La captura de Javier Duarte
es un enigma por cuanto a qué significa realmente para el Presidente Enrique
Peña Nieto. Se desconoce qué tanto deseaba en su fuero interno esta captura,
pero funcionarios federales afirman que todos los días de los últimos seis
meses, preguntaba al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, si
ya lo habían localizado. Su presión era enorme. “Ni con El Chapo Guzmán
preguntaba tanto como con Duarte”, agregó el funcionario. La ansiedad, iba
acompañada por el descrédito creciente que acumulaba lo evasivo que probaba ser
Duarte, no tiene una paternidad clara.
Después de todo, parecía que
lo habían dejado escapar cuando se liberó la orden de aprehensión dos días
después de pedir licencia como Gobernador de Veracruz hace seis meses. Semanas
antes, el CISEN lo vigilaba, revelaron funcionarios federales, pero los ojos se
cerraron poco antes que, en la víspera de dejar el gobierno, el Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, lo forzara a tomar esa decisión durante
una áspera reunión. La PGR, se quejan en Bucareli, tampoco tomó la previsión de
vigilarlo para estar lista a detenerlo cuando saliera la orden de aprehensión.
Duarte no esperaba que
saliera jamás esa orden de aprehensión. Sabedor de algunos de los secretos de
la familia priista, alardeaba que a él no le sucedería lo mismo que a otros ex
gobernadores priistas en desgracia. “Yo estoy bien amarrado”, parloteaba
Duarte, quien decía que el propio Presidente le había dicho que no se
preocupara por todo lo que aparecía en la prensa sobre de él, que según Peña
Nieto, comentaba el entonces Gobernador, era sólo un problema de medios que
pasaría. El diagnóstico estaba equivocado y se abrió una investigación federal.
Duarte se ufanaba que había
ayudado en la elección presidencial –en este espacio se reveló que, según él,
aportó a la campaña de Peña Nieto dos mil 500 millones de pesos-, y en
estatales. La de Veracruz fue una de ellas. De acuerdo con Duarte, inyectó mil
millones de pesos a la campaña del candidato del PRI, Héctor Yunes, a quien
decía se los había dado en partes, la primera por 250 millones de pesos que el
propio aspirante al gobierno guardó en la cajuela de un automóvil. Esta
afirmación la niega el ex candidato.
También presumía que había
suspendido pagos a la burocracia gobierno y a proveedores para financiar
elecciones, a petición de importantes funcionarios federales. Otro estado donde
metió recursos fue Chiapas, donde entregó 40 millones de pesos en efectivo al
Gobernador Manuel Velasco, para la nómina del órgano electoral estatal.
Veracruz, como ningún otro estado, incluido el Estado de México, produce mucha
riqueza y tuvo la capacidad durante el gobierno de Duarte de ser la caja chica
de decenas de priistas en todo el País.
El dinero político
distribuido subrepticiamente provocó un hoyo financiero en el estado, que llevó
al entonces Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, a pedir al Presidente que
le permitiera intervenir. El Presidente nunca le autorizó tomar acción en contra
de Duarte, quien fue el Gobernador que, rompiendo todas las reglas establecidas
dentro del PRI en 2011, destapó a Peña Nieto como candidato a la Presidencia.
Pocas semanas después de que Duarte solicitara licencia y se convirtiera en un
prófugo de la justicia, el Presidente se mostraba asombrado de todas las
revelaciones en la prensa sobre las fortunas de Duarte, que decía desconocer,
admitiendo que sólo del desastre financiero en Veracruz se encontraba al tanto.
Extrañó que a Peña Nieto le
extrañaran las extravagancias, pues según el propio Duarte en conversaciones
privadas –donde solía decir las cosas más extraordinarias--, cuando el
mexiquense ganó la elección presidencial, le hizo un regaló sin par: un
Ferrari. Para ello, viajó a Austin, la capital de Texas, con su amigo de la
universidad y principal socio en sus multimillonarios negocios, Moisés Mansur
Reynoso, para comprar el icono italiano de la industria automotriz. Nunca
aclaró Duarte si el Ferrari lo adquirió en la única distribuidora que hay en Austin,
o si sólo ahí lo recogió. Tampoco qué modelo escogió, aunque para los más
económicos los precios comienzan en los 200 mil dólares, que serían al tipo de
cambio de 2012, cerca de los tres millones de pesos.
Duarte asegura que sí entregó
el Ferrari al entonces Presidente electo y que por razones obvias, lo guardó.
Nunca se ha visto un Ferrari en manos de familiar alguno o cercano al
Presidente, ni tampoco han existido versiones de que un vehículo de esa
naturaleza se encuentre estacionado en algunas de las propiedades de Peña
Nieto. Fuera de su dicho, no hay manera de confirmar que lo que aseguró en la
primavera del año pasado, como forma de presumir sus estrechos vínculos con
Peña Nieto, sea cierto. Pero locuaz en privado, como demostró varias veces ser,
la especie, cierta o no, es como un dardo envenenado.
¿Qué tanto de todo esto
saldrá a la luz durante el proceso? Es difícil saberlo. Como hipótesis de
trabajo, los detalles de todas estas operaciones secretas a favor del PRI y el
gobierno, son la mejor baza que pudo haber tenido para una negociación que
llevara a su captura o, en la misma línea de pensamiento, su entrega pactada en
Guatemala. Que esté en la cárcel, no aclara si la angustia que sentía el
Presidente por la fuga de Duarte acabe. ¿Qué significa su detención para el
Presidente? El tiempo y el proceso en tribunales irán respondiendo la pregunta.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 18/04/2017 | 01:00 AM)
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