Madrid.- Rubia y sonriente, casada con un medallista
olímpico, madre de cuatro hijos, la infanta Cristina, hija del rey Juan
Carlos, ha dado siempre una imagen de princesa moderna, que sufre un
duro golpe con su comparecencia este sábado ante el juez como imputada.
"Es una persona como todos los miembros de la familia real, cordial, educada, agradable, habla muy directa, normal", relata Ana Romero, corresponsal de El Mundo en la Casa Real.
Pero la imagen de Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, de 48 años, sufrió un duro golpe en enero cuando el juez José Castro de Palma de Mallorca, en las Islas Baleares, la imputó por fraude fiscal y blanqueo.
El juez intenta dilucidar su eventual vinculación con los negocios de su esposo, Iñaki Urdangarin, sospechoso de malversación de fondos públicos a través del Instituto Nóos, una sociedad sin ánimo de lucro.
Este desvío de fondos se habría llevado a cabo usando como pantalla a la empresa Aizóon, propiedad a partes iguales de la infanta y su esposo.
Cristina, que también fue vocal en la junta directiva de Nóos, ya había sido imputada una primera vez en abril, entonces por presunto tráfico de influencias, aunque la decisión fue anulada por un recurso de la fiscalía.
La imputación ha supuesto un duro golpe para la pareja, durante largo tiempo imagen de la familia perfecta, pero apartada de los actos oficiales de la familia real prácticamente desde que en diciembre de 2011 el juez Castro imputó a Urdangarin.
"Ha vivido en su mundo. Se ha sentido hasta hace poco intocable", explica Abel Hernández, escritor especialista de la Casa Real, quien recuerda que "hay que darse cuenta que esta gente vive con la misión, la institución, la casa, la familia real: les llaman para ir a actos oficiales... Y de pronto les cae esto encima y dicen '¿qué he hecho?'".
Cristina, nacida el 13 de junio de 1965 en Madrid y conocida como la hija rebelde de la familia, pero también por sus actividades sociales, trabaja desde 1993 para la Fundación La Caixa.
Licenciada en Ciencias Políticas en 1989 por la Universidad Complutense de Madrid, es también una gran aficionada al deporte, especialmente a la vela. Conoció a Urdangarin en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, en los que éste ganó la medalla de bronce con la selección española de balonmano.
Ella misma había sido abanderada del equipo olímpico español en los Juegos de Seúl-88.
"Es enormemente competitiva y obstinada", aseguraba el escritor Andrew Morton, biógrafo de Lady Di, en el libro "Ladies of Spain. Sofía, Elena, Cristina y Letizia: entre el deber y el amor", asegurando que fue Cristina quien tomó la iniciativa de cortejar a Urdangarin.
Contrajeron matrimonio el 4 de octubre de 1997, momento en que el Rey concedió el título de duquesa de Palma a su hija, séptima en la línea sucesoria detrás del príncipe Felipe y sus dos hijas, y de su hermana mayor, la infanta Elena y los dos hijos de ésta.
La pareja tiene cuatro hijos, nacidos entre 1999 y 2005: Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel e Irene.
En 2009, la familia se mudó a Washington, donde Urdangarin fue nombrado consejero del gigante español de las telecomunicaciones Telefónica.
Allí los sorprendió el escándalo Nóos, a fines de 2011, y en agosto de 2012 la familia regresó a Barcelona, dando imagen de familia unida ante la adversidad, antes de trasladarse en 2013 a Ginebra, donde la infanta coordina las relaciones de la Fundación La Caixa con agencias internacionales.
Jesús María Silva, uno de los abogados de la Infanta, defiende su inocencia asegurando que es una persona que confía ciegamente en su marido: "Cuando una persona está enamorada de otra, confía, ha confiado y seguirá confiando contra viento y marea en esa persona".
Pero según Ana Romero, "la mayoría de los españoles no cree que una mujer universitaria que tiene un alto cargo en una fundación bancaria (...) no supiera exactamente a qué se estaba dedicando su marido".
"Es una persona como todos los miembros de la familia real, cordial, educada, agradable, habla muy directa, normal", relata Ana Romero, corresponsal de El Mundo en la Casa Real.
Pero la imagen de Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, de 48 años, sufrió un duro golpe en enero cuando el juez José Castro de Palma de Mallorca, en las Islas Baleares, la imputó por fraude fiscal y blanqueo.
El juez intenta dilucidar su eventual vinculación con los negocios de su esposo, Iñaki Urdangarin, sospechoso de malversación de fondos públicos a través del Instituto Nóos, una sociedad sin ánimo de lucro.
Este desvío de fondos se habría llevado a cabo usando como pantalla a la empresa Aizóon, propiedad a partes iguales de la infanta y su esposo.
Cristina, que también fue vocal en la junta directiva de Nóos, ya había sido imputada una primera vez en abril, entonces por presunto tráfico de influencias, aunque la decisión fue anulada por un recurso de la fiscalía.
La imputación ha supuesto un duro golpe para la pareja, durante largo tiempo imagen de la familia perfecta, pero apartada de los actos oficiales de la familia real prácticamente desde que en diciembre de 2011 el juez Castro imputó a Urdangarin.
"Ha vivido en su mundo. Se ha sentido hasta hace poco intocable", explica Abel Hernández, escritor especialista de la Casa Real, quien recuerda que "hay que darse cuenta que esta gente vive con la misión, la institución, la casa, la familia real: les llaman para ir a actos oficiales... Y de pronto les cae esto encima y dicen '¿qué he hecho?'".
Cristina, nacida el 13 de junio de 1965 en Madrid y conocida como la hija rebelde de la familia, pero también por sus actividades sociales, trabaja desde 1993 para la Fundación La Caixa.
Licenciada en Ciencias Políticas en 1989 por la Universidad Complutense de Madrid, es también una gran aficionada al deporte, especialmente a la vela. Conoció a Urdangarin en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, en los que éste ganó la medalla de bronce con la selección española de balonmano.
Ella misma había sido abanderada del equipo olímpico español en los Juegos de Seúl-88.
"Es enormemente competitiva y obstinada", aseguraba el escritor Andrew Morton, biógrafo de Lady Di, en el libro "Ladies of Spain. Sofía, Elena, Cristina y Letizia: entre el deber y el amor", asegurando que fue Cristina quien tomó la iniciativa de cortejar a Urdangarin.
Contrajeron matrimonio el 4 de octubre de 1997, momento en que el Rey concedió el título de duquesa de Palma a su hija, séptima en la línea sucesoria detrás del príncipe Felipe y sus dos hijas, y de su hermana mayor, la infanta Elena y los dos hijos de ésta.
La pareja tiene cuatro hijos, nacidos entre 1999 y 2005: Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel e Irene.
En 2009, la familia se mudó a Washington, donde Urdangarin fue nombrado consejero del gigante español de las telecomunicaciones Telefónica.
Allí los sorprendió el escándalo Nóos, a fines de 2011, y en agosto de 2012 la familia regresó a Barcelona, dando imagen de familia unida ante la adversidad, antes de trasladarse en 2013 a Ginebra, donde la infanta coordina las relaciones de la Fundación La Caixa con agencias internacionales.
Jesús María Silva, uno de los abogados de la Infanta, defiende su inocencia asegurando que es una persona que confía ciegamente en su marido: "Cuando una persona está enamorada de otra, confía, ha confiado y seguirá confiando contra viento y marea en esa persona".
Pero según Ana Romero, "la mayoría de los españoles no cree que una mujer universitaria que tiene un alto cargo en una fundación bancaria (...) no supiera exactamente a qué se estaba dedicando su marido".
(ZOCALO / AFP / 08/02/2014 - 07:39 AM)
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