El Español / Guerrero.- No
deja de sonreír, habla despacio, mira fijamente a los ojos y sus manos
delgadas, morenas, que cuelgan de sus raquíticos brazos, no paran de moverse. A
sus 60 años, Bertoldo Martínez, médico y activista radical mexicano nos cuenta
que compartió módulo carcelario y amistad con el que, hasta hace un mes, fue el
narcotraficante más buscado del mundo: Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.
El activista nos recibe en su
piso de Acapulco. Sus nietas, dos niñas pequeñas que apenas saben hablar, nos
enseñan sus muñecas. Todas son princesas. Nos cuenta el guerrillero que tras
tres años encarcelado en la prisión de Acapulco, en donde tenía hasta la llave
de su celda, decidieron sin previo aviso trasladarlo a una cárcel de máxima
seguridad junto a cinco compañeros, era la prisión de Puente Grande, en
Jalisco. Tras recibir torturas de todo tipo en el ingreso llegó al módulo 3 y
bajo el número 701 de preso, un día, un hombre “vivo, chaparrito (bajito),
fortachón y de ojos claros” se acercó a él, y entre rejas tuvieron la siguiente
conversación:
¿Qué pasó? ¡Muchos huevos!
¿Cuantos guachos (militares) mataste en Guerrero?.- Si no le dije a los guachos
que me estaban pateando, no te lo voy a contar a ti que me estás preguntando.-
Ya me estás gustando -sentenció el líder del cártel de Sinaloa y continuó: ¿No
hay mota (marihuana) en Guerrero?- Un montón.- Es que ya quiero salir a
trabajar porque me he gastado mucho en mi defensa.- ¿Como cuánto te has gastado?-
Como unos 300 millones.
“Si me dijo de pesos es mucho
dinero, si me dijo de dólares, peor”. A continuación pasaron a las
presentaciones formales, y al escuchar su nombre completo, Bertoldo cayó en la
cuenta de quién era el chaparrito que tenía en frente.
- Ah, ya te he leído yo en la
prensa.
Fue entonces cuando comenzó
una amistad en la que, a partir de las seis de la tarde, desmenuzaban las horas
entre partidas de ajedrez, de dominó, de fútbol y de baloncesto. Martinez
asegura que a El Chapo “se le metía el codo como a uno más”. Incluso, hasta en
cuatro ocasiones el guerrillero tocó la guitarra mientras el narcotraficante
cantaba a capella canciones siempre relacionadas con el corazón. “Es un hombre
a todo dar (un buen hombre)", repite varias veces mientras el teléfono que
tiene guardado en el bolsillo de su camisa gris no para de sonar.
El activista, líder del
Movimiento Popular Guerrerense de base de izquierda radical, reside en
Acapulco, ciudad en la que el narcotráfico, la corrupción y una incipiente
guerra entre distintos grupos de civiles armados (autodefensas) ha conseguido
que descienda hasta el infierno de las cifras que la ubican entre las tres
ciudades más peligrosas del mundo, sólo por detrás de San Pedro Sula
(Nicaragua) y Caracas (Venezuela). Según la Secretaria de Gobernación de
México, el Estado de Guerrero terminó el año 2015 con más de 2.700 homicidios.
Es en esta zona donde desaparecieron a los 43 estudiantes de la Escuela de
Ayotzinapa. Desapariciones, secuestros, asesinatos, mutilaciones, extorsiones
son sustantivos dolorosamente habituales entre los habitantes guerrerenses.
PRIVILEGIOS PARA “EL SEÑOR”
El Chapo, desde Puente
Grande, seguía controlando a su poderoso rancho, el cártel de Sinaloa. Entre
otras cosas, lo hacía porque gozaba de más privilegios que otros presos. “Tenía
teléfono móvil, desde el que hacía llamadas diarias. Leía la prensa, La Jornada
y la revista Proceso, (ambas publicaciones de un marcado tinte de izquierdas) y
tenía acceso a las medicinas siempre que quisiera”. Los carceleros se dirigían
él como El Señor.
El narcotraficante tenía
poder, le respetaban, pero anhelaba algo que sólo Bertoldo poseía: prestigio.
Le mostró su preocupación una semana antes de que el radical quedara en
libertad. “Joaquín me dijo que me iban a soltar el 6 de abril, y me pidió un
favor, que le fuera a recoger un mes más tarde cuando él saliera. No quería que
lo esperaran personas armadas. 'De gente que dé plomazos yo tengo un montón. Lo
que yo no tengo es el pegue (respeto) que tu tienes con la prensa en la
cuestión política', me dijo”. “Nada más dime con qué y te vengo a recoger”, le
respondió Martinez.
Sin embargo, ese día nunca
llegó. El Chapo Guzmán se fugó de la cárcel de máxima seguridad mexicana
burlándose de las autoridades. Hay teorías que narran como el narcotraficante
se escondió en un carrito de la ropa sucia para escapar. Bertoldo, al escuchar
esta postura soltó una carcajada. “A mí nadie me tiene que contar que Joaquín
salió por la puerta”.
Aunque hablaban mucho sobre
política hay dos temas que nunca tocaron el traficante y el guerrillero: ni de
la posible huida ni de narcotráfico. “Sólo me dijo que a él el Gobierno
mexicano no le daba ni una pizca de miedo, pero sí los gringos, porque si lo
extraditaban a Estados Unidos ya no iba a salir más”.
- ¿Y tú Bertoldo, tienes
miedo?- “Miedo no he dejado de tener nunca. Pero no tengo miedo al
narcotráfico, mi miedo es al Estado”.
Su nieta viene andando de
forma patosa y con las manos llenas. Tengo que elegir las princesas que más me
gustaron. Escojo a tres. Bertoldo Martínez y Joaquín Guzmán no volvieron a
verse y probablemente ya no lo hagan nunca. Un mes más tarde de su captura en
los Mochis, en su tierra natal, El Chapo sigue entre las rejas de la prisión
del Altiplano, de donde se escapó la última vez a través de un túnel construido
debajo sus pies. Bertoldo sigue con su lucha: “Si me siento me muero, por eso
sigo caminando”.
(ZOCALO / AGENCIAS/ 08/02/2016 - 07:35
AM)
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