El golpe contra Ricardo Anaya
fue seco y a la cabeza. Un abogado que dijo actuar en representación de dos
personas cuya identidad reservó, denunció en nombre de ellos que el candidato
presidencial es responsable del delito de lavado de dinero por haber simulado
la venta de una nave industrial y quedarse con 55 millones de pesos, mediante
una triangulación de recursos a través de paraísos fiscales en dos continentes.
La primera respuesta de Anaya es que la acusación era “de risa loca”, pero la
verdad es que suspendió su campaña y se metió a revisar con sus asesores
políticos y abogados la forma como responder. La respuesta fue, como siempre,
un blitz mediático para reiterar que una vez más que se trataba de una guerra
sucia del PRI. Paralelamente, el presidente del PAN, Marcelo Tores, pidió una
cita de urgencia con el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, a
quien le repitió el mismo alegato. El secretario, según trascendió, rechazó las
acusaciones y subrayó que el tema había nacido de una denuncia en la PGR.
Anaya está viendo los altos
costes de su lucha por la Presidencia. El formato de la denuncia, se podría
argumentar, fue cuidado por alguien que entiende de medios, al convocar a una
conferencia de prensa a las ocho de la mañana, justo para que alcanzara a
entrar en los noticiarios de radio matutinos y comenzar a generar ruido
político, a fin de establecer la agenda y controlar los ciclos informativos. La
ola matinal se convirtió en tsunami el martes y se prolongó al miércoles, tras
lo cual, pese a la defensa que hizo Anaya de sí mismo, quedó el olor de
ilegalidades impregnado en la campaña. No es la primera vez que lo acusan de
acciones ilegales por asuntos inmobiliarios opacos, pero sí es totalmente
diferente y de mayor envergadura la acusación porque fue hecha por quienes
presuntamente realizaron la ingeniería financiera del crimen, cuyos dichos
podrán ser verificados. Las posibilidades de que este sea el principio de su
descarrilamiento, son grandes.
La historia no comienza ni
termina –cuando menos por ahora- en Anaya. El prólogo de este escándalo se
empezó a escribir hace varios meses, cuando la PGR inició una investigación a
la empresa Tesorem, en Guadalajara, que se dedica a la creación de mecanismos
financieros para poder evadir impuestos, por la sospecha de que estaban lavando
dinero. La investigación tuvo una consecuencia inesperada en enero, cuando el
abogado fiscalista tapatío Joaquín Xamán McGregor acudió a la PGR para expresar
que sus clientes, Alberto “N” y Daniel “N”, cuyas identidades están protegidas
por la ley, querían aportar información sobre un caso que involucraba al
candidato presidencial.
Los propietarios de Tesorem
acudieron a la PGR a declarar ante el Ministerio Público Federal, y negoció que
pudieran videograbar. Alberto y Daniel dijeron haber sido contratados por
Manuel Barreiro Castañeda, un empresario de Querétaro, y que entre 2016 y enero
de este año, realizaron operaciones financieras en paraísos fiscales cuya
finalidad era hacer llegar 54 millones de pesos a Anaya. Dijeron que cuando los
contrató, analizaron llevar el dinero a Uruguay, pero terminaron desechando ese
mecanismo y optaron por Gibraltar, el territorio inglés en la punta de la
península ibérica, que fue el primer paraíso fiscal que utilizaron. Después
usaron instituciones en Canadá, Suiza y Turcos y Caicos.
En la declaración dijeron que
fueron motivados a presentarse en la PGR porque habían detectado que estaban
sujetos a una vigilancia permanente y que ya estaban recibiendo amenazas.
Proporcionaron al Ministerio Público videos de las cámaras de seguridad de sus
casas y empresa, donde se podían apreciar autos Aveo, azul y blanco –los
colores del PAN, en una caprichosa ironía o, en un juego perverso-. Las
autoridades comenzaron a investigar la propiedad de los automóviles, pero
rechazó darles la seguridad que habían solicitado. La PGR profundizó la
investigación y cateó las propiedades de Barreiro Castañeda. El empresario se
esfumó, por lo que la PGR pidió esta semana una ficha roja a Interpol para su
localización y detención con fines de extradición.
Los financieros expresaron a
las autoridades que querían dar a conocer su caso a la opinión pública, ante lo
cual no hubo ninguna objeción por parte de la PGR. La revelación de la denuncia
la hicieron el martes a las ocho de la mañana, en una conferencia de prensa
bastante inusual. Si fuera cierta esta versión y no fue una operación del
gobierno para magnificar la difusión de la denuncia, tampoco hubo interés de
las autoridades para que no lo hicieran público. El caso, hasta este momento,
involucra directamente a los dueños de Tesorem y al empresario Barreiro
Castañeda. El vínculo criminal con Anaya es la venta de la nave a una empresa
de la que es socio el hoy prófugo de la justicia, y la declaración de Alberto y
Daniel, que los millones que movieron por paraísos fiscales, terminaron en la
empresa Juniserra, propiedad del candidato y de su familia política.
Anaya se defendió en su blitz
mediático y dijo haber pagado todos sus impuestos. Es, en estos momentos, su
palabra contra la de quienes lo imputan. El candidato podría dar a conocer sus
declaraciones de impuestos y abrir todos sus ingresos, lo que no ha querido
hacer. Pero aquí no sólo se está jugando la candidatura presidencial sino
también su libertad y la de su familia política. La transparencia, en estos
momentos, no la retórica, es con lo que le puede dar la vuelta a todo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 22/02/2018 | 06:55 AM)
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