El ambiente político
peruano empezó a calentarse con la mira puesta en las elecciones presidenciales
de 2016, aunado a diversas crisis dentro del gabinete del presidente Ollanta
Humala. El episodio más reciente lo protagonizó el premier peruano, César
Villanueva, quien renunció porque sus funciones las iba a cumplir más bien otra
persona: la esposa del mandatario. Ya la oposición ha denunciado en varias
ocasiones que Nadine Heredia, la primera dama, es en realidad quien gobierna
Perú. Y no sólo eso, sino que pretende, aseguran, suceder a su marido en la
presidencia.
LIMA (Proceso).-
Nadine Heredia, esposa del presidente de Perú, Ollanta Humala, es una primera
dama atípica. Aunque oficialmente su principal tarea es promover los programas
sociales –insignia del actual gobierno, cuya prioridad declarada es la
inclusión social–, su injerencia en las funciones ejecutivas hace tiempo
provoca polémica.
Hasta ahora ni
Humala ni Heredia han intentado ocultar que ella, con más carisma, un discurso
más articulado y mayor popularidad que su marido, tenía un rol importante en
las decisiones del mandatario. Pero tras la renuncia a finales de febrero del
cuarto presidente del Consejo de Ministros (en teoría el número dos del
gobierno) por las intromisiones de la primera dama, se han recrudecido las
críticas contra la pareja por no respetar la institucionalidad del Estado.
Es más, según una
encuesta reciente casi dos tercios de los peruanos cree que quien realmente
manda es ella. Y los partidos de oposición le reclaman su excesivo
protagonismo, el que dé órdenes a los ministros y ejerza funciones de gobierno
sin tener ningún cargo oficial y, por lo tanto, ninguna responsabilidad, hasta
el punto de tener más poder que el presidente del Consejo de Ministros.
El presidente del
Consejo de Ministros, premier o primer ministro, en teoría es el segundo
funcionario del país. Se encarga de coordinar a los ministros, es puente entre
éstos y el presidente, y ejerce como portavoz gubernamental. Pero las
injerencias de Heredia parecen haberlo devaluado a una función casi decorativa.
Así lo consideró César Villanueva, quien se convirtió el pasado 23 de febrero
en el cuarto ministro en renunciar al cargo en los poco más de dos años y medio
de Humala en el poder.
El segundo de ellos,
Óscar Valdés, reconoció recientemente que cuando estaba en el gobierno
descubrió que algunos de sus ministros despachaban directamente con Heredia,
por lo cual prohibió a los miembros del gabinete hablar con la primera dama
bajo amenaza de dimitir.
A Heredia se le
acusa de aspirar a suceder a su esposo en las elecciones de 2016, al estilo de
Cristina Kirchner en Argentina, lo que fue llamado por la oposición “reelección
conyugal”, algo prohibido por la ley peruana.
Al analista político
y exministro de Interior Fernando Rospigliosi, no le cabe duda de que esa es su
meta: “Hay el temor de que intenten usar el aparato del Estado para
perpetuarse. Ella podría tener un enorme poder sin exhibirse públicamente pero
(…) aparece en las inauguraciones, regala cosas, sonríe, se abraza con las
señoras, besa a los niños… Eso es un político en campaña”.
Aunque las funciones
de la primera dama no están reconocidas formalmente en Perú, las constantes
declaraciones de Heredia sobre otros aspectos del gobierno, su papel
protagónico en un viaje a Brasil acompañando a algunos ministros y un lapsus al
llamar “mis ministras” a las titulares de las carteras de la Mujer, Educación,
Salud e Inclusión Social desataron las primeras críticas.
Para Rospigliosi,
como para la mayoría de los analistas, esta expresión no fue un lapsus sino
reflejo de una realidad: “Desde el primer día Nadine Heredia entrevistaba a los
candidatos a ministros, los nombraba y después despachaba con ellos. Ninguna
primera dama ha tenido ese poder”, afirma quien fue ministro de Interior en el
gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006).
“REELECCIÓN CONYUGAL”
La polémica se
intensificó cuando se hizo pública una conversación telefónica interceptada al
ministro de Defensa, Pedro Cateriano, en la cual éste le dice a su interlocutor
que Heredia le ha dado “luz verde” para unas licitaciones destinadas a la
compra de equipo militar.
Cateriano se
justificó alegando que a veces, al no poder hablar directamente con el
presidente, Heredia es la correa de transmisión de sus decisiones.
Pero el plato ya
estaba servido para que la oposición redoblara sus ataques, particularmente la
fujimorista Fuerza Popular y el partido aprista, ávidos de argumentos para
golpear al gobierno debido a los apuros judiciales de sus respectivos líderes:
Alberto Fujimori, quien busca insistentemente un indulto o la anulación de sus
varias condenas por las violaciones a los derechos humanos y los actos de
corrupción en que incurrió durante su mandato (1990-2000) y Alan García,
investigado por irregularidades durante su segundo gobierno (2006-2011), como
el indulto a varios cientos de condenados por narcotráfico.
El premio Nobel de
Literatura peruano, Mario Vargas Llosa, siempre activo en política aunque vive
fuera del país, ha sido uno de los pocos defensores de Heredia; recientemente
afirmó en una entrevista en televisión que los ataques en su contra “llegan a
unos extremos de verdadera injusticia” y ella “ha funcionado dentro de lo que
es perfectamente aceptable para una primera dama”.
Para el literato el
motivo de las críticas es “la enorme popularidad que ha tenido” y la opinión
pública “está muy manipulada por una oposición que cuenta con unos medios que
hoy día constituyen un oligopolio. (…) La televisión, la radio, los principales
periódicos del país están dentro de esa operación de demolición. No sólo de
Nadine Heredia, sino del gobierno y en última instancia de la democracia”.
De ser así, esos
medios no se tienen que esforzar mucho. Ella nunca rehúye a los periodistas y
responde solícita a sus preguntas, pero a veces no mide bien las consecuencias
políticas de sus palabras o no le importa ser vista como la gran operadora del
Ejecutivo.
Tampoco Humala
parece inclinado a dejar pasar el tema.
El 30 de octubre, en
entrevista con el periodista argentino Andrés Oppenheimer para CNN en español,
respondió con un “no categórico” a la posibilidad de que su esposa pudiera ser
candidata presidencial en 2016.
Con ello parecía
zanjar de una vez el tema de la “reelección conyugal”. Pero sólo 10 días
después volvió a echar leña al fuego: “Trabajamos de la mano con Nadine como
una familia, con hijos, porque creemos que es mejor gobernar el país como
familia que como una sola persona”, declaró.
El mandatario
siempre ha intentado colgarse de su esposa para subir en las encuestas, pues
durante mucho tiempo ella lo ha superado en aprobación. Con estas declaraciones
lo que consiguió fue introducir un nuevo concepto para que sus críticos lo
utilicen como munición: el de “gobierno familiar”. De paso, reforzó los
argumentos de quienes desconfían del compromiso de Heredia de no buscar la
presidencia en 2016.
Hace tres meses
Humala impuso a su esposa como presidenta de su formación política, el Partido
Nacionalista Peruano, de la que ambos son fundadores. De este modo se ha
tratado de justificar su rol en el gobierno y su estrecha coordinación con
algunos ministros, pero no ha hecho más que despertar nuevas críticas.
Heredia, con motivo
de la celebración del Día Internacional de la Mujer, el sábado 8, afirmó en una
entrevista, también en CNN en español, que su intención es “ser una activista
de los programas y políticas de gobierno” y apoyar a Humala en lo que le pida.
“Me toca”, agregó, “ser el respaldo para el presidente, ser el apoyo para
extenderle un hombro, un brazo y todo el ánimo posible para que él continúe y
dirija este país”.
El último episodio
de la telenovela de la pareja presidencial, el de la renuncia de César
Villanueva, ha sido el más ruidoso hasta ahora.
Villanueva, político
independiente y exgobernador de la región selvática de San Martín, se convirtió
a finales del pasado octubre en el cuarto presidente del Consejo de Ministros
de Humala.
Con fama de
conciliador y una agenda encabezada por la descentralización del poder
–demasiado concentrado en Lima– su nombramiento recibió la aprobación de todo
el espectro político. Pero también llegó al puesto apremiado a hacer cambios en
el gabinete para poner a gente de su confianza y asegurar su preeminencia. Pero
los cambios no llegaron con la excusa de esperar a que se resolviera en la
Corte Internacional de Justicia de La Haya la disputa entre Perú y Chile por la
frontera marítima.
Justo la víspera de
la esperada renovación ministerial, el pasado 23 de febrero, Villanueva
renunció.
Todo empezó cuando
luego de cuatro meses casi ausente de los medios, el premier consiguió uno de
los pocos titulares que protagonizó en ese periodo al afirmar, mientras Humala
estaba de gira por Oriente Medio, que el gobierno estudiaba la posibilidad de
aumentar el salario mínimo, de 750 soles (unos 270 dólares).
Un día después
Heredia le enmendó la plana al asegurar que ese asunto “no está en discusión en
este momento”.
La respuesta de
Villanueva no sólo era más popular, sobre todo después de que unos días antes
el gobierno hubiera aprobado un aumento salarial a los altos funcionarios, que
llegaba a 100% en el caso de los ministros. Además era cierta, como había
quedado constancia en El Peruano, diario oficial del gobierno, unas semanas
antes.
Aun así, el desaire
al premier se redobló cuando el ministro de Economía y Finanzas, Miguel
Castilla, reiteró en entrevista televisiva que el tema “no está en agenda” y
cuando había comentado el asunto con Humala durante su gira, la declaración de
Villanueva los había sorprendido a ambos.
Ese mismo día el
primer ministro renunció.
Si bien al principio
Villanueva achacó su dimisión a las palabras de Castilla, un hombre cercano a
la esposa del presidente y considerado uno de los hombres fuertes del gabinete
acabó afirmando que en realidad había presentado su dimisión antes de las
palabras de su ministro y acusó a Heredia de “intromisión” en el gabinete.
El trato dispensado
a Villanueva despertó todo tipo de reproches contra la pareja presidencial. Un
congresista, Héctor Becerril, de Fuerza Popular, sugirió incluso evaluar la
destitución de Humala por “incapacidad moral”, aunque nadie le prestó mucha
atención.
POPULARIDAD A LA BAJA
El incidente
ratificó la idea de que Heredia ejerce un poder preponderante en el gobierno.
En un sondeo de la encuestadora Datum publicada en el diario El Comercio el
domingo 9, 62% de los consultados consideraba que quien realmente gobernaba el
país era Heredia, frente a 16% que se decantó por Humala y 20% que dijo que lo
hacían juntos.
Además varios
sondeos han reflejado en las últimas semanas un drástico descenso en la
aprobación popular de ambos, en particular el de ella, algo atribuido por los
analistas al incidente con Villanueva, a la impopular alza salarial a los
ministros y a la negativa a revisar el salario mínimo. Ambos se sitúan ahora
con un apoyo que ronda 25%, su nivel más bajos desde el inicio del mandato, en
2011.
La renovación
ministerial del 24 de febrero finalmente fue bastante limitada, con pocas caras
nuevas; para el puesto de primer ministro fue nombrado quien era titular de
Vivienda, René Cornejo, hombre del círculo de la esposa del presidente.
En vez de intentar
rebajar la tensión, Humala denunció que había una campaña “grosera”, “abusiva”
y “asquerosa” contra su cónyuge. Lo hizo unos días antes de que el nuevo
gabinete se sometiera al voto de confianza del Congreso, un requisito más
propio de sistemas políticos parlamentarios.
En un voto de
castigo a la pareja presidencial, la mayoría de los partidos, incluidos algunos
pequeños que en otras ocasiones habían apoyado al gobierno, se abstuvieron de
ratificar al gabinete.
La situación era
delicada, pues si el Congreso rechaza dos veces consecutivas el gabinete, el
presidente queda habilitado para disolverlo y convocar a nuevas elecciones.
A pesar de la
reticencia del oficialismo a admitir que Heredia haya ejercido una función que
no le corresponde, Cornejo tuvo que declarar en un comunicado que “no se va a
permitir ningún tipo de intromisión” en el gobierno. Así logró que un par de
pequeños grupos parlamentarios y algunos congresistas disidentes aportaran los
votos necesarios para obtener la confianza.
Pero el gobierno
salió de esta crisis debilitado y los partidos que finalmente le dieron su voto
al gabinete, ya han avisado que estarán alertas de que en efecto no se
produzcan nuevas intromisiones.
Aun así, el
oficialismo insiste en defender la actuación de Heredia. Instantes después del
voto de confianza al gabinete, el presidente del Congreso, el oficialista Fredy
Otárola, reiteró: “Ella cumple su rol constitucional. Es dirigente de un
partido y tiene libertad absoluta de expresión. (…) Podemos opinar sobre temas
del Ejecutivo. (…) Es cosa distinta a ser parte y hablar en nombre del
Ejecutivo. Eso no debe hacerse nunca y eso no lo ha hecho”.
(PROCESO/ Pablo
Pérez Álvarez/ Reportaje Especial/ 10 de abril de 2014)
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