El gobernador, sin duda
alguna, será un factor de poder en la sucesión gubernamental. Lo está siendo
ya. La campaña adelantada de su secretario general de Gobierno, buena parte de
ella con recursos del erario, no podría ser sin su beneplácito—complicidad.
Mario López Valdez midió con varas distintas las aspiraciones de otros de sus
hombres del gabinete. Eduardo Ortiz y Roberto Cruz no corrieron la misma suerte
y tuvieron que salir de la administración, cada quien en su contexto.
Gerardo Vargas Landeros, sin
embargo, sigue con su precampaña, haciendo caso omiso de leyes y ordenamientos,
de críticas, reclamos y memes. Va de frente, hasta ahora, contra lo que se
atraviese, Malova cuidándole la espalda. Sabe que no tiene oportunidad en el
PRI, pero se han propuesto, ambos, estirar la liga con otro propósito: que no
sea Jesús Vizcarra Calderón el candidato. Si esto se logra, solo con eso,
habrán cortado un trébol de cuatro hojas.
Desde luego que este factor
tiene sus límites. Con el regreso del PRI a Los Pinos se acabó el breve lapso
en que virrey ponía virrey. Le tocó hacerlo a Juan Millán con Jesús Aguilar
Padilla y si las condiciones fueran aquellas, estaríamos viendo ya a Vargas
Landeros como virtual gobernador.
Pero Malova llegó con el
panismo y se retirará bajo un régimen priista, lo cual modificó drásticamente
sus escenarios. Ahora tendrá que negociar con el centro del poder su retirada.
Tampoco, no hay que confundirse, es un subalterno de Enrique Peña Nieto, quien,
por su lado también le conviene un buen acuerdo porque ocupa ganar gubernaturas
para ir preparando su retirada dentro de tres años.
El gobernador trae una carga
muy pesada y eso lo obliga, por sí misma, a sentarse a negociar: la enorme
corrupción que hay en su Gobierno. Ya no digamos aquello relacionado con la
seguridad y la complicidad de sus estructuras con los grupos locales del
narcotráfico —porque también el Gobierno federal cojea de la misma pata—, sino
aquella relacionada con el dinero. Si un sello le ha impuesto Malova a su paso
por el Gobierno, es ese: la corrupción. Y como siempre se dejan huellas —en
realidad estos traen un embarradero—, no sería muy difícil, si ese fuera el
propósito, fincar responsabilidades contra los que pronto se irán de la
administración. Y no serían pocos, incluyéndolo a él mismo.
¿Les dice algo lo que está
ocurriendo en Sonora? Desde que arrancaron las precampañas en aquel estado
surgieron las advertencias de que el todavía gobernador panista, Guillermo
Padrés, estaba siendo investigado tanto por la administración federal, como por
el gobierno norteamericano, debido a que se descubrieron transferencias
millonarias a cuentas de Padrés en los Estados Unidos y Holanda, producto de
contratos otorgados sin licitar. Lo publicó el The Wall Street Juornal en
marzo.
Luego, ya como gobernadora,
la priista Claudia Pavlovich Arellano anunció, al segundo día de su mandato,
que inició una investigación por el sobregiro de 10 mil millones de pesos que
encontró de la administración anterior. Un mes después, la segunda semana de
octubre, su gobierno solicitó 67 procedimientos penales contra 12 ex
funcionarios por el presunto desvío de 760 millones de pesos y actos delictivos
contra el patrimonio estatal.
Por si esto fuera poco, la
esposa del ex gobernador está siendo involucrada en el caso de tráfico de bebés
a través, presuntamente, del DIF estatal, y que ha sido atraído por la PGR para
su investigación.
Una cosa es el ruido
electoral que siempre se provoca al calor de las campañas, pero otra muy
distinta lo que se hace ya como parte de un gobierno. Y Guillermo Padrés está
en serios problemas. Y que conste, Pavlovich no trae nada personal contra el ex
gobernador.
¿Quién de los aspirantes
priistas estaría en la tesitura de investigar a la administración saliente de
Sinaloa? Sin duda, solo uno: Guadalupe de Jesús Vizcarra Calderón. Con ganas de
meter a la cárcel a más de cuatro, incluyendo a López Valdez. Ninguno del
resto. Por eso el gobernador está puesto para una buena negociación con Los
Pinos. Sabe que si el candidato es el empresario de la carne le pedirán, por lo
menos, que no meta las manos en el proceso electoral, so pena de enfrentar al
poder central. Con la obviedad de que, si el candidato no es Vizcarra, apoyará
con toda la estructura del gobierno estatal al candidato que mande el PRI. Al
que sea. A ellos les dará lo mismo: tendrían el trébol en sus manos.
BOLA Y CADENA
ESTO MISMO SE APRECIA EN EL
SENTIMIENTO de mucha gente y lo expresa a través de las encuestas. No son pocos
los entrevistados que dicen votarían por Jesús Vizcarra, entre otras razones,
porque desean “que meta a la cárcel a Malova”.
SENTIDO CONTRARIO
ESAS MISMAS ENCUESTAS
reflejan otro dato incontrovertible: los aspirantes que se movieron todos estos
meses, legal o ilegalmente, subieron en las preferencias. Al grado de que
Gerardo Vargas se le encaramó a Aarón Irízar, que se ha mantenido quieto en
aras de “respetar” tiempos y formas. Subió también Heriberto Galindo y hasta el
Morrín, aunque éste sigue estando muy abajo en las preferencias de los
electores a nivel estatal por razones obvias. Vizcarra no ha dicho esta boca es
mía y ha bajado puntos aunque sigue arriba de todos.
HUMO NEGRO
¿ES POSIBLE QUE HASTA EL
MOMENTO el empresario Jesús Vizcarra Calderón no tenga definido él, en lo
personal, si se viene o no a competir de nuevo por la gubernatura? Sí, claro
que es posible. Lo último que supimos es que, en una charla con el dirigente
nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, éste le preguntó si se vendría o no y
Vizcarra le habría respondido que no lo tenía decidido todavía. Y que solo se
vendría en el caso en que el presidente de la república se lo pidiera. Lo que
tal vez Vizcarra, con toda su experiencia no alcance entender todavía, es que en este país el
presidente no pide: ordena.
(RIODOCE/ REDACCION
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