lunes, 14 de abril de 2014

AVIVAN EJECUCIONES INSEGURIDAD EN EL CARRIZO, SINALOA

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En la sindicatura de El Carrizo, un hombre ha sido asesinado a balazos cada día durante la última semana.

Ante esta matanza la gente vive con miedo, pero sin asombro, cuentan habitantes y líderes sociales del lugar: “el miedo ya es algo natural porque los lugareños no saben quién está eliminando a los habitantes, si la policía o delincuentes. Tampoco tiene claro la causa, si es por el territorio, o por venganza o ajustes de cuentas.

Tienen de cierto lo que ven. Y ahora, cuando el sol cae a plomo y el luto permea el pueblo, sólo es diversión y agradecimiento momentáneo por el anuncio de una tienda que venderá alimentos 30 por ciento más barato que en los estanquillos regulares.

El alcalde Arturo Duarte García baila El coco no con doña María Catarino Ortega, quien a sus 74 años de edad aún siente el ritmo, en la inauguración de la tercera tienda de Liconsa La Florida, mientras que a unas cuadras de ahí se vela a un hombre, asesinado frente a su madre la noche anterior.


Juan Francisco Félix Godoy, de 35 años, había llegado a su casa, luego del baile del alcalde la noche anterior, a bordo de una camioneta Ford, línea Escape, color verde, modelo 2013. Ya estaba por descansar cuando tocaron a su puerta. Eran hombres armados con fusiles Cuerno de chivo y chanates. Iban en dos camionetas. Sale. Le piden las llaves de su troca. No se las quiere entregar. Discute. Forcejea. Gritan. Insultan. Cerrojean. Su madre sale de la casa al escuchar el escándalo. Y frente ella, su hijo recibe dos balazos. Le perforan la cabeza. Los maleantes huyen. Juan Francisco llega muerto al hospital.

Ahora ya está tendido en un ataúd. Se ha convertido en el cuarto carricense en ser asesinado a mansalva en cinco días.

Y no será el último, pues justo antes de que el alcalde bailara también Mátalas, cantada por el Potrillo, un quinto cadáver era levantado de una tierras de cultivo enclavadas en el poblado Seis, de este valle. Es Juan López Leyva, sinaloíta levantado en El Opochi, pero cuyo cadáver semidesnudo fue encontrado con ambas cuencas orbitales perforadas a balazos, en la carretera 600.

El conteo de cuerpos en este valle agrícola, ubicado al norte de Los Mochis, comenzó la mañana del sábado cinco de abril, cuando rancheros que transitaban por la calle 800 entre carreteras 11 y 12 encontraron un cuerpo decapitado. Era el de José Martín Bojórquez Almeida, de 23 años, y quien 48 horas antes había sido privado de la libertad junto con otras dos personas, cuando se embriagaban.

Los cuerpos de éstos fueron encontrados al día siguiente en calle 600 y Tres, en el poblado Siete. Más tarde fueron identificados como Emilio Lugo García, 24 años, y Ramón Valenzuela Gaxiola, de 40, ambos del ejido Lázaro Cárdenas, de El Carrizo.

Junto con los cuerpos llegó una amenaza. “Ya estamos aquí y vamos a limpiar de mazapanes. Está bien puesto el del 7, y lo firman gentes de Culiacán”, contó un policía veterano.


Con esos tres jóvenes, la matanza inició.

Baltazar Hernández, secretario de organización del Comité Municipal Campesino número 17, afirmó que la tranquilidad se rompió nuevamente en el valle de El Carrizo, pero ahora con un ingrediente más: No se sabe si los que asesinan son policías o delincuentes.

Y hay una causa para esa sospecha, afirma, pues los que matan y se llevan gente de las casas operan con total impunidad, a pesar de que el valle agrícola está prácticamente blindado por retenes con patrullajes militares, de marinos, de ministeriales y municipales constantes, los que matan y se llevan gente de las casas.

“De quien nos vamos a cuidar. De quien vamos a escapar. Lo cierto es que se están llevando a nuestras gentes, los están asesinando y nadie nos defiende. Estamos solos. Estamos con miedo. No sé en qué va a terminar todo esto. Realmente no lo sabemos. En nuestro valle hay miedo, mucho miedo”, afirma el líder social, quien es de los pocos que declara en torno al fenómeno que ha enlutado 10 hogares, en menos de cinco días.


Receptor de las quejas de los comisariados ejidales, Baltazar replica las inquietudes de los campesinos: “No sabemos ni entendemos lo que pasa u ocurre. Las autoridades nos explican que son cuentas entre los grupos delictivos, y que no debemos preocuparnos, pero aquí se llevan a tu vecino, o a un conocido. Nos dicen que es pleito por territorio, pero tampoco sabemos qué hacer”.

Asegura que en cualquier caso, el productor es el que sale perdiendo, porque ahora vive con miedo, trabaja con miedo, duerme con miedo.


Víctor Sauceda. Hay miedo en la gente. Víctor Sauceda Rojo, síndico ganador del plebiscito reciente y cuya gestión arrancó con una ola de sangre irrefrenable, aseguró que la autoridad administrativa municipal está atada ante la embestida delictiva, pues en materia de seguridad pública las operaciones están sujetas al mando central, en Los Mochis. “Puedo gestionar, pero sólo eso. Que me hagan caso y nos auxilien dependerá del jefe de policía”.

Parco, aceptó que no fue bien recibido, porque la violencia se avivó, y con ello la inseguridad general.

“Sí, hay miedo en la gente. No hace sus labores cotidianas con confianza. Las suspende más temprano, se refugia en su casa y ya no sale”. Reitera que como autoridad está atado.

De acuerdo con un informe policial interno, la ola de sangre que embiste a El Carrizo es producto de un ajuste de cuentas entre grupos que meses atrás tuvieron el control de la venta de drogas y de actividades ilícitas.

El reporte identifica al cabecilla. Se trata de Conrado “N”. Este tiene su guarida en la sierrita limítrofe entre El Carrizo y Hutabampo, Sonora. Su modo de operación es llegar, privar de la vida a sus enemigos o amigos que considera lo traicionaron y retirarse. Es un líder remanente de “Los Mazatlecos”, grupo dedicado a la venta de drogas y despojo de vehículos, ya desaparecido.

Gerardo Amarillas. Reajustes internos. Además de los nuevos ataques mortales contra civiles, a éste se le imputa el atentado que sufrió el líder agrario Cecilio Gámez Portillo la madrugada del 26 de septiembre del 2013, en el cual no hubo heridos. También se le relaciona con el asesinato del clavero de la Procuraduría General de la República, José Tirso Valdez Estrella, perpetrado el 9 de febrero del 2014, ambos en la misma zona.


Gerardo Amarillas Gastélum, director de la Policía Municipal en Ahome, afirmó que la serie de ejecuciones en El Carrizo y en Ahome son producto de un reajuste interno de narcomenudistas: “Tenemos informes de que algunos vendedores de drogas ya no quieren trabajar con “Los Mazatlecos” y desertan. Van por ellos y los matan. Los antecedentes de algunas de las víctimas así lo demuestran; pero hay otros caídos de los que no sabemos nada. Todos los casos se investigan y nuestros informes apuntan hacia algunos sospechosos de tiempo atrás”, afirmó.

Por la ola de sangre, aseguró, la población general no debe de preocuparse, porque los ataques no son perpetrados contra honrados lugareños, sino en contra de quien tiene pendientes.

Evaristo Castro Borbolla, subprocurador regional de justicia en la zona norte ahondó que las pesquisas de la matanza reciente no han arrojado nada en claro, pues no han identificado en actuaciones algún sólo actor material o intelectual.

Reveló que las hipótesis, por la similitud de los hechos, es que se trata de algún ajuste de cuentas, de la incursión de algún grupo armado que disputa territorio o algo ilícito.

Fuera de esas presunciones, afirmó, no hay nada más en claro, excepto que los habitantes de El Carrizo viven con miedo, y es comprensible.


Invasión culichi

En una acción policial ordenada para contener la ola de muerte que cae sobre las calles de El Carrizo, la policía preventiva atrapó a dos culichis que armados con pistolas y rifles, capitaneaban una célula de venta de drogas en El Carrizo.

Ahora se encuentran detenidos en la subdelegación “C” de Procedimientos Penales de la PGR acusados de portación de armas de uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza Aérea Mexicana y por imputaciones de narcomenudeo.

Según el reporte de policía, el jefe se identificó como Juan Carlos Arana Ledezma, de 36 años de edad, con residencia en la colonia La Amistad, en Culiacán. Este portaba un fusil AK-47 en sus manos, y en sus bolsillos 50 dosis de metanfetamina. Su lugarteniente dijo llamarse Salvador García Cano, de 23 años de edad, también vecino de Culiacán y en cuyos bolsillos se le aseguraron 69 “globos” de cristal y 12 dosis de cocaína. Su trabajador reveló que su nombre es Jesús Carreras Valenzuela, de 49 años de edad y quien había sido detenido por llevar fajada a la cintura una pistola calibre .9 milímetros así como 50 dosis de cristal, debido a una denuncia anónima.

Ahome y sus nueve muertos

En Los Mochis fue donde comenzó el reguero de sangre. En cinco días, nueve cadáveres fueron levantados. En promedio, 1.8 personas asesinadas a diario, o un ejecutado cada 14 horas.

Comenzó con la ejecución de Miguel Ángel Gutiérrez Arellanes, el Gato, de 34 años, habitante del Campo 1 o ejido Francisco Villa, el sábado 5 de abril.

Tres días después, Jesús Joel López Arellanes murió por las heridas que recibió en el mismo atentado al Gato.


El baño de sangre continuó en El Carrizo y terminó en la sindicatura de San Miguel Zapotitlán, con el rescate acuático de un cuerpo del interior del canal Sevelbampo.

Hasta ahora, ninguno de los asesinatos ha sido resuelto.


(RIODOCE/ Luis Fernando Nájera/  )

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