Denuncia Ana Valencia ante el presidente Enrique Peña Nieto
El lunes
30 de junio un avión Beech King Air XC 350 trasladó a Mireles a
Hermosillo, Sonora, y un convoy militar y policiaco lo llevó hasta el
penal federal número 11, donde fue rapado y le quitaron el bigote. Ahí,
ante el juez segundo de distrito, optó por reservarse el derecho a
declarar y sólo espetó:
“No soy un criminal, soy un luchador social”.
Con un
amplio operativo militar y policiaco, José Manuel Mireles fue detenido,
esposado y encapuchado la tarde del 26 de junio mientras comía una
pierna de pollo en la comunidad de La Mira, Municipio de Lázaro
Cárdenas, Michoacán. Horas antes había recibido mensajes por radio y
teléfono: Sus allegados le advertían que se estaba preparando un golpe
en su contra. Pensó que éste provendría de Los Caballeros Templarios,
pero se trataba de una acción del Gobierno Federal, que lo detuvo por
haber “desafiado al Estado”, según palabras del comisionado Alfredo
Castillo.
Luego de
un par de visitas al penal de alta seguridad de Hermosillo, Sonora, Ana
Valencia, esposa de Mireles, asegura que a su esposo le pusieron una
trampa, y le manda un mensaje al presidente Enrique Peña Nieto:
“Mi
esposo es un luchador social, no un criminal. Se equivocaron de
persona. Si no les gustó lo que estaba diciendo, no debieron haber hecho
las cosas así, inculparlo por droga… Jamás van a ganar porque no es
narcotraficante ni adicto a las drogas ni asesino. Es un luchador
social, un líder de años, aquí y en Estados Unidos.”
Para Ana
Valencia, su marido es un preso político. Considera que lo detuvieron
porque le dijo al presidente que no estaba de acuerdo con su estrategia
anticrimen en el Estado de Michoacán.
“A la
mejor no supo medir lo que hablaba en televisión, pero hizo uso del
derecho de expresión que tenemos todos. Que el señor presidente recuerde
que le ayudó a limpiar 90% de Michoacán; que tome en cuenta eso, que le
ayudó a hacer más bien que mal. Le pido que le den oportunidad de
defenderse como debe ser, porque el hecho de que el juicio esté en
Uruapan, y él en Hermosillo, es un desgaste moral y económico, y no
somos personas ricas”, abunda la señora.
En
entrevista telefónica el jueves 3 por la noche, asevera que su compañero
permanece en una celda pequeña, “como si fuera caja fuerte, con una
puerta de metal de varias pulgadas de grosor, por la que le pasan la
comida a través de un orificio. No tiene comunicación con nadie”. Aunque
se enteró de que ya lo están tratando de su diabetes, apunta que aún lo
ve mal porque la alimentación es poca.
Se dice
sorprendida del trato de criminal que le han dado a su esposo, que le
hayan fincado delitos federales y que fuera detenido sin una orden de
aprehensión:
“No
le ha hecho un mal al país. Todos los que lo conocen y lo han tratado
saben que no usaba armas. Yo siempre he respetado al presidente y al
señor Castillo, pero no creo que hayan ganado legalmente. Le dije a mi
esposo que su lucha fue de frente, sin esconderse de nadie, y que su
detención fue con una trampa.”
LA TRAICIÓN
Mireles
llegó a La Mira el jueves 26 de junio invitado por las autoridades de la
tenencia municipal. Éstas le habían pedido ayuda para integrar sus
propias autodefensas contra Los Caballeros Templarios, que aún tienen
poder en Lázaro Cárdenas.
En una
asamblea como las que organiza en cada pueblo y comunidad a la que
entra, el médico manifestó que él y su grupo seguirían con la tarea de
“limpiar” Michoacán. Anunció que avanzarían hacia el puerto y luego a
Morelia. Al aludir a Castillo dijo: “Me ha traicionado, no hay
comunicación”.
Las
diferencias entre Castillo y Mireles ya eran evidentes desde febrero,
cuando el doctor de Tepalcatepec anunció que no se plegaría al programa
del Gobierno Federal para institucionalizar las autodefensas. Calificó
de “farsa” y “teatro” la estrategia. Acusó a Castillo de haberse aliado
con Estanislao Beltrán, papá Pitufo, para destituirlo como coordinador y
vocero de las guardias comunitarias.
EL MONTAJE
El 26 de
junio Mireles llegó a La Mira. En la asamblea que realizó se
inscribieron 38 autodefensas. Por la noche le avisaron que irían por él.
En dos
videos grabados por su abogada, Thalía Vázquez Alatorre, Mireles narra
cómo lo sorprendieron los marinos y policías. En uno de ellos muestra un
golpe en el brazo derecho y huellas de las esposas que le pusieron. “Yo
estaba bien armado con una pierna de pollo. Esa era la única arma que
traía”.
En la
otra grabación, fechada el sábado 28 y ya en las instalaciones de la
Procuraduría Estatal, Mireles confiesa su sorpresa por el operativo que
realizaron para capturarlo. “Nunca pensamos que iba a ser la autoridad”,
declara ante una representante de la Comisión Estatal de Derechos
Humanos. “Incluso, al llegar, un comando militar nos dijo que si se nos
ofrecía algo y les dije que no”.
Mireles
desmiente también al comisionado Castillo, quien afirmó en conferencia
de prensa que el médico no fue encapuchado, que se respetaron sus
derechos humanos en la detención y traslado, que tenía armas y droga en
su camioneta y que fueron detenidos 83 autodefensas con pistolas y
fusiles.
“¿De
dónde sacaron a los 80 que agarraron? Me dijeron que atraparon a gente
que iba pasando por el jardín porque en ese momento era la graduación de
la secundaria. Lo que sí quiero decir es que en el momento en que me
sacan de ahí me ponen una malla negra, una tela negra en la cabeza. Eran
como las cuatro y media, y hasta las 10 de las noche me tuvieron así.”
También
hay imágenes, transmitidas en televisión abierta, en que se ve a Mireles
con una tela oscura tapándole los ojos. Se observa que es subido a un
helicóptero, esposado y encapuchado, algo que no le hicieron a Joaquín
El Chapo Guzmán, el otrora narcotraficante más peligroso de México.
“Me
asusté mucho. Pensé en el helicóptero que me iban a aventar al mar o
algo así. Agarraron mi bolsa personal, me quitaron los celulares que
traía, me empezaron a preguntar de los números alternativos, sacaron las
cosas de mi mochila. Traía yo 94 mil pesos en efectivo, el pago
pendiente que debo dar por la unidad blindada. Eran de dos meses, porque
cada mes debo dar 45 mil pesos al banco. Ahora dicen que nada más traía
30 mil pesos”.
En el
video con la representante de derechos humanos, el doctor da su versión
del origen de las bolsas con mariguana y cocaína que aparecieron en su
camioneta, así como de las armas que según Castillo llevaba.
Dice
que cuando le taparon los ojos aún podía ver los movimientos de los
oficiales. “Me pasaron al asiento de atrás de la camioneta y fue cuando
vi que echaron un cuerno de chivo (en su vehículo) en el asiento del
copiloto. “Ahí está tu arma”, me dijeron. “No. Esa no es mi arma. Mis
armas están registradas a mi nombre, José Manuel Mireles Valverde”. Les
dije que en la guantera estaban todos los registros.
“Cuando
llegamos al cuartel militar a donde me metieron, vi que en mi camioneta
un compañero de ellos, alto y con una camisa azul claro, de pelo corto,
medio gordito, empezó a meter bolsitas blancas y verdes, de plástico.
Se dieron cuenta que los veía a través de la malla y dijeron: “Este
cabrón ya nos vio”. Entonces que me ponen otra malla encima y ya no vi
nada.”
Cuando el
helicóptero llegó a la oficina de la procuraduría estatal en Lázaro
Cárdenas, el médico solicitó que le dieran insulina para atender la
diabetes que padece. No se la dieron.
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