En abril de 2012, seis meses antes de su ejecución en
Progreso, Coahuila, Heriberto Lazcano, El Lazca, estuvo a punto de ser
capturado por elementos del Ejército. Por esas fechas había comenzado a
interesarse por las minas de carbón y la organización criminal que
encabezaba –Los Zetas– no tenía fisuras notorias. Todo iba bien con
Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, su socio. Pero éste terminó por
delatarlo y llamó a los marinos para darles la ubicación de “un
comandante de Los Zetas” y éstos lo ejecutaron el 7 de octubre de ese
año. A partir de documentos y declaraciones oficiales de sicarios
detenidos, Proceso reconstruye los últimos días de El Lazca.
PROGRESO, Coah. (Proceso).- El 7 de octubre de 2012 las escasas
gradas del polvoriento campo de beisbol local estaban llenas. Alrededor
de 80 personas animaban a los equipos de los ejidos de Aura y San
Alberto que esa tarde se enfrentaban. Distribuidos a lo largo de un
estrecho camino, los pobladores seguían el partido.
La zona deportiva se ubica a un costado de la Carretera 57, justo
antes de traspasar un arco de concreto que anuncia la llegada al pequeño
poblado, desértico como la mayoría de los que se encuentran en el norte
del estado.
Al filo de las 15:00 horas, cuando apenas se habían realizado las
primeras jugadas, una camioneta Ford blanca de doble cabina se estacionó
a la orilla de la carretera. El conductor y su acompañante observaron
el encuentro desde el interior del vehículo.
Quince minutos después varias camionetas de la Secretaría de la
Marina Armada de México (Semar) invadieron la localidad. Algunas
llegaron por brechas, quizá para evadir a los halcones que trabajan para
Los Zetas; otras lo hicieron por la estrecha carretera, mientras un
helicóptero sobrevolaba la zona.
Los marinos se dirigieron a la camioneta blanca. Los dos hombres que
se encontraban en ella abrieron fuego y mataron a un efectivo de la
Semar. Sus compañeros respondieron y cundió el caos en el campo de
beisbol. Aficionados y peloteros se dispersaron en todas direcciones.
Los marinos intentaban reunirlos detrás del área del home para
protegerlos, al tiempo que los dos hombres abandonaron la Ford blanca e
intentaron huir.
Uno de ellos empuñaba un fusil de asalto AR-15 adaptado con un
dispositivo lanzagranadas. Apenas avanzó 300 metros cuando fue alcanzado
por los disparos de los marinos que se impactaron en su espalda y sus
glúteos; cayó al lado de uno de los pedestales del arco que da la
bienvenida a Progreso. El otro fue abatido ahí mismo.
La zona está lejos del municipio, pues para llegar a él se debe
abandonar la Carretera 57 –que comienza en la Ciudad de México y termina
en Piedras Negras– y recorrer un tramo de 22 kilómetros.
En la Ford blanca el Ministerio Público (MP) encontró un lanzacohetes
con dos proyectiles hábiles, dos granadas de fragmentación, armas y
municiones de diversos calibres.
A las 18:05 horas de ese 7 de octubre de 2012, empleados de la
agencia del MP de Sabinas recibieron una llamada de elementos de la
Semar en la que pedían la presencia de aquéllos, así como asistencia de
personal de Servicios Periciales y de la Policía Investigadora en las
inmediaciones del campo de beisbol, “toda vez que dos civiles habían
fallecido”.
Tras revisar sus pertenencias, las autoridades encontraron una
credencial que identificaba a uno de ellos como Mario Alberto Rodríguez
Rodríguez, de 44 años, con domicilio en la calle Abedul 137, colonia La
Joya, en Sabinas. Algunos pobladores comentaron que solía visitar a una
mujer del ejido Aura.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1965, ya en circulación)
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