¿De qué tamaño es la molestia
de los mexicanos? ¿Es sólo el mal humor social que el presidente Enrique Peña
Nieto reconoció que existe en el país? Peña Nieto lleva meses resintiendo sus
bajos niveles de aprobación –para los estándares mexicanos–, que refleja con
frases de frustración en algunos discursos, donde intenta encapsular el
malestar en un segmento pequeño de la población.
Su caída es lenta, gradual,
pero persistente. Esto ya no es novedad. Lo que sí es nuevo, es lo que muestra
la encuesta de Parametría sobre aprobación de gobernadores. La media, por
primera vez, los tiene por debajo del 50% –uno de cada dos rechaza su gestión–,
y en los 12 estados donde habrá elecciones en junio la mayoría piensa que su
gobernador hace un mal trabajo.
¿Qué está sucediendo? “El
Presidente no está solo”, dice el director asociado de Parametría, Francisco
Abundis. A lo que se refiere es que la tendencia de desaprobación de la gestión
presidencial va más allá del mal humor que genera el trabajo de Peña Nieto.
“Los mexicanos están enojados con todos los gobernantes”, agrega Abundis, “con
los partidos políticos y con la clase política también”.
Pero no es con todos. Si se
toman como referencia las elecciones federales del año pasado, el castigo se
centra en el PRI, el PAN y el PRD, cuyos candidatos perdieron en su conjunto
20% del voto que habían tenido en los comicios de 2012, frente a la irrupción
de Morena –que obtuvo centenas de miles de nuevos votantes, según estudios
preliminares–, y de variables como el dominio de Movimiento Ciudadano en
Jalisco
–subordinado a Enrique
Alfaro, que ganó la alcaldía de Guadalajara–, o de los candidatos
independientes que ganaron en el 10% de las contiendas donde participaron.
En el caso de la encuesta de
Parametría sobre gobernadores, la tendencia a la desaprobación ha tenido dos
velocidades diferentes. La primera, entre noviembre de 2002 y febrero de 2014,
cuando el desgaste de 12 años llevó el rechazo del 16 al 44 por ciento.
La segunda de marzo de ese
año a la fecha, donde alcanzó el 47 por ciento. La aprobación ha tenido un
desplome sobresaliente desde diciembre de 2009, cuando llegó a un pico
histórico de 77 por ciento. Se mantuvo relativamente estable hasta marzo de
2013, cuando bajó a 69 por ciento.
Pero desde entonces, ha caído
en una pendiente: 51% en enero-febrero de 2014, una recuperación a 61% en mayo
del año pasado, y un desplome de poco más de 11 puntos porcentuales para
febrero de 2016.
Los niveles más negativos los
presentan Veracruz, con 62% de desaprobación para el gobernador Javier Duarte,
y Oaxaca, donde se registra un rechazo de 53% contra el gobernador Gabino Cué.
Esos estados, donde peor califican a sus autoridades, subraya Parametría,
también son donde más desaprueban la gestión de Peña Nieto.
En esas dos entidades, no por
casualidad, es donde menos confían en las autoridades: 77% de desconfianza en
Veracruz y Oaxaca.
Parametría contextualiza su
estudio en el tema electoral, donde advierte que entre menos aprobación tenga
el gobernador –agravado por un rechazo al Presidente–, mayor la posibilidad de
que cambie de partido la batuta de mando.
Cosa contraria es cuando los
gobernadores están mejor evaluados, como midió a Rafael Moreno Valle de Puebla,
y a Jorge Herrera de Durango, los dos estados donde también el Presidente sale
mejor librado.
Pero en términos de malestar
y humor social, nunca se había visto nada similar desde que se miden los ánimos
de la población.
El promedio de aprobación de
Vicente Fox fue de 54%, que subió 13 puntos en la media con Felipe Calderón
(67%), pero se desplomó drásticamente en la primera parte del sexenio de Peña
Nieto a 47 por ciento.
“Por primera vez en México”,
afirmó Parametría, “hay un descontento generalizado con la clase gobernante”.
Abundis añadió que el estado de ánimo que existe en el país no se había
observado en México desde hace más de 20 años, que es aproximadamente el
periodo donde las empresas de opinión pública han realizado estudios para medir
el humor social.
En este periodo se incluyen
magnicidios, como el de Luis Donaldo Colosio; crisis económicas profundas, como
en 1995 y 2009, o eventos altamente polémicos, como la guerra contra las drogas
en la administración de Calderón.
Abundis se preguntó si
realmente se está hablando de un mal humor, que no es lo mismo que estar
enojado. Si uno está malhumorado, se le puede quitar con un evento que le
cambie el ánimo o con el olvido.
Pero si en realidad lo que se
ve no es sólo el humor social, como sugirió Abundis, de lo que se debe estar
hablando es de una molestia y enojo creciente. Dos estudios –que no son
públicos– que miden esos ánimos, confirman la hipótesis: los mexicanos sí están
muy enojados.
En enero de 2015, 11% se
declaraba dispuesto a enfrentarse con la autoridad; en enero de este año, el
porcentaje había subido a 33. Si en un año la aceptación de estar dispuesto a
desafiar violentamente a la autoridad subió en 300%, el problema que enfrenta
la clase gobernante no se resuelve con discursos. Quizás ni siquiera con
acciones.
Los agravios parecen mucho
más profundos de lo que se ve sobre la piel. Por eso lo antisistémico, como
Morena e independientes, ven con optimismo el futuro que, por cierto, no está
lejos: el puerto está en 2018.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 07 DE MAYO 2016)
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