Distrito Federal—
¿Realmente el Gobierno de Estados Unidos pidió al de México que George Bush no
se encontrara con Fidel Castro en la Cumbre de Monterrey (marzo de 2002)?
El entonces
embajador de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow, recuerda que durante
2001 el gobierno de Fox había cabildeado intensamente para que México fuera
sede de la Cumbre Internacional de Financiación para el Desarrollo, y esperaba
la asistencia de los mandatarios del mundo entero, entre ellos, por supuesto,
el de Estados Unidos. Sostiene que la presencia de Bush “atraería a importantes
jefes de Estado” a la cita.
“No obstante –señala
Davidow–, Washington se rehusó de inmediato a aceptar la invitación. Bush
estaba enfocado en la guerra contra el terrorismo, y la Casa Blanca se preocupó
de que ésta fuera otra oportunidad para que los países pobres atacaran a los
ricos, particularmente a Estados Unidos, acusándolos de otorgar financiamiento
insuficiente.”
Según Davidow, “no
fue sino hasta finales de enero de 2002 cuando Washington verificó que todos
los documentos de la conferencia insistieran en que los países debieran
reconocer que reformar sus respectivas políticas económicas era la clave para
el desarrollo”.
Fue así como la Casa
Blanca “anunció la presencia del presidente Bush en la Cumbre de Monterrey. El
Gobierno de México estaba encantado y, tal como se había previsto, el número de
jefes de Estado que confirmaron su asistencia aumentó notoriamente”.
Davidow recuerda que
“poco después, recibí una llamada del Consejo de Seguridad para pedirme que
hablara con el canciller Jorge Castañeda con respecto a Fidel Castro”. Así lo
hizo. A Castañeda “le dije que nuestro presidente asistiría, con o sin la
presencia de Castro, aunque comenté que la Casa Blanca no deseaba que el
presidente Bush se viera en la situación de encontrarse con el cubano.
Washington quería que la prensa se enfocara en la nueva iniciativa de apoyo
internacional presentada por Bush, y de ninguna manera aprobaba que las
noticias de la tarde presentaran un melodrama sobre Bush y el dictador
caribeño”.
Una fuente del
entonces gobierno mexicano comentó al autor de este trabajo que Washington hizo
tal solicitud a finales de 2001, durante una llamada telefónica entre el
secretario de Estado, Colin Powell, y el canciller Castañeda. Según esa
versión, Powell le anunció a Castañeda que Bush asistiría a la Cumbre de
Monterrey, pero le hizo saber que había otro inconveniente: a Bush se le
crearía un problema doméstico estar en el mismo lugar y en el mismo momento con
Castro. ¿Se podría buscar un mecanismo para que ambos no se puedan encontrar?,
habría solicitado Powell.
SEÑALES
Según Davidow, ese
mecanismo se había analizado (…) Señala
que sugirió a Castañeda que “la discusión informal se dividiera en grupos
pequeños con el propósito de mantener a Castro y a Bush en salones distintos, y
comenté que éste no necesariamente tendría que asistir a la comida si el
primero se presentaba”.
Pero recuerda que
Castañeda lo interrumpió para decirle que no se preocupara, “ya que los cubanos
acababan de anunciar que Castro no asistiría a Monterrey, lo cual eliminaba el
problema”.
¿Era cierto esto?
¿Cómo Castañeda sabía eso?
En una entrevista
con el autor de este libro, Castañeda afirma que durante la visita que Fox
realizó a Cuba en febrero de ese año el propio Fidel Castro comentó que no
asistiría a Monterrey.
“Nunca le pedimos
que no fuera a Monterrey, simplemente se le dijo: Viene la Cumbre, ya está el
consenso, ya está aprobado, todo mundo está de acuerdo. Y él dijo: ‘Pues yo no
creo que vaya a poder ir’.”
Según Castañeda,
Castro dijo eso en dos ocasiones: durante una reunión al medio día del 3 de
febrero de 2002, en la que él participó como miembro de la comitiva mexicana
que acompañó a Fox a La Habana, y durante el encuentro privado que sostuvieron
por la noche de ese día Fox y Castro. “Esta reunión estuvo dedicada casi por
completo al tema del encuentro que Fox tendría al día siguiente con los
disidentes, por lo que el tema de Monterrey se tocó marginalmente, pero, según
Fox, cuando ello se abordó, Fidel dijo: ‘no creo que vaya a ir’”.
A pesar de esto, señaló
Castañeda, al gobierno estadounidense le preocupaba la asistencia de Castro a
la Cumbre de Monterrey. Recuerda que, más que Powell, fue Condoleezza Rice,
consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, quien en varias ocasiones le
preguntó si Fidel Castro asistiría a ese evento. Pedía que el gobierno mexicano
se cerciorara que ambos mandatarios no se encontraran. Castañeda dice que le
contestaba a Rice: “Hasta donde sabemos, no viene Castro, pero con él nunca se
sabe. Puede cambiar de opinión en el último minuto”.
Castañeda narró que
el 16 ó 17 de marzo –en vísperas del inicio de la Cumbre– Rice lo llamó por
teléfono para insistir en su pregunta: “¿Finalmente se sabe si Castro
asistirá?”.
No, aún no se sabía.
Pero a esas alturas ya estaba armado el programa del evento y éste evitaba que
ambos ofrecieran sus respectivos discursos el mismo día. Sólo había una
posibilidad de que se encontraran: cuando ambos asistieran a la comida de El
Retiro, que México ofrecía a todos los jefes de Estado y de Gobierno.
“Bueno, si Castro
viene simplemente buscamos cómo evitar que coincidan en El Retiro”, ofreció
Castañeda a Rice. E incluso le comentó que se podría hablar con Fidel para que
éste no fuera a esa comida, pero le advirtió que si se rehusaba, entonces el
Gobierno de México entendería que Bush no asistiera al evento.
“El Gobierno de
México no puede impedir el ingreso de Castro a alguna de las actividades de la
Cumbre. Está en su derecho debido a que es un evento de Naciones Unidas. Si por
ese motivo ustedes (los estadunidenses) no quieren estar ahí, será una lástima,
pero ni modo: lo entenderemos muy bien”, afirma Castañeda que le dijo a Rice.
– ¿Y qué dijo ella?.
– Dijo: “Ok, está
bien”. Y quedamos en seguirlo platicando en cuanto se supiera si venía Castro.
LA INVITACIÓN
Fox, como anfitrión
de la Cumbre de Monterrey, había cursado una invitación formal a Castro en una
carta fechada el 28 de enero de 2002. Previamente, el 21 de diciembre de 2001,
los embajadores Shamshad Ahmad y Ruth Jacoby, copresidentes del Comité
Preparatorio de Naciones Unidas para dicho evento, también le habían enviado
una invitación al presidente cubano.
Una fuente del
gobierno mexicano señaló que Cuba nunca respondió a la invitación que se le
había cursado y enviaba todas las señales de que no asistiría. Ante la prensa,
la respuesta de funcionarios cubanos era siempre la misma: por razones de
seguridad del comandante en jefe no podían confirmar si éste viajaría o no a
México.
Pero el 19 de marzo
Castró envió una carta a Fox para decirle que siempre sí asistiría a la Cumbre.
Lo hizo cuando ésta ya había iniciado (fue formalmente inaugurada un día antes,
el 18 de marzo) y 24 horas antes de arribar a Monterrey.
“La enorme cantidad
de trabajo que he tenido en las últimas semanas no me permitía tener la
seguridad de participar en dicha Conferencia, lo cual realmente me apenaba
mucho con México, sede de ese importante evento, y con las Naciones Unidas, que
tanto interés ha puesto en el mismo. Es por ello que he tomado la decisión de realizar
un esfuerzo extra y participar en esa reunión, aunque sea por el mínimo de
tiempo posible, lo que tengo la satisfacción de comunicarle, en primer lugar, a
Usted”, decía el texto de la misiva de Fidel a Fox.
Castro dijo
posteriormente que envió la carta a través del embajador de Cuba en México,
Jorge Bolaños, y le dio instrucciones de que la entregara a las seis de la
tarde en Los Pinos (…)
Castañeda aseguró
que la notificación de Castro llegó por fax directamente a Los Pinos en el
trascurso de la tarde. Contó que en virtud de ello fue convocado como a las
cuatro de la tarde a las oficinas de la casa presidencial. Acudió en compañía
de Gustavo Iruegas, subsecretario para América Latina, y de Miguel Marín Bosch,
subsecretario para África, Asia-Pacífico, Europa y Naciones Unidas de la
Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Se reunieron con
Fox. En dicha reunión participaron también la esposa del presidente, Marta
Sahagún, y Rodolfo Elizondo, en ese entonces coordinador general de
Coordinación Social y vocero de la Oficina de la Presidencia.
De acuerdo con
Castañeda, en ese momento no les preocupaba la reacción estadounidense. “A esas
alturas era obvio que Bush no iba a cancelar por el hecho de que acudiera
Castro, lo cual sí hubiera sido grave. Lo que nos preocupaba era lo que iba a
hacer Fidel en Monterrey porque de eso sí teníamos bastante información”.
Y es que, según
Castañeda, Fidel planeaba una serie de actividades alternas a la Cumbre:
recibir un doctorado honoris causa por parte de la Universidad Autónoma de Nuevo León; participar en un mitin
multitudinario organizado por el Partido del Trabajo, reunirse con los
globalifóbicos en la Macroplaza de Monterrey, a la que se unirían “los
macheteros” de San Salvador Atenco, que ya iban en camino…
Ya para entonces los
servicios de inteligencia mexicanos habían detectado que el gobierno de Cuba
había alquilado 20 habitaciones del hotel Holiday Inn Express, ubicado cerca
del aeropuerto de Monterrey, incluida la master suite 3001, reservada para
Castro.
El ex canciller
mencionó que en la reunión en Los Pinos se partió de un hecho: “No podemos
impedir que Castro venga. Él va a decir –y con razón– que tiene derecho en
virtud de que es presidente de un Estado miembro de las Naciones Unidas. Ok,
entonces, bienvenido, Fidel. Pero sí podemos pedirle que limite sus actividades
estrictamente a la Cumbre, nada más, pero nada menos”.
Castañeda evocó un
antecedente que tensó la relación bilateral: en diciembre de 2001 Fidel asistió
a la toma de posesión de Fox como presidente de México. En ese marco, el
mandatario cubano planeó una serie de actividades públicas paralelas: recibir
las llaves de la Ciudad de México y un doctorado honoris causa por parte de la
Universidad de Zacatecas, una visita a Tuxpan, de donde partió el yate Granma,
así como dar discursos y ofrecer entrevistas y conferencias. “En esa ocasión le
tuve que decir a (Felipe) Pérez Roque (el canciller cubano): ‘Esta es la fiesta
de Fox, no la fiesta de Fidel. Nosotros lo invitamos, pero no vemos razón
alguna para que actúe distinto a los demás jefes de Estado que van a asistir’”.
En marzo de 2002, la
preocupación era mayor. La razón: que al participar en esos actos públicos
Castro podría abordar el tema de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones
Unidas, cuyas sesiones iniciarían unas semanas después en Ginebra, y que
azuzara a los partidos de oposición –PRI, PRD y PT– y a la opinión pública para
que México votara en contra de cualquier resolución sobre Cuba en dicha
comisión. En los hechos, que utilizara el marco de la Cumbre para influir en la
política del país.
Castañeda confesó:
“El verdadero temor que teníamos era que Fidel empezara a dar entrevistas y a
hacer declaraciones sobre Ginebra. Ese era el tema”.
EL GUIÓN
Según Castañeda, él
mismo sugirió a Fox llamar a Castro por teléfono para plantearle esa solicitud:
que su participación se circunscribiera a la cumbre.
Según el ex
canciller, una vez acordado eso, se
analizó la idea de pedir a Castro que no asistiera a la comida de El Retiro.
Castañeda afirmó que
él mismo elaboró un guión con los puntos que Fox debería abordar con Castro y
le pidió a Iruegas y a Marín Bosh que lo revisaran y lo pulieran.
El guión quedó de la
siguiente manera:
Fidel: Primero que
nada quisiera que esta conversación fuera totalmente privada. ¿Estás de
acuerdo?
1. Te pido que me
ayudes como amigo y que no asistas a la Conferencia, porque a mí también me
exigirías un esfuerzo muy grande de seguridad.
La invitación te
llegó efectivamente hace dos meses, habrías podido avisarnos antes.
2. Si te resulta
imposible ayudarnos e indispensable asistir a la Conferencia, te quiero pedir
un favor:
Que vengas el jueves
(21 de marzo) en la mañana y hables al final de la sesión de esa mañana, cuando
estaba previsto el orador cubano. Yo estaré presidiendo.
Que me acompañes al
almuerzo que ofrece el gobernador Canales a todos los jefes de Estado (y te
sientes a mi lado), y después de la comida te regreses a Cuba, como lo sugieres
en tu carta, evitando de esa manera un encuentro con Bush que llega el jueves
por la tarde.
3.- Si aceptaras
hacerme este favor te pediría que me echaras una mano con los siguientes
asuntos:
Que en cualquier
declaración que hicieras a la prensa te ciñeras a los temas de la Conferencia y
no abordes temas vinculados a la relación México-Cuba.
Que no hicieras
ningún ataque al presidente Bush ni a los Estados Unidos. Solicitud que también
estoy haciéndole al presidente Bush con respecto a ti.
Que no te reúnas con
ningún grupo extranjero o mexicano, ni con globalifóbicos ni con partidos
políticos mexicanos de ninguna orientación política, sino que te apegues al
comportamiento de los demás Jefes de Estado.
Del guión elaborado
por Castañeda se colige que había la intención expresa de pedir a Castro que no
asistiera a la Cumbre y que, en caso de que este no aceptara, pedirle entonces
que se retirara antes para evitar su encuentro con Bush, tal como señalaron
posteriormente (los funcionarios cubanos) Ricardo Alarcón, Felipe Pérez Roque y
el propio Fidel. La petición de que Castro se circunscribiera a los temas de la
Cumbre quedó, de hecho, en el último punto.
LLAMADA TELEFÓNICA
Esa noche, Fox tenía
programada en Los Pinos una cena con Kofi Annan, secretario general de la ONU,
quien había venido a México justamente para copresidir la Cumbre de Monterrey.
Según Castañeda,
durante la cena –en la que se encontraban ocho personas, entre ellas Elizondo,
Marta Sahagún y Adolfo Aguilar Zinser, representante de México ante la ONU, y
el propio Castañeda– los funcionarios mexicanos abordaron con Annan la
asistencia de último momento de Castro y le comentaron lo que planeaban hacer:
que Fox hablara por teléfono con él. De hecho, le leyeron en inglés el guión
que Castañeda había preparado. Según este último, a Annan todo le pareció “muy
bien” e incluso sugirió a Fox: “presidente, empiece preguntando (a Castro) si
está de acuerdo en que la conversación sea de carácter privado”. Fue así que
esa solicitud de privacidad se agregó al guión como primer punto.
Alrededor de las 10
de la noche se hizo una primera llamada de Los Pinos al despacho de Castro en
el Palacio de la Revolución. Pero el mandatario cubano no se encontraba. Se le
dejó un mensaje: al presidente Fox le urge hablar con él.
A las 10:20 ocurrió la
segunda llamada. Castro ya había regresado al Palacio de la Revolución, pero se
encontraba en una reunión en una sala cercana a su despacho. “La llamada a esa
hora me dio mala espina. Qué raro, si el presidente (Fox) se acuesta temprano.
El tono era de urgencia. Ya no tuve dudas. Me levanté de la mesa, fui a mi
despacho y pedí que me comunicaran con el presidente Fox”, contó después Fidel.
Cuando la llamada de
Castro entró a Los Pinos, Fox se encontraba cenando con Annan y con sus
colaboradores. Salió del salón hacia una pequeña sala contigua. Según
Castañeda, Fox se ciñó al guión. En realidad –como después se verá–, lo hizo a
medias.
Los funcionarios
mexicanos no tuvieron la precaución de grabar la llamada, lo cual fue después
importante: nadie, ni el propio Fox, sabía con certeza exactamente qué se había
dicho, según comentó una fuente diplomática. Castañeda comenta que Iruegas
–quien estaba a lado del presidente durante la conversación– tomó algunas notas.
Cuando Fox colgó,
regresó al salón y dijo a Annan y a sus colaboradores que no se preocuparan.
Castro se había portado amable –aunque “un poco tieso”, hablándole de “usted” a
Fox, lo cual no era habitual– y había aceptado marcharse del evento antes de
que Bush llegara. Había dado su “palabra de caballero”, comentó Fox.
“Estábamos muy
contentos porque Castro había aceptado lo esencial para nosotros: llegar tarde,
decir su discurso, ir a la comida que ofrecía el gobernador de Nuevo León y
luego retirarse; accedió a no salirse de los lineamientos de la cumbre y, sin
que se lo pidiéramos, irse antes de que se realizara la comida en el El Retiro
del día siguiente”, afirmó Castañeda.
De esta manera,
sostuvo, el problema que habían planteado los estadounidenses –la posibilidad
de un encuentro entre Bush y Castro– se desactivó casi de inmediato. Incluso,
afirma que fue todo tan rápido que no le dio tiempo de hablarlo con Rice o
Powell…
LA REPENTINA SALIDA
A continuación la
nota aclaratoria pronunciada por el entonces presidente de la República de Cuba,
Fidel Castro Ruz, en la Conferencia Internacional sobre el Financiamiento para
el Desarrollo, Ciudad de Monterrey, México, 21 de marzo de 2002.
– Señor presidente,
le solicito me conceda veinte segundos para una aclaración.
Excelencias,
Distinguidos
delegados:
Les ruego a todos me
excusen que no pueda continuar acompañándolos debido a una situación especial
creada por mi participación en esta Cumbre, y me vea obligado a regresar de
inmediato a mi país.
Al frente de la
delegación de Cuba queda el compañero Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de
la Asamblea Nacional del Poder Popular, incansable batallador en la defensa de
los derechos del Tercer Mundo. Delego en él las prerrogativas que me correspondían
en esta reunión como Jefe de Estado. Espero que no se le prohíba participar en
ninguna actividad oficial a las que tiene derecho como Jefe de la Delegación
cubana y como presidente del órgano supremo del poder del Estado en Cuba.
Gracias.
Castro salió del
recinto en medio de una ruidosa aglomeración de reflectores, periodistas y
curiosos.
Fidel Castro fue a
la Cumbre, pronunció su discurso, almorzó y se marchó, como había acordado.
Una vez en Cuba,
Castro sacó a la luz la grabación de la conversación en la que Fox le pedía que
limitara el tiempo de su estancia en Monterrey, para que no incomodara al
presidente estadounidense George W. Bush. El famoso “comes y te vas”.
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ Proceso/ 07 DE JUNIO 2014 | 22:32 PM)
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