Pero
en nuestro país esta clase de mugre es inagotable. No terminaba el impacto que
causó la inclusión de Rafael Márquez y el Julión Álvarez en las listas de la
OFAC —elaboradas con información de las agencias norteamericanas—, cuando un
grupo de periodistas publicó en medios nacionales y extranjeros una
investigación que evidencia sobornos de la compañía brasileña Odebrecht a
Emilio Lozoya Austin, desde que estuvo en la campaña presidencial de Enrique
Peña Nieto en 2012, y como director de Pemex, durante 4 años.
El
reportaje, firmado por Ignacio Rodríguez Reyna y Alejandra Xanic, es el primero
que presenta Quinto Elemento Lab, un pequeño equipo de reporteros
independientes recién formado y que recibe apoyo de Open Society Foundations.
Ya
había trascendido que Lozoya Austin estaba involucrado en sobornos a los que
Odebrecht había acudido en una decena de países, para conseguir obra pública.
Pero
nadie había documentado nada del caso mexicano. El trabajo sale a la luz cuando
se conocían apenas los resolutivos de la XXII Asamblea Nacional del PRI, donde
se abrió el cerco para que candidatos externos pudieran competir por las siglas
del PRI en el 2018 y donde en una de las mesas se discutió el tema de la ética.
El
reportaje de Quinto Elemento Lab se suma al de los periodistas Daniel
Lizárraga, Rafael Cabrera e Irving Huerta, quienes realizaron el trabajo sobre
la casa blanca de Peña Nieto y al de Animal Político, diario digital que
descubrió la trama de corrupción que envolvía a la administración de Javier Duarte,
cuando aún estaba en el cargo. Y a muchos más —tal vez de menos impacto pero no
menos importantes— que se realizan por los medios tradicionales y por
periodistas de a pie con el propósito de que lo que ocurre en nuestra vida
pública se conozca y los ciudadanos tomen decisiones con mejor información.
El
periodismo está haciendo su parte. Lo ha hecho desde hace décadas aunque tal
vez desde menos trincheras y menos impactantes, pero al menos desde finales de
los años 60´s con mayor consistencia ha estado evidenciando las tropelías de
gobiernos sordos, cínicos pero, además, represivos con la prensa libre.
Y
esto no ha cambiado. Registros de organismos internacionales hablan de que un
80 por ciento de las agresiones recibidas por periodistas en los últimos diez
años provienen de personas que trabajan en alguna institución del gobierno. Por
eso mismo las denuncias no tienen ningún efecto en los casos y por ello casi el
cien por ciento quedan en la impunidad.
Esto
explica por qué los mecanismos de protección a periodistas, creado en 2012, no
han funcionado hasta el momento, pues los encargados de operarlo son al mismo
tiempo parte del problema.
Esta
semana que pasó fuimos víctimas de una amenaza más, terrible, contra un
periodista y escritor, Héctor de Mauleón, quien escribe en diversos medios
también sobre muchos temas, pero que en los últimos años ha tocado intereses de
las bandas criminales de la Ciudad de México y de no pocos políticos, tal vez
muchos de ellos coludidos con estas mafias. La forma en que los criminales
dieron a conocer la amenaza es espeluznante —un hombre dispara en un campo de
tiro sobre la imagen del periodista colocada en una silueta, con un mensaje de
muerte.
¿Por
qué alguien que tiene un arma en la mano y el poder para matar se da el lujo de
publicar una amenaza así? Pues porque sabe que tiene el 99.75 por ciento de
probabilidad de no ser castigado. Por eso. ¿Por qué esa desfachatez? Porque no
hay Estado ni para la sociedad, ni para los periodistas. Y entonces impera la
barbarie.
BOLA Y CADENA
LO PEOR ES QUE EL MECANISMO diseñado para proteger periodistas y defensores de
los derechos humanos no garantiza nada. Pueden contarse muchos casos de éxito,
sobre todo en aquellos donde se han tomado medidas preventivas estrictas, pero
puede afirmarse que en muchas de las agresiones
a periodistas, incluyendo casos de asesinatos, pudieron haberse previsto
y evitado. El problema es que el mecanismo no tiene medidas de diagnóstico de
riesgos que permita avistar posibles ataques. Hasta ahora pretende hacerlo con
la creación de unidades de protección en los estados, coordinados con el
gobierno federal. No creo que con muy buenos resultados, por lo poquito que
hemos visto en Sinaloa y por las experiencias de compañeros en otras entidades.
Porque los intereses terminan tragándose las buenas intenciones.
SENTIDO CONTRARIO
JAVIER COELLO TREJO, EL OTRORA fiscal de hierro al parecer se volvió de paja. Sin más
argumentos que… el licenciado no sacó ese dinero, o… no hay pruebas de que
existieron esos sobornos… todo más o menos dicho, solo le queda decir que
demandará a Odebrecht por daños a la moral contra su representado, Emilio
Lozoya. Y que a los periodistas y medios que publicaron, exigirá derecho de
réplica. Ahora, si la PGR había estado investigando el caso antes que los
periodistas ¿por qué no hay una carpeta con los datos que sí se contaron en el
reportaje?
HUMO NEGRO
Y EN SINALOA ESTAREMOS ESPERANDO que tanto la Unidad de Transparencia como la
Auditoría Superior del Estado, indaguen sobre las compras y ventas fraudulentas
en el INVIES durante la administración anterior. Solo que indaguen. Por lo
pronto.
(RIODOCE/ ISMAEL BOJÓRQUEZ 21 AGOSTO,
2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario