La
revista Esquire México encontró a una de las tres sobrevivientes de la balacera
del 30 de junio pasado en Tlatlaya, Estado de México, que dejó 22 presuntos
delincuentes muertos. La testigo ofrece una versión muy distinta de la que han
difundido el Ejército y la Procuraduría General de la República, en el sentido
de que los militares abatieron a esas personas en
“legítima defensa”. Según la
mujer, 21 de esos individuos fueron fusilados aun cuando ya se habían rendido.
Con autorización de Esquire México, Proceso publica la investigación del
reportero de ese medio Pablo Ferri Tórtola y el material de la fotógrafa
Nathalie Iriarte. El reportaje es difundido de manera simultánea por el sitio
electrónico de dicha publicación mensual.
MÉXICO,
D.F. (Esquire).- El pasado 30 de junio elementos del Ejército mataron a 22
presuntos delincuentes –21 hombres y una mujer menor de edad– en una bodega
ubicada a un kilómetro de la comunidad rural de San Pedro Limón en el municipio
de Tlatlaya, Estado de México, casi en el límite con Guerrero. La versión
oficial, emitida ese mismo día por la Secretaría de la Defensa Nacional
(Sedena), dice que los delincuentes atacaron a los militares que patrullaban la
zona, que hubo un enfrentamiento entre ambos bandos y que los miembros del
Ejército mataron a todos durante el tiroteo. Incluso el gobernador del Estado
de México, Eruviel Ávila, dijo el 1 de julio que “el Ejército en legítima
defensa abatió a los delincuentes”.
Ahora,
dos meses más tarde, Julia –su nombre no es el real–, testigo del suceso
entrevistada por Esquire México, asegura que fueron los soldados quienes
dispararon primero y que los presuntos delincuentes respondieron, que sólo uno
de los jóvenes murió en el enfrentamiento y que los demás se rindieron. En las
horas siguientes, afirma, los soldados interrogaron a los 21 supervivientes y
luego los mataron:
“Ellos
(los soldados) decían que se rindieran y los muchachos decían que les
perdonaran la vida. Entonces (los soldados) dijeron ‘¿no que muy machitos,
hijos de su puta madre? ¿No que muy machitos?’. Así les decían los militares
cuando ellos salieron (de la bodega). Todos salieron. Se rindieron,
definitivamente se rindieron. (…) Entonces les preguntaban cómo se llamaban y
los herían, no los mataban. Yo decía que no lo hicieran, que no lo hicieran, y
ellos decían que ‘esos perros no merecen vivir’. (…) Luego los paraban así en
hilera y los mataban. (…) Estaba un lamento muy grande en la bodega, se
escuchaban los quejidos”.
En
su comunicado del 30 de junio, la Sedena informó que en el suceso se
decomisaron 38 armas –25 largas y 13 cortas, además de una granada de
fragmentación– y se liberaron a tres mujeres secuestradas. Una de ellas, aunque
sus nombres no han sido dados a conocer por las autoridades, era Julia. No
obstante, ella afirma que nunca estuvo secuestrada. Sólo un soldado resultó
herido, dijo la Sedena.
El
enfrentamiento previo dejó al menos dos heridos, dice Julia, quien pidió
mantener su nombre en secreto por temor a represalias. Eran una muchacha y un
muchacho. El comunicado de la Sedena no informa sobre ningún presunto
delincuente herido en la refriega, sólo que todos murieron en el intercambio de
disparos. La joven Erika Gómez González, de 15 años, recibió un balazo en la
pierna y quedó tirada en el suelo, de acuerdo con Julia. La testigo afirma que
minutos más tarde los soldados la remataron: “La mataron ahí mismo y también al
muchacho que estaba al lado de ella. A él lo pararon de este lado y lo mataron,
después se pusieron los guantes y lo volvieron a acomodar como estaba. Se
pusieron guantes para agarrarlo. Lo pararon y lo mataron. Con ella hicieron lo
mismo. A ella no la pararon porque no podía caminar”.
Erika
Gómez, de 15 años, fue ejecutada por un soldado, según una testigo. Foto:
Esquire
Cuando
la hirieron en la pierna, continúa Julia, Erika cayó boca abajo. La testigo
dice que trató de ayudarla pero los militares se lo impidieron. En vez de eso
la voltearon y le dispararon en el pecho, según la testigo. Luego se pusieron
unos guantes y la dejaron boca abajo, como estaba antes de rematarla, según
Julia. El certificado de defunción, al que Esquire México tuvo acceso y del que
posee una imagen, indica que el motivo de la muerte fue un balazo en la
“cavidad torácica”. Erika recibió al menos un disparo en el pecho.
Uno
de los médicos que vio el cadáver entre que llegó al Servicio Médico Forense
(Semefo) de Toluca, el lunes 30 de junio, y fue enterrada en su pueblo el
viernes siguiente, dijo a Esquire México que la bala le perforó el corazón y un
pulmón a Erika y que eso fue “un tiro de gracia”. El médico pidió que su nombre
no aparezca publicado por temor a represalias. Esquire México también tiene en
su poder fotografías del cadáver de la menor de edad, donde se constata que
tiene al menos dos agujeros ocasionados por disparo de arma de fuego.
El
director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco, pidió
hace tres semanas que se esclarecieran los hechos y se considerasen
“adecuadamente las evidencias que señalan que militares habrían actuado de
manera irregular”. El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez y la
Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos pidieron
transparencia en las investigaciones.
El
8 de julio un reportaje de la agencia informativa estadunidense The Associated
Press cuestionó que todos los presuntos delincuentes hubiesen muerto durante el
enfrentamiento y señaló que la fachada de la bodega sólo presentaba agujeros de
entrada de seis disparos. “La bodega donde se encontraron los cuerpos mostraba
pocas evidencias de que se hubiese mantenido un tiroteo largo”, decía la nota.
Igualmente indicaba que en las paredes, por dentro, había cinco marcas que
seguían el mismo patrón: uno o dos agujeros de bala cercanos junto a una
salpicadura de sangre, “aparentando que algunos de los muertos estaban de pie
contra la pared y recibieron uno o dos disparos a la altura del pecho”.
El
15 de julio la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM)
emitió un comunicado al respecto: “No existieron disparos a corta distancia; el
intercambio de disparos fue proporcional; de acuerdo a la trayectoria de los
proyectiles y la posición en que fueron hallados los cuerpos, [no existe]
indicio alguno sobre una posible ejecución”.
La
PGJEM reveló además que había practicado una prueba de balística según la cual
los 22 fallecidos habían efectuado disparos. Esquire México habló con el
departamento de prensa de la PGJEM sobre la versión de la testigo, el cual
contestó que la PGR se hizo cargo de la investigación “a los pocos días del
suceso” y que por ese motivo no puede realizar declaraciones al respecto.
El
departamento de Prensa de la Procuraduría General de la República señaló a
Esquire México que ésta es una investigación en proceso, por lo cual no puede
brindar información, aunque señaló que hay dos personas consignadas por ese
caso, cuyas identidades no puede revelar ni los delitos por lo que están siendo
investigadas. Esquire México también contactó desde el lunes 15 de septiembre a
la Sedena para contrastar la información de la testigo, pero hasta el momento
de la publicación de esta nota no ha recibido respuesta.
***
Erika
Gómez González, la menor de edad que murió en la bodega, era vecina de Arcelia,
un municipio de la Tierra Caliente de Guerrero con 32 mil 181 habitantes, según
el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Vivía con su mamá en
casa de su abuela materna y cursaba tercero de secundaria en la Escuela Técnica
Industrial número 134.
Arcelia
y Tlatlaya son municipios vecinos. Una carretera bacheada cruza de Guerrero al
Estado de México y pasa a pocos metros de la bodega donde tuvo lugar el suceso,
a un kilómetro de la comunidad de San Pedro Limón. Es una zona aislada. Del
Distrito Federal a Arcelia son seis horas de autobús. La ciudad más cercana,
Iguala, también en Guerrero, apenas cuenta con 120 mil habitantes.
Vecinos
de la zona que pidieron que no se revelara su identidad explican que Arcelia es
bastión del cártel de La Familia, igual que Tlatlaya. Dicen que Johnny Hurtado,
alias El Señor Pescado, es quien lidera la organización en la zona después de
la aprehensión de José María Chávez, alias El Pony, el pasado 2 de julio en
Guanajuato.
En
los pueblos y las comunidades que figuran en los 130 kilómetros que separan
Iguala de Arcelia –San Miguel Totolapan, Apaxtla, Teloloapan, Tonalapa– el
enfrentamiento entre grupos delincuenciales y de éstos con las fuerzas de
seguridad es constante. El pasado 7 de agosto las autoridades encontraron el
cuerpo sin vida de un policía ministerial en Teloloapan y cuatro cuerpos más en
una fosa en San Miguel Totolapan.
Tres
días antes el alcalde de Teloloapan había recibido un impacto de bala en el
pecho. En abril, un marino y dos sicarios murieron en un enfrentamiento en
Apaxtla, y en junio ocurrió lo de Tlatlaya.
En
abril del año pasado las procuradurías de ocho estados del centro del país,
entre ellos Guerrero y el Estado de México, firmaron un acuerdo con la
Procuraduría General de la República (PGR) para hacer frente a la delincuencia.
El programa interestatal Escudo Centro aúna esfuerzos desde entonces para
“prevenir el delito” y “realizar operativos conjuntos”. Igualmente, en abril de
2014 el Estado de México puso en marcha el Operativo de Seguridad Mexiquense
para frenar la delincuencia.
***
Declaraciones
de vecinos de la zona recogidas por Esquire México y aparecidas en otros medios
desde el suceso de Tlatlaya difieren sobre el motivo que condujo a los 22 a la
bodega.
Julia
asegura que llegó allí el 29 de junio a eso de las diez de la noche. Venía de
Arcelia, a 38 kilómetros de la bodega. La mujer explicó a Esquire México la
razón de que acudiera a aquel sitio; sin embargo, difundirla la pondría en
riesgo. Dice que dentro había dos carros blancos, cruzados, y que luego llegó
otro. No recuerda el color del tercer vehículo. Afuera llovía. Julia piensa que
quizá se refugiaron allí del agua.
Cuando
llegó, Julia vio a Erika Gómez González, la menor de edad muerta en estos
hechos, vestida con “un pantalón negro y una sudaderita negrita”. Como “a las
tres de la mañana”, según Julia, uno de los presuntos delincuentes que había
salido de la bodega volvió corriendo porque había visto un grupo de soldados.
En pocos minutos los militares alumbraron el galpón con un reflector, empezaron
a disparar y exigieron a los otros que se rindieran. Los de dentro respondieron
con disparos y se escondieron entre los coches.
En
una de las ráfagas murió un muchacho dentro de la bodega, de acuerdo con lo
dicho por Julia. Después hirieron a Erika y a otro muchacho. Julia afirma que
todos los presuntos delincuentes eran muy jóvenes. The Associated Press recogió
declaraciones de empleados del Semefo del Estado de México que aseguran que la
mayoría de los muertos tenían entre 16 y 24 años.
La
Sedena informó en su comunicado que después del enfrentamiento los soldados
liberaron a tres mujeres secuestradas. Julia constató que dentro de la bodega
había dos mujeres además de ella. Dice que las otras dos ya estaban allí cuando
ella llegó y que ambas eran de Arcelia. Ella niega haber sido secuestrada.
Durante el enfrentamiento los muchachos pensaron en simular el secuestro de las
dos mujeres y de dos de ellos. Julia recuerda que los muchachos ataron a las
mujeres a fin de simular el secuestro y que ellas empezaron a gritar “¡No nos
maten, no nos maten, estamos secuestradas!”. Finalmente el grupo se rindió.
Durante el enfrentamiento, Julia se escondió en uno de los carros.
La
Sedena dijo que el enfrentamiento empezó a las 5:30 de la mañana del lunes.
Julia dice que empezó como a las 3:00 de la mañana y que duró unos 30 minutos.
La rendición habría tomado media hora más. En las siguientes dos horas después
de la rendición, calcula Julia, los soldados mataron a 19. Cuando ya estaba
amaneciendo –como a las 7:00 de la mañana, dice Julia– mataron a los dos
hombres que habían fingido el secuestro. Las mujeres fueron detenidas, al igual
que Julia, y hasta el momento se desconoce el paradero de las otras dos.
Julia
asegura que estuvo retenida una semana, primero en dependencias de la PGJEM en
Toluca y luego en el Distrito Federal, en las instalaciones de la
Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada
(SEIDO), después de que la Procuraduría General de la República atrajera el
caso. La testigo dice que desde que salió de la bodega el lunes por la mañana
hasta que la liberaron el domingo siguiente, funcionarios de la Marina, la
PGJEM y la SEIDO la coaccionaron para que dijera que los muertos eran
delincuentes. Julia añade que le hicieron firmar muchos documentos y no le
dieron copia de ninguno, que durante los tres primeros días no le dieron de
comer y que, incluso, mientras estaba en las instalaciones de la PGJEM en
Toluca, la fotografiaron junto a las armas incautadas en la bodega.
Cuando
finalmente la soltaron y pudo volver a Arcelia, algunos de los muertos
descansaban ya bajo tierra. Otros aún aguardaban en el Semefo de Toluca a que
sus familiares fueran a buscarlos.
(PROCESO
/ PABLO FERRI TÓRTOLA /17 DE SEPTIEMBRE DE 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario