Juan José Ríos es una pequeña ciudad complicada en su
geografía: una parte pertenece a Ahome –el mismo municipio donde está Los
Mochis– y la otra a Guasave. En el mapa del narcotráfico, nacer de un lado o
del otro, se convierte en un dato de vida definitivo. A seis kilómetros de
aquí, ocurrió la detención de Joaquín Guzmán Loera, la celebridad del
narcotráfico más rutilante del planeta. Pero en esta tierra de aguazales
rebeldes, a la que le han negado la categoría de municipio, olvidada por los
dos ayuntamientos que la ostentan, ni los investigadores, los cronistas o los
habitantes creen que la realidad vaya a cambiar. Guzmán Loera concentró aquí
parte de sus huestes. Y sus enemigos, a otras. Así que en “Ché Ríos” –como se
le dice– la muerte continúa como si nada. Este es el microcosmos de la disputa
de las plazas del narcotráfico sinaloense, a partir del cual, se entiende el
poderío operativo y de defensa de “El Chapo” Guzmán y también, sus palabras en
la entrevista con el actor Sean Penn. Aquí no hay oferta de empleo de ningún
tipo y esos muertos que al amanecer aparecen en las calles terregosas no
vivieron más de veinte años. Este es el termómetro de la violencia intacta, la
que por nada parece alterarse.
Juan José Ríos, Sinaloa, 13
de enero (SinEmbargo).– Hace tres días, a unos 17 kilómetros de aquí,
capturaron por tercera ocasión al narcotraficante sinaloense más célebre y
legendario del mundo. Llegaron medios internacionales y nacionales por cientos.
Mientras esperaban turno para recorrer ese tubo de drenaje por donde Joaquín
Guzmán Loera “El Chapo” Guzmán intentó escapar, organizados por la Secretaría
de la Marina Armada de México (Semar), la tensión siguió como si nada en Juan
José Ríos, como en ese aviso que brinda a veces el preámbulo de la muerte.
Se están cumpliendo cien
horas de que “El Chapo” fue reaprehendido en Los Mochis. Y en Juan José Ríos no
ha cesado el patrullaje de elementos de las policías municipales, tanto de
Ahome como de Guasave, así como del Ejército Mexicano. El síndico Juan Ernesto
Cota Leyva acaba de aceptar para este medio digital que hay un destacamento de
la Marina Armada de México en las instalaciones de la casa ejidal, sin hacerse
notar mucho entre la población.
Al lado de la carretera
México 15, ni rural ni urbana, perteneciente a dos municipios, abandonada en
recursos financieros por los dos, la población de Juan José Ríos ha encadenado
en su memoria los tintes de la tragedia: la amenaza a autoridades, el toque de
queda a partir de las 20:00 horas impuesto por los vecinos, la bala en
trayectorias azarosas y al final, la muerte. La muerte de cientos de jóvenes menores
de 30 años que han caído en estas calles terregosas en la última década.
En la oficina de la
sindicatura, un hombre acepta brindar los registros y está claro: el año
pasado, cada semana un hombre murió en estas calles polvosas. Los papeles
describen algo más: primero se secuestra, luego se tortura hasta quitar todo
halo, en ese mecanismo macabro llamado “levantón”. Y están las balaceras.
“Tracateras pá zapatear”, ratifica el hombre. También las decenas de
desaparecidos.
Juan José Ríos fue el escenario
donde quedó montada la escena-preludio de la detención de “El Chapo”. En el
amanecer del cinco de enero, aparecieron dos cuerpos sin vida en la carretera
México 15, en la calle San Francisco, en un punto donde con ironía está
instalado el letrero que indica: “Bienvenidos al corazón agrícola de México”.
Uno tenía 15 años y el otro (“con aspecto del Sur”, relataron elementos de la
Policía Municipal de Ahome) quedó en calidad de desconocido. Fueron
“levantados” por sujetos armados, por la calle Once. Junto a ellos, más de 30
casquillos de calibre AR-15.
“La zona está caliente”,
resumió de Juan José Ríos el Gobernador Mario López Valdez, en una gira por El
Fuerte, unas horas antes de la captura de “El Chapo”.
Aquí jamás ha estallado la
paz. “Ché” Ríos –como la población suele llamar este punto del mundo que lleva
el nombre del General que organizó la Huelga de Cananea, un liberal
revolucionario también escritor, que le compuso un poema a los caídos de todas
las guerras- sigue como siempre, como el pedazo de tierra donde se han
enfrentado las huestes de Guzmán Loera con las de los hermanos Beltrán Leyva.
“No se debe andar en el
camino si no tiene negocio. Eso todos los saben”, advierte un habitante, chofer
de camión que recorre la carretera México 15 todos los días desde la madrugada
hasta el anochecer. “Es feo. Que se entienda. Sobre lo feo no hay preguntas”,
insiste con esa forma de hablar que simula un código. Luego su memoria se va a
2008, cuando asesinaron a un compañero suyo, de esta misma ruta. Apareció sobre
el volante, con el carro ladeado.
Para tal impedimento para el
visitante, hay un argumento que se encuentra en los boletines de la
Procuraduría General de la República(PGR). Reunidos, esos papeles oficiales
arrojan una crónica fiable de dos grupos enfrentados en el narcotráfico del
país. Por un lado, los Beltrán Leyva. En el otro, el Cártel de Sinaloa.
Disminuidos tras la captura
de Alfredo,“El Mochomo”, detenido el 21 de enero de 2008, y la muerte de
Arturo, caído al año siguiente en un operativo de la Armada de México en
Cuernavaca, Morelos, Fausto Isidro Meza Flores, “Chapito Isidro” tomó lo
remanentes de la agrupación. Según información de la Administración Federal
Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) en su batalla le
puso cara a las huestes de Joaquín Guzmán Loera; es decir, a Orso Iván
Gastélum, “El Cholo” Iván, ahora detenido. Según el organismo estadounidense,
él podría ser el sucesor de Guzmán Loera en el trasiego de heroína y
metanfetaminas en la ruta México-Estados Unidos.
Y Juan José Ríos es el
microcosmos de tal batalla.
Ernesto Gómez López es
investigador de la región norte de Sinaloa y cronista radiofónico de los
sucesos de este valle. Ha caminado miles de veces las rutas enlodadas y
terregosas de “Ché Ríos”. Así describe a la tierra de aquí mientras ya está
anocheciendo y como suele ocurrir, empieza el resguardo de la gente en sus
casas: “Esta es la línea divisoria entre los grupos de los dos chapos, Guzmán e
Isidro. Es una morgue, un tiradero de muertos. No es ni de aquí de allá. Está
muy lejano a Guasave y más cercano a Ahome. Es el territorio idóneo de la
disputa nacional encajada en un pequeño territorio sinaloense. Eso es Juan José
Ríos”.
Si en su entrevista con el
actor Sean Penn, Joaquín Guzmán Loera sostuvo que ingresó al narcotráfico por
falta de oportunidades, este es un paraje que le hubiera servido de mucho en su
pretendida película.
Como le ocurrió a él en La
Tuna, Badiraguato, aquí no hay otra forma de vivir que no sea la agricultura. Y
muchas veces, el pago para los cultivos de maíz se retrasan meses. O hay robo
de cosecha y maquinaria agrícola. Unos cinco mil niños que ahora componen la
población infantil deben crecer en esa encrucijada. Y los casi 25 mil
habitantes en conjunto deben sobrevivir en medio de la redonda tragedia que une
muy bien a la pobreza con la oferta del narcotráfico.
“Por todas sus
características, Juan José Ríos es una parcela de poder muy apetecible. Es
punto de anclaje de la carretera internacional y Los Mochis. Geográficamente
nos encontramos con Los Mochis, la ciudad próspera. Los grupos delincuenciales
tienen pleno conocimiento en materia de consumo y distribución de drogas. Así
que aquí transcurre una guerra tanto por el consumo local como el dominio de la
plaza”, expresa Jorge Luis Montiel, politólogo-investigador por la Universidad
Autónoma de Sinaloa (UAS), radicado aquí.
Montiel fue aquí profesor de
Preparatoria durante décadas. Y ha visto la conversión de algunos de sus
alumnos. “Niños que se hicieron hombres en asuntos que no se pueden mencionar”,
describe y hace la frase más larga por el tono de lamento. “Yo guardo un
silencio de respeto”, concluye.
¬Y entonces, ya detenido
Joaquín Guzmán Loera, ¿en qué pueden cambiar las cosas aquí?
Marco Antonio Borboa Trasviña
es sociólogo y catedrático de la Universidad de Occidente (UdeO) en Guasave.
Acepta compartir su visión:
“El único escenario que se
alcanza a ver es que todo va a estar igual. No porque capturen a una persona se
va a terminar la ola de violencia que deja el pleito por las plazas. Así sea
él, “El Chapo”. Los capos siguen ordenando desde donde están encerrados. Y si
no es así, hay gente dispuesta a suplirlos. Juan José Ríos es un ejemplo de que
la detención de una persona no es impactante en la pequeña realidad”.
La Plazuela de la desolada población
donde se definirá el futuro del narco en Sinaloa. Foto: Google Maps
Los años han sido malditos
desde 2010. Ese año, el panteón al lado de la zona de El Estero –un arroyo con
caudal apacible en invierno, pero bravo a capricho de huracán- sirvió para la
matazón. Cuatro hombres, dos mujeres y un niño fueron ejecutados cuando
viajaban en una Cheroke roja modelo antiguo y en un Grand Prix modelo 99 con
armas de grueso calibre.
Pero 2011 no fue mejor. Los
amaneceres reproducían escenas de terror como la que se encontró en el Poblado
5 cuando hallaron atados de manos a tres hombres que habían sido secuestrados.
Era febrero y el año ya arrojaba 10 levantados. La muerte siguió sin mostrar
cansancio. 2012: 25 muertos, 2013: seis ejecutados dentro de una vagoneta marca
Jeep color negro el 21 abril y otros seis el 5 de mayo; 2014: un vecino es
acribillado en las calles mientras caminaba. 2015: joven –casi adolescente– es
hallado en un paraje…
Dice un vecino: “Los
territorios quedaron marcados. La calle San Francisco que divide al rancho,
entre Guasave y Ahome es la frontera. Los de allá son pochos (en alusión a como
se le llama a los hijos de mexicanos del otro lado de la frontera con Estados
Unidos)”. Lo dice mientras está del lado de Guasave.
EL OMBLIGO DEL DIABLO
El polvo es el mudo testigo en las
calles de Ché Ríos. Foto: Google Maps
Desde el kiosko de la
plazuela, se extiende un espectacular atardecer sobre un valle muy verde. El
fresco del río llega hasta acá. Los de aquí cuentan que en tiempo de lluvia, la
escena apesta. Es creíble porque el drenaje sanitario data de los sesenta y no
resiste más agua.
Aquí hay una esperanza. Muy
fuerte. Que este terreno que no recibe ni el 1 por ciento de los recursos de
los dos municipios a los que pertenece, se convierta por sí mismo en un
municipio. Antiguos vecinos, algunos con más de 60 años de edad, han integrado
la Coordinadora Ciudadana Pro Municipalización. Su iniciativa ha estado en el
Congreso del Estado de Sinaloa en dos legislaturas; ahora mismo hay una demanda
ante el Tribunal Estatal Electoral para impulsar su dictamen. En el diagnóstico
de dicha iniciativa se encuentra el círculo de la desgracia. Aquí se arranca la
vida sin oportunidades y se termina en la misma forma.
“La región no se caracteriza
por su ‘atractividad’ para la inversión a gran escala, lo que ha impedido que
la industria de transformación se convierta en el eje alrededor del cual se
transforme la economía, quedando la actividad a cargo de los inversionistas
locales, cuya capacidad financiera es limitada, orientándose mayoritariamente
hacia el comercio y los servicios de alcance local”, se lee en el documento en
el que se basa la petición de que Juan José Ríos se convierta en municipio.
Jorge Luis Montiel, politólogo-investigador
por la UAS, dice que este laberinto puede concluir si un día, se consigue el
nivel de municipio y se obtienen recursos propios de la Federación. Apunta: “Es
un gran paso para que la tierra deje de ser el ombligo del diablo”.
(SINEMBARGO.MX /Linaloe R. Flores /
enero 13, 2016 - 00:05h)
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