La perversión de Isabelle se acerca a la de Séverine de Bella de
día, de Luis Buñuel; es experimentar con los sentimientos: ¿qué se
siente romper los esquemas del comportamiento que impone la ...
Ciudad de México.- Joven y bella es la crítica mordaz a una cultura
occidental perdida en valores morales que nadie comprende; esa pérdida
está representada por Isabelle, adolescente de 17 años que descubre su
sexualidad y la explora a rajatabla y sin miramientos en la prostitución
porque le resulta emocionante; obtiene dinero de manera fácil, aunque
no lo necesita, pero admite que no siente placer sexual al hacerlo.
¿Por
qué lo hace? Hay un gusto psicosomático que le mueve la entraña, como
el gusto por Rimbaud; la consecuencia es que, de estudiante de
literatura, se catapulta en mujer sensual, cuyos sentidos, desordenados
racionalmente como los del poeta decadente, la impulsan a entregarse por
dinero a clientes mayores que a veces la tratan con ternura, con
desprecio o le pagan mal. ¡Qué golpe a la moral clase media!
La perversión de Isabelle se acerca a la de Séverine de Bella de día,
de Luis Buñuel; es experimentar con los sentimientos: ¿qué se siente
romper los esquemas del comportamiento que impone la sociedad? En ambos
casos no se trata de una perversión feroz, sino de obtener placer, un
gusto por la maldad que nos acerca al concepto balzaquiano sobre la
misma, que indica que solo se trata de un violento placer, el que, en
Isabelle y Séverine, conlleva su castigo, aunque para ellas vale la pena
sufrirlo.
Catalogar el comportamiento de Isabelle como el de una
adolescente desorientada me parece propio de una moral decimonónica y
falsa. Sylvie, la madre, se sorprende con la posibilidad de que si no le
hubiera pasado la muerte de Georges, su hija seguiría prostituyéndose,
pero entonces la película se volvería aburrida. ¡Qué bueno que Georges
falleció e hizo reaccionar a Isabelle!, ¡es un punto de inflexión
excelente que hace girar la historia 180 grados!
A partir del
punto medio —la muerte de Georges— vuelve a manifestarse una crítica
bien urdida por Ozon a los valores morales convencionales, los que
siempre debemos intentar modificar: ¿por qué considerar el dinero que
hizo la joven, utilizando sus emociones psíquicas y somáticas —no lo
obtuvo por delincuente— como dinero sucio o mal habido?
La
película logra intensidad cuando se enfrentan la hija y la madre; la
reacción es típica, resuelta en primeros planos: la madre la golpea, le
grita, llora, se contiene y luego le pide perdón. Más adelante Isabelle
se da cuenta de la enorme hipocresía en la que vive cuando sorprende a
su madre poniéndole el cuerno a su padrastro.
Insisto: la maldad solo es un violento placer.
“Joven y bella” (Francia, 2013), dirigida por François Ozon, con Marine Vacht y Johan Leysen.
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