Es
una guerra que se veía venir desde hace tres años, cuando recapturaron a
Joaquín Guzmán Loera en Mazatlán. Febrero de 2014, el Chapo no tenía un sucesor
claro. Por eso la especulación desatada. Si era Dámaso López Núñez, su
principal operador y en quien había depositado toda su confianza gracias a que
lo ayudó a salir de Puente Grande en 2001. O era su hijo mayor, Iván Archivaldo
Guzmán Salazar, quien no tenía la experiencia del Licenciado pero sí llevaba la
sangre del Chapo.
El
negocio de las drogas se ha fundado siempre en las familias. Aquí y en China.
Ahí están las semillas principales y reproducirlas, hacerlas crecer, es siempre
una preocupación de los grandes capos. Los amigos, los compadres, las amantes,
cuando se trata de definiciones así, pasan a segundo término y son
sacrificables.
Fue
lo que ocurrió con Dámaso en estos tres años. Preso el Chapo, se dedicó a
hilvanar su propia estructura a partir de lo que ya tenía en asociación con
Guzmán Loera. De un perfil menos violento, contaba con relaciones en el poder
gubernamental, lograba tratos y acuerdos, y tenía sus conexiones en Sudamérica
y los Estados Unidos. Contaba con más experiencia que Iván Archivaldo, más
relaciones, más nivel… pero no llevaba la sangre del que, al final, tomaría la
decisión.
En
el centro de Sinaloa, Dámaso López Núñez no solo controla buena parte del valle
de San Lorenzo, pegado a la costa de Eldorado —dos zonas estratégicas para el
trasiego de drogas—, sino, hasta hace poco, la policía municipal de Culiacán,
la capital. A su poder se atribuye la designación de Héctor Raúl Benítez —era
yerno del legendario Pedro Avilés— como secretario de Seguridad Pública en el
trienio de Sergio Torres, mismo que fue acribillado en mayo de 2016, días
después de que fue destituido del cargo en medio de serios cuestionamientos por
el asesinato de tres elementos policiacos en la capital. Y bajo ese mismo
perfil, López Núñez ha apoyado a hombres y mujeres para llegar a cargos de
elección popular, desde síndicos hasta diputados locales, por lo menos.
Preso
el Chapo Guzmán, Dámaso López Núñez extendió sus brazos hacia Baja California
Sur, donde luego tuvo que enfrentar las fuerzas de Isidro Meza Flores, el Chapo
Isidro, que también quería la plaza. La Paz, sobre todo, se convirtió en los
últimos tres años, del paraíso que era, en un infierno.
En
Culiacán, Dámaso tuvo roces con Ismael el Mayo Zambada, pero la sangre no llegó
al río. Y fue el Hombre del Sombrero, como se le conoce también, quien
intervino para que las pugnas entre López Núñez e Iván Archivaldo, ya en 2016,
amainaran.
La
fuga del Chapo Guzmán del penal del Altiplano, en julio de 2015, cayó como
baldazo de agua helada para quienes hicieron planes a largo plazo sin su
presencia. El túnel y la escapada tuvieron tantos ingenieros y operadores como
analistas del tema, y entre ellos se mencionó con insistencia a Dámaso López
Núñez. Pero nunca se supo que, una vez libre el Chapo, encumbrara a su
compadre. Por el contrario. Sus hijos, Iván y Jesús Alfredo, fueron su sombra
todos esos meses, hasta que lo atraparon de nuevo en Los Mochis, luego de un
trajinar accidentado por valles y montes de Sinaloa y Durango.
El
Chapo Guzmán cayó en enero de 2016 y para mayo las fuerzas de Los Menores (Iván
y Jesús Alfredo) y del Licenciado ya se estaban enfrentando por las plazas. No
por el mando del cártel, porque ese ya estaba claro a quién se lo habían
dejado, sino por los territorios. El 28 de mayo tuvo lugar el primer
enfrentamiento en Villa Juárez, Navolato. Hubo varios muertos que fueron
recogidos enfrente de la propia policía municipal. Y luego otro más, también
con bajas y en medio de amenazas. “Esta plaza es del Iván”.
En
medio de esta pugna, se supo que el Chapo —ya en el penal de Ciudad Juárez—
había enviado un mensaje a su compadre Mayo. Que se definiera: con sus hijos o
con Dámaso. Por esos días se tuvo conocimiento de una reunión en el Valle de
San Lorenzo, promovida por Zambada. Estuvieron él, Iván Archivaldo y Dámaso.
Tomaron acuerdos, pintaron rayas, ustedes aquí, nosotros acá. Pero era claro
que la guerra estaba cantada.
En
otro frente, los Guzmán peleaban su principal zona de influencia en la sierra
de Badiraguato, luego de que grupos armados, ligados a los Beltrán Leyva,
tomaran La Tuna. Y un hecho, ligado a esta pequeña guerra, trastocó todo el
escenario del cártel de Sinaloa: el asesinato de cinco militares la madrugada
del 30 de septiembre.
Este
crimen desató la furia de las fuerzas armadas, los Menores tuvieron que salir
de Sinaloa, Aureliano Guzmán Loera esconderse en lo más recóndito de la sierra
y el resto de los líderes, el Mayo, Dámaso, Rafael Caro, tomar sus
precauciones.
Dos
hechos más terminaron por enturbiar el ambiente relacionado con el narcotráfico
en Sinaloa: uno, el cambio de Gobierno, que implicó el desmantelamiento de una
red de protección del narco desde las mismas policías locales y estatales. El
otro, la extradición del Chapo Guzmán. El ataque a policías estatales y
municipales, tiene que ver con estas pugnas.
Otra
guerra estalló al interior del cártel de Sinaloa y, si no hay una definición
clara hacia uno u otro bando, ésta puede durar años.
BOLA Y CADENA
¿Y
EL GOBIERNO? BIEN, GRACIAS. La tarde del martes, las policías y las fuerzas
federales llegaron más de dos horas después de que iniciaron los
enfrentamientos en Villa Juárez. Fueron más rápidos los periodistas y los
usuarios de redes sociales. El propio procurador lo reconoció. ¿Qué hubo?
¿Miedo? ¿O es estrategia dejar que se maten y de paso a gente inocente?
SENTIDO CONTRARIO
¿Y
CÓMO QUE DE 249 CÁMARAS DE seguridad que se han instalado en Culiacán solo funcionan
14? ¿Y los nuevos dueños de la seguridad, los militares, no se habían dado
cuenta? ¿Qué tendría qué decir al respecto el alcalde que se fue, Sergio
Torres? ¿A quién le hizo el favor?
Humo
negro
UN
PÉSIMO COMIENZO PARA QUIRINO ORDAZ COPPEL, en su mundo, el mazatleco.
(RIODOCE/
COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 13 FEBRERO, 2017)
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