Álvaro Obregón 1928; Colosio 1994
Por circunstancias ajenas a la política,
pero con repercusiones en las urnas, Sonora fue el único estado, de los 6
disputados, que perdió el PRI en ese 2009.
Por primera vez en su historia, el PAN gobernó en los dominios de Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles.
Si algún estado de la
República resultaba emblemático para que ganara el PRI en la elección del 5 de
julio de 2009 era, precisamente,
Sonora. Hasta antes de la tragedia de la
guardería ABC, nada se veía en el horizonte que pudiera impedir el triunfo de
Alfonso Elías sobre un Guillermo Padrés Elías,
candidato del PAN, en desahucio un mes antes de los comicios y en una
contienda entre primos hermanos.
Eduardo Bours Castelo, entonces gobernador priísta de Sonora, quería un
gobierno a modo que permitiera prolongarle, en el tiempo, un precacicazgo
empresarial y familiar al estilo Bachoco.
Por circunstancias ajenas a
la política, pero con repercusiones en las urnas, Sonora fue el único estado,
de los 6 disputados, que perdió el PRI en ese 2009. Por primera vez en su historia, el PAN
gobernó en los dominios de Álvaro
Obregón y Plutarco Elías Calles. Lo
grave fue que Padrés Elías resultó tan malo como cualquiera de sus antecesores
priístas. Y por esas complicidades del
poder no irá a la cárcel, a pesar de todos sus pasivos, incluida una presa
privada en su heredad que dejó sin agua a miles de sonorenses.
La referencia no es menor con
relación a los dos caudillos. Si de algo
han padecido las designaciones y las elecciones presidenciales en el proceso
posrevolucionario es, precisamente, la ilegalidad y la ilegitimidad, con el
apoyo de un partido de Estado. Calles y
Obregón, los dos generales revolucionarios más connotados, llegaron al poder con la ayuda de las
armas. El caudillismo y el personalismo
de la época rebasaban a las instituciones de la República y, en cada sucesión
presidencial, la violencia física y los asesinatos para perpetuarse en el poder
aparecían como una constante.
Sólo que en la agenda
política del momento no estaba contemplado el magnicidio del presidente electo,
Álvaro Obregón, que resultó una severa llamada de alerta a la “familia revolucionaria”
al poner en peligro su existencia. Es
así como el crimen político obligó a la creación del PRI, en sus orígenes
llamado Partido Nacional Revolucionario (PNR).
Concebido como una confederación de caciques posrevolucionarios, el PNR
estableció las reglas para resolver, en
definitiva, el dilema de la sucesión presidencial, de ahí que el hombre de
Navojoa (Obregón) con su muerte y el de Guaymas (Calles) diera origen al
partido de Estado que gobernó en México, ininterrumpidamente, durante 71 años,
hasta el 2000. El PRI, pues, tuvo su
origen en el grupo Sonora de la Revolución.
Es así como después de 80
años, el PRI sufrió su primera derrota en Sonora y, de paso, se le expropió, en
las urnas, el poder que como gobernadores ejercieron los generales Calles y
Obregón. Y por esas casualidades del
destino le tocó asumir la primera alternancia
a otro Elías, Guillermo Padrés Elías, candidato que, postulado por el
PAN, ganó la elección local del 5 de julio del año 2009.
Como actor principalísimo de
la política nacional y sus triunfos militares, Álvaro Obregón es el general
invicto de la Revolución, aunque
finalmente derrotado por la conspiración desde el poder. El intento reeleccionista de Obregón dio
origen a su asesinato, marcó el inicio del ciclo priísta y canceló,
definitivamente, sus ambiciones de ocupar alternadamente la Presidencia, con
cuatro años de ejercicio y cuatro de descanso,
como inicialmente lo concibió en complicidad con su sucesor, Plutarco Elías
Calles.
El otro sonorense asesinado,
Luís Donaldo Colosio, marcó el cierre del ciclo de 70 años en la primera época
del PRI, con la diferencia de que Obregón fue quitado del escenario político
nacional por querer perpetuarse, indefinidamente, en el poder, El caso Colosio es distinto. Quiso romper con la tutela de Carlos Salinas y ganar la
elección sin la intervención del aparato de Estado, algo no concebible en un
PRI que representaba al mismo Estado mexicano, aunque, en el fondo, el móvil
también obedeció a que se quería a un Colosio dócil dispuesto a reformar la
Constitución para, posteriormente, permitir el regreso de Carlos Salinas a la
Presidencia de la República como una primera opción, por lo que es de
entenderse que en el centro de los dos crímenes políticos estuviera el virus del
reeleccionismo, aunque por motivos diferentes.
Obregón, por su afán de
perpetuidad en el poder, y Colosio por querer
dejar de ser funcional al proyecto de largo plazo del salinismo.
Las evidencias estaban a la
vista. En el mes de diciembre de 1993,
cuando, ya, Luis Donaldo había sido nominado candidato presidencial, José Ángel
Gurría, entonces subsecretario de Asuntos Internacionales de la Secretaría de
Hacienda, manifestó a un grupo de inversionistas japoneses que la seguridad de
sus inversiones estaba garantizada porque el grupo del presidente Salinas
gobernaría hasta el 2018, o sea, 24 años consecutivos. La profecía no se cumplió. El PRI apenas gobernó seis años más con el
gran simulador Ernesto Zedillo.
El mensaje era directo para
el candidato del PRI. A Colosio se le
encargaba un rato la Presidencia, pero en la lista de sucesores estaban
formados Jaime Serra Puche, Ernesto Zedillo y los que aparecieran en el camino
después del 2006. A ello obedeció la
reforma constitucional del 1 de julio de 1994, para entrar en vigor el 31 de
diciembre de 1999. Ahí si no fueron
acuerdos con el PAN, como las primeras gubernaturas concertacesionadas. Vicente Fox,
beneficiario directo de la reforma, ni siquiera aparecía como prospecto;
en cambio, a Serra Puche se le veía como
destinatario diferido, ya que por su ascendencia extranjera no podía aspirar a
la Presidencia de México.
La presencia de tres
sonorenses como figuras clave de la política nacional -Plutarco Elías Calles, fundador del
PNR, Álvaro Obregón y Luis Donaldo
Colosio- cambió, para siempre, la
historia y el destino de México, pero más allá de la fundación de un partido
político y el crimen de un candidato destinado a ser Presidente, el sistema
político y el Estado Mexicano no han podido dar respuesta satisfactoria a dos
magnicidios perpetrados desde el poder, con escenarios alterados y asesinos
inventados.
De Álvaro Obregón se dijo que
el autor material fue José de León Toral.
Sólo que en su libro “México acribillado”, Francisco Martín Moreno reproduce
la necropsia realizada por el médico legista Alberto Lozano Garza. A León Toral se le atribuye haber hecho seis
disparos, aun cuando el cuerpo de Obregón presentaba 19 perforaciones de bala
de seis calibres diferentes. Por eso, la
pregunta no puede hacerse más que de manera irónica: ¿Fueron seis los asesinos
del general Obregón o León Toral uso seis pistolas?
De Colosio se supo que hubo
hasta tres Mario Aburto. La doctora que
en lo inmediato atendió a Luis Donaldo manifestó, ante los medios, que el
candidato presidencial del PRI tenía un balazo en la cabeza y otro en el
estómago, de calibres diferentes.
Del tema no se volvió a
hablar y la versión oficial se redujo, siempre, a sólo el balazo en la
cabeza. Por eso, a 22 años de la muerte
de Colosio, este 23 de marzo, y a 88 años del de Obregón, el próximo 18 de
julio, no se sabe, ni se sabrá, con certeza desde dónde salió la orden para
eliminarlos, con asesinos materiales que finalmente no lo fueron.
(DOSSIER POLITICO/ Tomado de: Roberto
Domínguez Cortés / Impacto/ 2016-03-20)
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