumple con las normas ambientales y genera empleo en las poblaciones de los
territorios que explora. Esa es una falacia, enfatiza el periodista Jesús Lemus
Barajas. “Ese es un dato muy revelador de cómo trabajan las minas. La
contratación de personal que se da a conocer a través de los sindicatos
mineros, tanto el de Carlos Pavón como el de Napoleón Gómez, es de cerca de 352
mil trabajadores en todo el territorio nacional. Sin embargo, se trata de
cifras muy infladas”.
A
decir del reportero, existen procesos de producción que no requieren de
contratación de trabajadores y efectúan su labor de extracción de minerales con
apoyo del crimen organizado y de mano de obra subcontratada, como ocurre en
Coahuila. “Los famosos pocitos son maneados por células del Cártel de Los
Zetas. Es un claro ejemplo de lo que pasa en México y de la subcontratación. Es
una mentira que la minería genere empleos en México y genere un boom de
producción, porque además los salarios están muy mal pagados”.
Los
trabajadores eventuales subcontratados ganan entre 60 y 120 pesos al día,
mientras que los sindicalizados, que podría considerarse tienen un mejor
ingreso, no rebasan un sueldo de 220 pesos diarios. “O sea que realmente
tenemos un grupo de producción de minerales muy mal pagado. Es una
subcontratación muy alta y una contratación directa muy baja la que se está
realizando en el entorno minero”, refiere Lemus.
El
esquema del outsourcing está muy presente en la industria minera y algunos de
los trabajadores que son despedidos o reclaman antigüedad o riesgos de trabajo,
no saben a quién demandar porque no conocen a sus patrones reales. Sin embargo,
en diversos puntos del país, como en Coahuila, existen “trabajadores a la
fuerza” reclutados por el crimen organizado y son empleados sin derecho alguno,
por encargo de los patrones, destaca la investigación del escritor michoacano.
Los
niños cumplen con el rol de llevarle de comer a sus padres a las minas donde
trabajan. Algunos de esos hombres están esclavizados y los menores les asisten.
“Tal vez no lo hagan como una forma de trabajo, sino como una situación
colateral al problema de que sus padres están trabajando en calidad de esclavos
obligados por el narcotráfico, pagando deudas de droga”, insiste Jesús, quien
encontró este fenómeno en las minas de zonas de derivados pétreos en Michoacán
y poblaciones de Sinaloa.
Sobre
los homicidios de ambientalistas y de algunos comunicadores, el entrevistado
encontró “un dato revelador en la recapitulación que hace Claudia Martínez
Sánchez, del ‘Colectivo Letra Temprana’, e indica que en lo que va de este
sexenio han muerto 286 activistas. Casi el 70 por ciento de ellos estuvieron
involucrados, de alguna forma, en la defensa del suelo contra mineras”.
Hace
un recuento. En Puebla, el defensor Antonio Esteban Cruz, que se opuso a la
exploración de una minera en el municipio de Cuetzalan del Progreso y ahí mismo
fue ejecutado de cuatro disparos. En Chihuahua, cita el caso de Isidro
Baldenegro, de la comunidad indígena en Coloradas de la Virgen, asesinado al
insistir en la defensa de la tierra contra una minera canadiense. Luego mataron
a otro de los colaboradores de Baldenegro.
Lemus
manifiesta que los señalamientos contra las mineras también conducen a casos de
homicidios de periodistas, entre ellos el de la reportera de Proceso, Regina
Martínez, en Veracruz, quien “denunció graves violaciones ambientales por el
proyecto Caballo Blanco que está llevando a cabo un consorcio canadiense y que
ahorita está reviviendo”. Asegura que también desapareció un periodista en Baja
California Sur por sus notas contra el suspendido proyecto de Los Cardones, y
en Michoacán, tampoco han aparecido los reporteros Ramón Ángeles Alfa y María
Ester Aguilar Casimbe, que señalaron la devastación de recursos naturales por
parte de mineras.
“Encontramos,
por ejemplo, en Sonora, el caso de Alfredo Jiménez Mota, desaparecido también
por hacer una serie de denuncias contra una minera que efectuaba la explotación
de un banco de cadmio hacia el norte del Estado. Y así está salpicado el país,
donde muchos periodistas han sido desaparecidos o asesinados, después de que
curiosamente denunciaron, más que al narco o al crimen organizado, la
devastación ambiental de las empresas mineras”, concluye Lemus.
“MÉXICO A CIELO ABIERTO”
En
el libro “México a Cielo Abierto”, publicado en enero de 2018 por Penguin
Random House, bajo el sello editorial Grijalbo, el periodista J. Jesús Lemus
expone la voracidad de las empresas mineras desde un contexto social,
económico, político y cultural, en el que se muestra no solamente el saqueo de
la riqueza nacional y la explotación del suelo, sino la devastación del medio
ambiente y la coparticipación de grupos de crimen organizado.
El
autor expone en esta obra “muy claramente, cuál es la problemática principal de
la minería en México, que es una desregularización a su actividad, donde ahora
las empresas mineras trasnacionales pueden hacer lo que ellas quieran en el
país. No solamente en el marco de la ley, que les ha sido totalmente laxo, sino
también en el marco de sus atribuciones unipersonales como sería la
contratación de servicios de los cárteles de las drogas que son utilizados como
grupos de choque para el desplazamiento de personas o como elementos de
seguridad privada para el resto de sus empresas.
“Es
una radiografía, la de México a cielo abierto, en la que se expone la crueldad
con la que estas empresas mineras transnacionales están extrayendo todos los
metales preciosos y ferrosos, y hasta derivados pétreos que se encuentran en el
subsuelo mexicano”, concluye el autor.
(SEMANARIO ZETA/ EDICIÓN IMPRESA/ LUIS
CARLOS SÁINZ /LUNES, 12 FEBRERO, 2018 12:00 PM)
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