Los persiguió hasta su extinción en
Sonora, luego de que una banda de apaches broncos degolló a su esposa y se
llevaron a su hijo
En la década de 1920 hubo
varias incursiones cometidas por una banda de apaches broncos conducida por un
hombre rubio que lucía una copiosa barba que le llegaba hasta la cintura. En
1924 una partida de apaches cruzó la frontera y, entrando en el sudoeste de
Nuevo México, mataron a un vaquero llamado Fisher. A continuación robaron en un
rancho. Perseguidos por vaqueros los atacantes regresaron a México donde unos
días después los hermanos Hunt, dos vaqueros estadounidenses que trabajaban en
Sonora, tuvieron que buscar un escondite para evitar una partida de media
docena de apaches. Desde su escondite, los Hunt observaban el paso de los
indios cuyo jefe resultó ser un hombre blanco que llevaba una larga barba rubia
que le llegaba hasta la cintura. Se decía que era nada menos que Charles
McComas que por aquel entonces tendría unos 50 años (Meed 1993: 54,58).
La guerra particular de
Francisco Fimbres.- Debido a la presencia de los apaches, la región de Bavispe
y Nacori Chico se consideraba una tierra de nadie. Durante la década de 1920
hubo otra banda apache que tenía por jefe a un hombre conocido por el apodo de
«Indio Juan». Delante de los aterrorizados aldeanos y campesinos mexicanos que
lograban sobrevivir a su rapiña, se jactaba de que les dejaba con vida para que
le preparasen un botín para la temporada siguiente. Se le conocía como un
individuo muy sanguinario, con una personalidad rayana en la paranoia. Cometió
numerosos saqueos contra los ranchos y granjas de los mexicanos e incluso
contra el pueblo de Nácori Chico (Sonora). Durante un período de varias
semanas, asesinó a una familia entera, una maestra de escuela de Casas Grandes
y a un trampero, y raptó a un niño en Sonora (Meed 1993: 59).
En represalia, un ganadero llamado
Francisco Fimbres, acompañado únicamente por dos de sus vaqueros, siguió las
huellas de los apaches y logró sorprender su campamento, recuperar algo del
ganado robado y apresar a una niña. Esta resultó ser nada menos que una
bisnieta de Gerónimo y al igual que otros muchos niños apaches fue adoptada por
la familia de su captor que le dio el nombre de Lupe. Integrada plenamente en
la cultura de sus captores se consideraba a sí misma como una mexicana. Pero
los apaches no lo aceptaban y unos años después se vengaron.
En octubre de 1927, una
partida de apaches cayó sobre el rancho de Fimbres, degollaron a su esposa y se
llevaron a Heraldo, el hijo pequeño del matrimonio (Meed 1993: 66-67). Aunque
algunas personas creían que el jefe de esta banda era el indio Juan, otros
decían que era Charles McComas. Lupe corroboró esta versión diciendo que siendo
niña recordaba que a menudo un hombre barbudo blanco visitaba su campamento
(Meed 1993: 72). Sin embargo, si se acepta esa versión, de alguna manera
Heraldo pasó al grupo del sanguinario «Indio Juan» porque como se verá, allí es
donde Fimbres dio con él.
A partir del luctuoso suceso
Fimbres, se dedicó durante años a buscar a su hijo, organizando varias
expediciones en busca del pequeño. Incluso llegó en 1930 a organizar un
ejército personal compuesto por pistoleros estadounidenses para cazar a los
culpables. Consiguió el apoyo de numerosos hombres de negocios del pueblo de
Douglas (Arizona), cuya influencia contribuyó a una extensa campaña
publicitaria a lo largo de los Estados Unidos. Reuniéndose en el sur de
Arizona, se presentó como la última cacería de apaches en la que los
participantes, además de poder cobrar piezas humanas, podrían penetrar en una
de las zonas más agrestes y desconocidas de México. Se reclutaron más de mil
hombres que tuvieron hasta su propio avión para espiar campamentos apaches,
pero el gobierno mexicano se alarmó ante la posibilidad de tener en su
territorio a tantos estadounidenses armados y abortó el proyecto (Meed 1993:
101-105).
Pero Francisco Fimbres no
cesó en el empeño de encontrar a su hijo. A principios de marzo de 1931,
Francisco, su hermano Cayetano y varios compañeros lograron tender una
emboscada a un grupo de apaches y matar a tres hombres, a los que arrancaron el
cuero cabelludo. Al regresar a Bavispe, posaron con sus trofeos para un
fotógrafo del periódico Arizona Daily Star que publicó el retrato el 13 de
marzo. Fue el comienzo de una cacería que acabó con la última resistencia
apache. Poco después Fimbres y sus hombres entraron de nuevo en Sierra Madre,
atacaron la banda de «Indio Juan» y mataron a éste y a varios de los suyos.
Pero los indios en su huida dieron muerte a su cautivo, el niño Heraldo
Fimbres, lo cual afectó enormemente a su padre que juró vengarse. Por su parte
el gobierno mexicano optó por usar sus propios cazadores de indios. El más
destacado de estos era Fimbres que no cesó en su empeñó hasta lograr el
exterminio de la banda principal de los broncos (Salopek. Chicago Tribune, 27
julio 1997: 1,11). No obstante las incursiones continuaron, como la del 12 de
abril de 1930, cuando una partida de apaches mató a tres hombres cerca de
Nacori Chico (Sonora). Se decía que su líder era un descendiente de Gerónimo
(Wellman 1987: 275)
Tentativas antropológicas.-
En el primer tercio del siglo XX los antropólogos Morris Opler y Grenville
Goodwin llevaron a cabo una importante labor de trabajo de campo entre los
apaches en Estados Unidos, el primero con las tribus orientales, chiricahuas,
mescaleros y apaches-kiowa, mientras su colega se dedicó al estudio de los
apaches occidentales de las reservas de Fort Apache y San Carlos. La situación
de los broncos sobrevivientes en México atrajo la atención de ambos, sobre todo
de Goodwin. En 1934 éste calculó que no quedaban más de 30 apaches libres.
Escribiendo a Opler afirmó que estaban «Luchando una batalla perdida en México
y sólo es cuestión de tiempo el que sean exterminados».
Goodwin y alguno que otro
agente de asuntos indios americano intentaron establecer contacto con los broncos
pero sin éxito. «Puedo decir que sería absolutamente imposible conseguir que un
hombre blanco estableciera contacto con esta gente. Son demasiado
primitivos…mis propios amigos, los apaches occidentales les profesan mucho
miedo y no tienen ningún contacto con ellos» (Opler 1973: 48). Según parece
Goodwin intentó establecer contacto con ellos pero su prematuro fallecimiento
en 1940 puso fin a la tentativa.
Alicia Delgado, historiadora
amateur de Tucson (Arizona) que sirve de contacto con los medios informativos
para varios grupos de apaches afirma que «los apaches americanos saben lo que
pasó a sus antepasados en México pero es un tema que prefieren no comentar en
público. Es simplemente parte de la historia de su pueblo que consideran como
privado» (Salopeck, Chicago Tribune, 27 julio 1997).
Epílogo.- En la primavera de 1933 tuvo lugar
la última «batalla» de importancia con los apaches en un arroyo situado en
Sonora a unos 480 kilómetros al sur de la frontera. Allí una partida de
ganaderos mexicanos mató unas dos docenas de apaches, la mayoría mujeres
guerreras pues ya quedaban pocos hombres. Tres bebés sobrevivieron y fueron
adoptados por familias mexicanas. A los pocos días, unos vaqueros hallaron a
una muchacha apache de unos 12 ó 13 años, medio desnuda y exhausta deambulando
por las montañas Tasahuinora.
La llevaron al pueblo de
Nuevas Casas Grandes donde los aldeanos la vistieron con unas prendas
masculinas, encerrándola a continuación en la cárcel del pueblo por falta de
lugar seguro. Se negó a tomar alimento alguno mientras los curiosos acudían a
mirarla. A los pocos días expiró (Salopek 1997: 1 y 11).
Fimbres condujo su última
expedición contra los apaches en noviembre de 1935. Debido a las fuertes
nevadas, un grupo de apaches formado por dos hombres y varias mujeres bajó de
su escondrijo en lo alto de Sierra Madre, cayendo en una emboscada tendida por Fimbres
y algunos amigos que los mataron a todos. Tomado de “Después de Gerónimo: los
apaches broncos de México”, de Edward K. FLAGLER
(QUIDNOTICIAS.COM/ 09/10/2015)
¿al final que le paso a Francisco Fimbres despues de su ultima expedicion? deberian hacerle una pelicula.
ResponderEliminarTremendisimo hijo de puta así arda en el infierno.
ResponderEliminar