En 2012, Napoleón Gómez
Urrutia, apostó su futuro en Andrés Manuel López Obrador. Había tenido
acercamientos indirectos con él y a través de personas en el equipo íntimo del
entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, que fueron varias
veces a platicar con él a Vancouver, donde se había refugiado mientras
enfrentaba a la justicia mexicana por un fraude millonario. Gómez Urrutia
esperaba que de ganar López Obrador la Presidencia, la acusación en su contra
se cancelaría. Cuando perdió López Obrador, cambió su discurso para apoyar al
entonces Presidente electo Enrique Peña Nieto. El regreso del PRI a Los Pinos,
le daba esperanzas de libertad.
Desde que comenzó el Gobierno
de Peña Nieto, Gómez Urrutia buscó vías de comunicación a través de poderosos
políticos priistas del norte del país, quienes cabildearon en su nombre.
“Napito”, como llamaban al hijo del líder vitalicio de los mineros, Napoleón
Gómez Sada, confiaba que podría regresar del exilio canadiense, porque las
señales que recibía apuntaban en ese sentido. Lo que escuchó es que el Gobierno
peñista no quería mantener vivo un problema heredado por el Gobierno de Felipe
Calderón -que a su vez lo había recibido de la administración de Vicente Fox-,
y que trabajaría para cerrar el caso.
En el Gobierno había
preocupación, sin embargo, por el respaldo que le habían dado los sindicatos
canadienses y, en particular, los sindicatos de la industria automotriz en
Estados Unidos, con quienes había acordado que a cambio del apoyo recibido en
su exilio en Vancouver, al regresar a México trabajaría para que los contratos
colectivos en las armadoras instaladas en este país, los controlaran ellos. El
Presidente Peña Nieto quería saber de primera mano qué pensaba él y sus
expectativas, por lo que despachó a Canadá, para entrevistarse con él, al
entonces Secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, que hoy despacha en
Gobernación.
Antes del encuentro, a
mediados de ese año, comenzaron a producirse eventos inusuales que beneficiaron
a Gómez Urrutia. El día 6 se produjo el derrame de 40 millones de químicos
peligrosos de la mina Buenavista del Cobre, en Cananea, propiedad de Germán
Larrea, con quien se había enfrentado “Napito”, y donde 10 mil mineros lo
denunciaron por un fraude de 55 millones de dólares. El derrame confrontó
públicamente al Gobierno federal y a grupos políticos del PRI con Larrea, quien
se distrajo de su pleito legal con Gómez Urrutia para enfrentar la embestida
ambiental del peñismo. Tres semanas después del derrame en Cananea, el día 28,
el Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito del Distrito
Federal canceló la última orden de aprehensión vigente en contra de él, al
declarar la inconstitucionalidad de la orden dde aprehensión y de la negativa
de amparo.
En los juzgados se
enfrentaron los jueces por el caso de Gómez Urrutia. Por un lado, los
expedientes en la jurisdicción del Gobierno de la Ciudad de México, los
tribunales fueron fallando sistemáticamente a favor de “Napito”, aunque hubo
magistrados que establecieron que los dictámenes no significaban que no fuera
responsable de uno o varios delitos que le imputaban, y que tenían que seguir
siendo investigados para determinar sus responsabilidades. En el Cuarto
Tribunal Colegiado en Materia Penal sucedió algo aún más extraño, porque para
el voto sobre el caso del ex líder minero, se incorporó a un juez que tras
emitirlo a favor de la cancelación de la orden de aprehensión, fue retirado de
ese órgano y nunca más regresó. Nunca se dio explicación alguna sobre la
aparición efímera de ese juez que sólo participó en el voto sobre “Napito”.
Después de la cancelación de
la orden de aprehensión, Navarrete Prida, quien había estado en Vancouver en
noviembre de 2013 para ver un programas de intercambio de braceros, se reunió
dos veces con Gómez Urrutia en esa ciudad y una tercera más en San Francisco,
California, pero no se conocen los detalles de esos encuentros. Abogados de los
mineros mostraron en su momento extrañeza por lo que sucedió después de agosto
y tras las reuniones con Navarrete Prida. En agosto y septiembre de 2014, en la
prensa se habló ampliamente que el regreso de Gómez Urrutia era “inminente”,
pero nunca se dio. Aunque el fallo fue en firme, o sea, sin posibilidad de
apelación, “Napito” no regresó a México. Los jueces no lo exoneraron del
delito, sino aclararon que tendría que ser llevado a un ámbito no penal. Desde
entonces, la PGR no le ha abierto un nuevo caso, ni Gómez Urrutia ha amagado
con los sindicatos canadienses y estadounidenses.
En una conversación con su
abogado, Marco Antonio Del Toro, afirmó que su cliente ganó todos los casos en
su contra y no hay en estos momentos ninguna orden de aprehensión en su contra,
pero que por recomendación suya, no ha regresado a México porque teme que Grupo
México busque una nueva orden de aprehensión en contra de su cliente. La
libertad de Gómez Urrutia es relativa. Lo que se pudo haber logrado en los
tribunales mexicanos con los apoyos priistas que no tuvo “Napito” en el
Gobierno de Calderón, no le alcanzan para darle la tranquilidad. La posibilidad
de regresar finalmente del largo exilio canadiense se la ha brindado Andrés
Manuel López Obrador al incorporarlo en la lista plurinominal del Senado. Es la
puerta al fuero constitucional para que regrese a México sin temor a que le
vuelvan a pedir cuentas por el fraude que, insisten los mineros, cometió,
cueste, a quien sea, lo que cueste.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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