La eternización de un cacicazgo –mal
disimulado con comicios amañados– desató la furia de los habitantes del municipio
chiapaneco de Oxchuc. Dispuestos a impedir la toma de posesión de María Gloria
Sánchez Gómez, los pobladores realizaron varios bloqueos carreteros. El viernes
8 el gobierno decidió reprimir las protestas y envió a medio millar de
granaderos, que a la postre se tuvieron que retirar, derrotados. Dos autobuses
llenos de turistas extranjeros tuvieron
la mala fortuna de pasar en medio de la batalla…
OXCHUC, CHIS. (Proceso).-
Alterado por el alcohol, un encapuchado subió al autobús estacionado en medio de
la vía principal y les gritó a los pasajeros que el vehículo iba a ser quemado.
Era la tarde del viernes 8. A poca distancia, habitantes de esta alcaldía y
policías estatales y municipales libraban una encarnizada batalla.
En el camión, 15 turistas
extranjeros sólo comprendían la palabra “morir”. Gitte Kampman Ronde,
originaria de Dinamarca, tomó su libreta de viaje y escribió su nombre en la
primera página, “sólo en caso de que todo saliera mal, para que llegara a mi
familia y al menos supiera qué me pasó”.
Los viajeros habían estado
encerrados en el camión más de cuatro horas. Decenas de personas con el rostro
cubierto lo rodeaban; algunos lo golpeaban o arrojaban piedras contra las
ventanillas. Desde adentro se escuchaban los impactos de las rocas y también
disparos. Un cristal se rompió…
“¡Sálganse!”, gritó un
hombre. Los turistas se precipitaron hacia la puerta. Bajaron en medio de una
nube de gas lacrimógeno que se mezclaba con el humo negro y apestoso de la
quema de llantas. Corrieron despavoridos con el único objetivo de salir de
Oxchuc, vuelto una “zona de guerra”.
EL CACICAZGO
El municipio tzeltal de
Oxchuc está a un lado de la carretera que conecta la región de los Altos de
Chiapas con la selva. Seis de cada 10 de sus habitantes viven en pobreza
extrema; tres en pobreza moderada y el resto, en situación de vulnerabilidad
por ingreso. El 96% carece de servicios básicos en la vivienda. La mitad de la
población no tiene alimentación suficiente.
Desde la jornada electoral
del 19 de julio de 2015, Oxchuc ha sido escenario de bloqueos carreteros y
brotes de violencia extrema en repudio a la elección de María Gloria Sánchez
Gómez –del Partido Verde Ecologista de México (PVEM)– como presidenta
municipal. La crisis se agudizó a inicios de octubre pasado, cuando ella trató
de asumir el cargo.
Sánchez Gómez pretende
gobernar el municipio por segunda ocasión, alternando el cargo con Norberto
Santiz López, su esposo, quien en los noventa fundó el Movimiento Armado
Revolucionario Antizapatista y en 2005 fue encarcelado por los actos de
corrupción que cometió durante su gestión como alcalde.
A finales de 2004 Sánchez
Gómez destacaba en los medios nacionales como la primera indígena en presidir
un municipio en Chiapas. Once años después su periodo de gloria se acabó. Los
pobladores de Oxchuc rechazan el cacicazgo que construyó con su esposo:
contando la elección pasada, la pareja ha dirigido cuatro de los últimos seis
gobiernos locales, primero al amparo del PRI y luego del PVEM.
El supuesto triunfo electoral
de la candidata generó un movimiento de rechazo, que ganó el apoyo de los
líderes indígenas y permeó en el municipio. Los pobladores abarrotaron la plaza
central y empezaron a bloquear la carretera –una vía importante en la región–
de manera regular.
LA TRAMPA
El viernes 8, el gobierno
estatal invitó a cerca de 80 líderes indígenas a San Cristóbal de las Casas,
presuntamente para dialogar. La mañana de ese día fueron desplegados alrededor
de 500 policías estatales en Huixtán, municipio vecino de Oxchuc.
A las 12:30 horas de ese día
un grupo de viajeros –entre ellos 15 extranjeros– abordó el vehículo de Ómnibus
Cristóbal Colón que los llevaría de San Cristóbal de las Casas a la zona
arqueológica de Palenque, recorrido clásico de la ruta turística chiapaneca.
De los extranjeros –dos
suizos, cuatro australianos, dos canadienses, dos suecos, dos británicos, una
danesa y dos neozelandeses–, sólo una sueca tenía rudimentos de español.
Proceso reconstruyó los
hechos de ese día desde el municipio y mediante entrevistas –por teléfono y
correo electrónico– con seis de los extranjeros. Cinco siguen en el país y
pidieron que su identidad no fuera revelada para terminar sus vacaciones con
tranquilidad.
En poco más de una hora el
autobús llegó a las afueras de Oxchuc. Al toparse con el bloqueo se detuvo. Los
extranjeros alcanzaron a ver que los automóviles daban vuelta y se iban antes
de entrar al pueblo.
Después de 20 minutos una
pick up pasó al lado del autobús, rumbo al municipio. Los turistas vieron que
en la caja de la camioneta se amontonaban encapuchados armados con palos y
machetes.
El diálogo convocado por las
autoridades para esa mañana en San Cristóbal había sido una trampa: en lugar de
discutir, la procuraduría estatal detuvo a 38 de los líderes inconformes.
Enterados de ello, los
pobladores del municipio se pusieron en alerta. Sospecharon que los policías
destacados en Huixtán aprovecharían para desalojar el bloqueo y se alistaron
para repeler un operativo.
El chofer del autobús tomó el
micrófono e informó a los pasajeros que la carretera estaba bloqueada. Los
turistas se asomaron por la ventana trasera y vieron que un semirremolque y
piedras obstruían la vía.
El conductor propuso dos
opciones a los viajeros: salir caminando y tomar un transporte que los llevara
de regreso a San Cristóbal, o esperar a que la situación se arreglara. Algunos
tomaron sus mochilas y se fueron.
Los extranjeros y algunos
viajeros mexicanos decidieron quedarse. Casi todos salieron del vehículo para
estirar las piernas. “El chofer nos dijo que son usuales los retrasos de este
tipo y que a veces un simple pago en efectivo facilita el paso”, recuerda la
pareja de canadienses.
No pasaron ni cinco minutos
cuando un grupo de pobladores les ordenó a los turistas volver al autobús. Los
viajeros se apresuraron a tomar asiento. Tres hombres abordaron el camión y uno
de ellos –quien traía una cadena en la mano– empezó a hablar con tono
tranquilo.
La sueca tradujo a los demás
lo que su escaso español le permitía comprender: “No tomen fotos ni videos.
Manténganse en calma. Si obedecen, no habrá problema. Pero a la persona que vea
con una cámara, la saco del autobús, la encadeno en la carretera y la van a
matar”.
Una turista suiza recuerda
que el hombre intentó explicar la situación. “Nos dijo que viven en una
situación muy mala, sin derechos y con la misma familia en el gobierno desde
hace muchos años; que los niños no pueden ir a la escuela porque las cerraron
todas”.
“EMPEZÓ LA GUERRA”
El nerviosismo se apoderó de
los turistas. El malestar crecía a medida que el calor y la humedad invadían el
ambiente del camión, ya sin aire acondicionado. Se oía el vuelo de un
helicóptero y cada vez más gente llegaba al pueblo.
Esta situación se prolongó
por más de dos horas. Luego, los encapuchados obligaron al chofer a mover el
autobús, meterlo al pueblo y atravesarlo en medio de la avenida principal.
Tomaron las llaves y el conductor salió del vehículo. Nunca volvió. A poca
distancia, otro autobús de pasajeros se encontraba en la misma situación.
Los turistas podían escuchar
gritos y disparos a lo lejos: los uniformados ya habían entrado al municipio y
la furia se desataba. “Ahí empezó la guerra”, recuerdan en Oxchuc.
Dos hombres y una mujer de la
localidad entraron al autobús. “Nos dicen que llamemos a nuestras embajadas
para decir que nos tienen como rehenes. ¡Que les expliquemos la situación
aquí!”, tradujo la sueca. Los extranjeros obedecieron.
En la hora siguiente la
situación se agravó más. Los turistas veían cómo caían granadas de gas
lacrimógeno en medio de la gente, incluso niños y mujeres, quienes corrían
despavoridos. Algunos encapuchados golpeaban el autobús con palos o piedras.
Fue cuando el encapuchado
ebrio les gritó que iban a quemar el vehículo.
“Sólo sé un poco de español y
discerní la palabra ‘morir’ varias veces. Todavía tengo presente la sensación
de mis entrañas envolviéndose y revolcándose como en una feria. Sentí que las
lágrimas llegaban, y deseé nunca haberme subido a este autobús”, narra la
danesa.
Más de cuatro horas después
de iniciada su pesadilla, los viajeros tuvieron finalmente la oportunidad de
escapar del autobús. En la confusión se separaron; sólo los extranjeros permanecieron
juntos.
“Delante de mí unas personas
se refugiaron en una casa. No sabía si era mejor esconderse o atravesar la
ciudad corriendo. La puerta se cerró abruptamente y como los gases lacrimógenos
me molestaban seguí corriendo”, relata la suiza.
Un hombre les indicó que lo
siguieran. Avanzaron pocos metros cuando un grupo de pobladores los detuvo y
les ordenó elevar una manta de gran tamaño encima de sus cabezas para que los
tripulantes del helicóptero la vieran, y los dejaron marcharse.
El hombre los guió afuera del
municipio. Voltearon y vieron una enorme columna de humo negro que salía del
lugar donde estaban estacionados los autobuses. Los vehículos se estaban
calcinando con todo y las maletas, mochilas y pasaportes de los turistas. Ahí
se perdió el rastro de los demás viajeros mexicanos.
Los extranjeros abordaron dos
combis y llegaron a Palenque de noche. Ahí rindieron sus declaraciones ante las
autoridades. Sin un traductor, el trámite no fue fácil.
“La policía y la procuraduría
nos pidieron que no dijéramos nada de lo que nos había pasado”, expone la
sueca. Añade: “Creo que tienen miedo a que esto llegue a los medios y que la
gente deje de ir a Chiapas”.
“Sentí que (los policías) no
eran claros y que no nos explicaron la situación. Tengo la sensación extraña de
no saber realmente qué nos pasó. Todavía ahora (jueves 21) no podría decir
quién peleó contra quién”, confiesa la ciudadana suiza.
Al día siguiente llegó a
Palenque otro grupo de 21 turistas extranjeros. Estaban en shock. Eran pasajeros
del segundo autobús quemado en Oxchuc. Abandonaron el vehículo cuando el caos
se adueñó del pueblo, pero en lugar de salir fueron llevados al centro del
municipio, donde trataron de encontrar refugio mientras los combates
continuaban.
Un hombre les ofreció ayuda.
Lo siguieron durante una hora en el monte. Llegaron a su casa y los 21
durmieron en el piso de su cocina.
A tres semanas de los hechos,
los extranjeros siguen enojados con la compañía Cristóbal Colón –del Grupo
ADO–, pues aseveran que arriesgó la vida de los pasajeros al trasladarlos a una
zona conflictiva. Además se quejan de que la empresa se negó a reembolsar los
boletos e incumplió la promesa de llevarlos a sus siguientes destinos.
Algunos tuvieron que “luchar
como leones” para llegar a Mérida en tres autobuses distintos. Al llegar a la
capital yucateca –tras 14 horas de viaje–, un abogado les dijo que no tenía
caso demandar a la empresa “porque no recibiríamos nada de ella”.
TRIUNFO POPULAR
En Oxchuc el viernes 8,
durante el enfrentamiento, los agentes de la Policía Estatal se vieron
rebasados por los pobladores, quienes los tundieron con piedras, palos,
varillas y todo objeto que tenían a la mano. Se estima en cerca de 50 el número
de heridos. Algunos de ellos afirman que los lesionaron a tiros o con cohetones
y bombas molotov.
Después de algunas horas de
zafarrancho los uniformados se replegaron y dejaron a 37 de sus compañeros en
manos de los pobladores, quienes quemaron tres camiones y varias patrullas, así
como las casas y la bodega propiedad de María Gloria Sánchez y de su esposo.
La noche del domingo 10, las
autoridades y los pobladores de Oxchuc realizaron un intercambio de
“prisioneros”.
Diez días después, 87 líderes
indígenas se reunieron, bastón de mando en mano, y refrendaron su compromiso de
expulsar a la alcaldesa y a su esposo del municipio. También rechazaron la
propuesta de Sánchez Gómez de pedir una licencia de año y medio.
Óscar Gómez López, presidente
de la Comisión Permanente de Oxchuc, advirtió que si el gobierno insiste en
imponer a Sánchez Gómez, ellos mantendrán su protesta y los bloqueos
carreteros. “Acá el pueblo manda y el gobierno obedece”, retoma Gómez López la
consigna zapatista.
LA VERSIÓN DE LA ALCALDESA
Por su parte, María Gloria
Sánchez Gómez rechaza las acusaciones de los inconformes, niega haber integrado
un cacicazgo con su esposo y afirma que ella contendió con 11 candidatos y
nadie la impuso más que el voto.
Refiere que las comunidades
que toman parte en el movimiento de protesta son “presionadas” para que
participen, pues las amenazan con quemar sus casas si no lo hacen. Reafirma que
sigue siendo la alcaldesa y de ninguna forma va a renunciar, como lo demanda
“un grupo minoritario”.
En entrevista con Proceso,
sostiene que detrás del movimiento en su contra se encuentran la diputada del
PVEM Cecilia López Sánchez y sus excontendientes de Nueva Alianza Valdemar
Morales Vazquez, y de Chiapas Unido Jaime Santiz Gómez. Advierte por último que
no cederá a las “presiones” de quienes pretenden ganar con violencia lo que no
pudieron obtener en las urnas.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ ISAÍN
MANDUJANO Y MATHIEU TOURLIERE/ 3
FEBRERO, 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario