Hace
varios años fui a Espinazo, en el municipio de Mina, N.L., para estar presente
en las peregrinaciones dedicadas al Niño Fidencio, un curandero que se hizo a
la fama allá por los años 30 del siglo XX. Luego de hablar con algunos
organizadores, me permitieron presenciar una sesión «espiritista», durante la
cual una médium, o «cajita», estaba haciendo curaciones a varias personas que
habían llegado ex profeso. Fuente:
Homero Adame
En
un momento dado, la «cajita» se dirigió a mí y me pidió que le preguntase todo
lo que quisiera saber. Así lo hice. Rato después, otras personas me aseguraron
que fue el mismo Niño Fidencio, manifestado en esa «cajita» quien respondió a
mis preguntas. De este modo, se dio una especie de entrevista con Ana María, la
«cajita» y la transcribo aquí, dejando en claro que no es una leyenda
propiamente dicha, sino un testimonio.
“Desde
los cuatro años empecé a curar. Sufría de ataques y miraba cosas, pero sólo las
cosas buenas. Era huérfana y vivía en casa de unos tíos. Si salía a la calle,
siempre me perdía, por lo que ellos siempre estaban preocupados por mí. Tuve
muchas etapas en mi vida, no tuve una vida fácil; fue muy dura. Por ejemplo,
hubo un tiempo de niña que cualquier comida me hacía daño, por lo que solamente
podía comer zanahoria, lechuga y una papa al día. Así duré todo un año.
Entonces
mi piel se empezó a ponerse como de cartón y me puse muy mala. Pero así como
con muchas otras enfermedades horribles que sufrí, ésa se me quitó de repente.
Duraba como tres meses enferma, sin poderme levantar de la cama y ya ni los
médicos me daban muchas esperanzas, pero como le digo, de repente me curaba.
Andaba bien por un tiempo y luego me enfermaba de otra cosa. Cuando estaba
bien, mis tíos me llevaban a la iglesia pero siempre me ‘iba’. Sí, mi mente se
iba y no reaccionaba sino hasta tiempo después.
Luego,
ya de grande, me metieron a un convento, pero duré muy poco, pues las monjas no
me quisieron ahí. Ellas me dijeron que mi misión estaba en el mundo, que yo
tenía el don de curar gente y que era mejor que saliera para cumplir con lo
mío. No me dio tristeza ni nada. Al salir del convento me encontré con una
piedra redonda llena de guirnaldas. Me le quedé mirando fijamente y vi un
camino lleno de flores donde al final había una figura que no supe qué era. Ya
no volví a la casa de mis tíos, me fui a vivir sola y pasé mucha pobreza y al
poco tiempo me casé.
Un
día alguien me habló del Niño Fidencio y me mostró una fotografía de él, y supe
que ése era mi camino. Vine aquí a Espinazo y de inmediato me convertí en
cajita. En el Pirulito recibí el bautizo. Ahora atiendo a muchísimas personas
allá en San Luis, que vienen a verme de muchas partes. Y le voy a decir una
cosa, algunos médicos de San Luis me han pedido que atienda a ciertos pacientes
que ya están desahuciados por la ciencia, y en la fe fidencista han encontrado
alivio a sus pesares”.
—¿Qué
es el Pirulito? –pregunté.
—Padrinito,
el Pirulito es un lugar sagrado porque ahí se me apareció mi padre tres veces,
me habló y me dio el poder de curación –respondió el Niño Fidencio a través de
Ana María, la «cajita».
—¿Entonces
antes de que llegara el Niño Fidencio aquí a Espinazo no era curandero todavía?
—No,
mi padre me dio el don en el Pirulito.
—¿Cómo
aprendió el Niño Fidencio a curar?
—Mi
padre me habló, me dio el poder, y luego las plantas mismas me enseñaron sus
propiedades; también el agua me enseñó cómo utilizarla para curar a mis
enfermos.
—Hay
otros lugares especiales o mágicos aquí en Espinazo?
—Sí,
padrinito, son lugares sagrados que tienen un poder especial para curar. «La
Dicha» es un lugar en el cerro donde yo tenía leprosos, ahí los curaba y
alimentaba hasta que sanaban, pero ya casi no lo uso porque la lepra ya ha
desaparecido. En «El Corral» atendía a los enfermos mentales, que eran muchos.
Unas «cajitas» todavía van allá cuando llegan enfermos mentales y ahí los curo.
Hay otros dos lugares mágicos, «Puerto Blanco» y «La Gavia», que ya han quedado
vedados porque ahora hay cajitas que prefieren estar en lugares donde hay
monedas, donde puedan sacar dinero de un paciente.
Mi
deseo es que me arreglen «La Gavia» y el «Puerto Blanco» y que se haga un grupo
de trabajo armónico para que todo este lugar vuelva a ser de luz como siempre
fue cuando yo vivía aquí en la tierra.
—¿Había
algún otro lugar especial para el Niño Fidencio?
—Sí,
el «Cerro Campana» era mí centro de oración. Me sentaba en una piedra y ahí
entregaba mis sufrimientos al Padre Santísimo.
—¿Cómo
se definen a las «cajitas»?
—Las
«cajitas» son las portadoras de mi voz, ella hablan por mí o, mejor, mi
espíritu habla a través de ellas. Cuando sale el sol se ven muchos rayos. Cada
«cajita» es como un rayo de luz, pero no todas lo tienen.
Unas
son charlatanes que han venido a aprovecharse de la fe para hacer dinero, otras
son charlatanes negros que hacen puros males.
Ya
no hay unidad entre las «cajitas», es una pena. La orden que dejé es que mis
«cajitas» no cobren por los trabajos que hago, pues primero es la buena acción
y luego la comisión. Mucha gente trae regalos de agradecimiento, y son bien
recibidos, pero lo único que pido es que todos me traigan velas, para dar luz
al mundo.
Casi
para finalizar esta «entrevista», la voz del Niño Fidencio, a través de Ana
María, me dijo: “Quiero que escribas un libro y hables de la verdad de mi
movimiento. Aquí no hay secreto, mis madrinitas y padrinitos se abren a la
gente y les explican lo que hacen, porque así lo quiero yo. Mi padre me ha
ordenado que divulgue la verdad, es por eso que la verdad no debe ser un
secreto escondido.”
Espinazo
es una pequeña comunidad en el municipio de Mina, Nuevo León, que colinda con
el estado de Coahuila en una región muy desértica y despoblada.
Dicha
comunidad creció en territorios de una hacienda ganadera cuando se estableció
una estación de ferrocarril entre Saltillo y Piedras Negras.
La
fama de este lugar surgió gracias a José Fidencio Constantino Síntora, mejor
conocido como el Niño Fidencio, cuyos conocimientos de herbolaria y sanación
llegaron a oídos de Plutarco Elías Calles, quien era el Presidente de México en
1927 y fue a ver a este curandero debido a un problema que traía. A partir de
entonces, y como agradecimiento del Presidente, la prensa de aquel tiempo se
dedicó a hablar de las curaciones milagrosas del Niño Fidencio, haciendo que
Espinazo se convirtiera en un centro de peregrinaje y curación.
También
llamado “Manobile”, el niño Fidencio falleció en 1938 y el personaje se
convirtió en leyenda, pues sus seguidores afirman que obra milagros a través de
los sanadores o “cajitas”, quienes son como médiums que trabajan y curan con el
espíritu del Niño Fidencio.
(ZOCALO/
Relatos y Leyendas/ 30/09/2014 - 08:00 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario