Víctimas y defensores de migrantes denuncian a PGR
David Bribiescas, representante legal de la Coalición Pro Defensa
del Migrante, asegura que las autoridades solo investigan al
victimario, no a quienes están detrás de esta rama del crimen
organizado. Según Sergio Lagunas, director de Averiguaciones Previas de
la PGJE Zona Tijuana, los migrantes que contratan a un traficante para
internarse a Estados Unidos son corresponsables del delito
Luis Alonso Pérez
Traficantes de humanos delinquen impunemente en Baja
California. Víctimas del delito y defensores de migrantes, denuncian que
la Procuraduría General de la República (PGR) no admite los casos; los
remite a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), donde
los clasifican como fraudes o extorsiones, lo cual permite a los
delincuentes salir libres.
La PGJE niega que se proceda de manera inadecuada en la
tipificación de delitos. Asegura que los migrantes que solicitan un
cruce ilegal a los Estados Unidos son cómplices del delito y, de ser
engañados por “polleros”, solo se les pueden fincar cargos de fraude. La
PGR negó información, bajo el argumento de que se encuentran en “veda
electoral”.
Crimen en la impunidad
María entró a la cajuela de un automóvil Chevrolet Malibú
con la esperanza de que al salir, estaría en los Estados Unidos.
Llegaría hasta Phoenix, Arizona; viviría con su hermana, conseguiría un
trabajo y mandaría dinero a sus dos hijos en Puebla para darles una
mejor vida, la que ella nunca tuvo.
Una joven pareja proveniente del Distrito Federal
viajaba con ella escondida en la cajuela. No había espacio para moverse y
el calor era insoportable. Era la primera noche del verano, 21 de junio
de 2013.
Nunca
en sus 41 años de vida, María se había sentido tan nerviosa. Todo
estaba oscuro y solo podía escuchar el radio a todo volumen. “Cállense,
no hagan ruido”, les gritaba de vez en cuando Rubén, el hombre que
habían contratado para cruzarlos “al otro lado”.
Cinco mil dólares era la cuota por traficarlos. Para
ellos era un buen negocio, no les cobraría nada hasta que estuvieran en
Estados Unidos, solo tenían que pagar la gasolina del viaje. María lo
había contactado en un supermercado del centro de la ciudad, cuando
deambulaba desesperada por cruzar la frontera.
Al principio le costó trabajo confiar en ese hombre de
cabello rapado y brazos tatuados que decía ser militar retirado del
Ejército de Estados Unidos. El trato inicial era que viajaría ella sola
en la cajuela, así que cuando le avisó que cruzaría con otras dos
personas, naturalmente reclamó.
“Mire, Usted ya está muy grande para estar de desconfiada”, le contestó tajante. A la mujer no le quedó más que obedecer.
El viaje duró 45 minutos. Los más largos de su vida. Era
de noche cuando llegaron a su destino. Rubén los bajó rápidamente de la
cajuela, les dijo que caminaran rápidamente para que no los fuera a ver
la Policía y los deportaran de vuelta a México. Habían llegado a los
Estados Unidos.
Entraron a un hotel grande y lujoso cerca del mar. El
“pollero” les dijo que estaban en San Diego, pero no podían viajar más
al Norte porque había retenes de la Patrulla Fronteriza sobre la
autopista y debían esperar a que los quitaran.
Aún con desconfianza, María disfrutó el logro alcanzado.
“Yo llamé a mis dos hijos en Puebla y les dije que ya estaba en Estados
Unidos. Todos lloramos de la alegría” relató.
Los tres migrantes pasaron esa noche en vela, la
incertidumbre no los dejaba dormir. Con el paso de las horas, la
sospecha incrementó. No podían ver la televisión porque estaba
desconectada.
La comida y la pasta de dientes que les llevó Raúl eran
mexicanos. Además, pudieron llamar a sus familiares sin tener que
cambiar la marcación, y para ese tiempo, el traficante ya estaba
llamándolos para cobrarles el cruce. La hermana de María depositó mil
dólares, los parientes de la pareja, 2 mil por cada uno.
Al otro día Raúl salió del hotel desde muy temprano. Los
encerró con llave en una habitación y les advirtió que si escuchaban
ruidos, se escondieran porque podía ser la Policía. Después de varias
horas, se desesperaron y abrieron la puerta a la fuerza, solo para
descubrir que estaban hospedados en un hotel de Playas de Tijuana.
Frustrada
e iracunda, María llamó un taxi y se dirigió al hotel donde sabían que
se Rubén se hospedaba. Cuando lo vieron, llamaron a la Policía Municipal
y lograron detenerlo antes de que pudiera escapar. Esperanzada en poder
hacer justicia por haber sido privada de su libertad y despojada de mil
dólares por el traficante de personas, denunció su caso al Juez
Municipal Alejandro Vázquez Serrano, quien elaboró el oficio de
turnación T1/1400/2013.
María pensaba que el caso sería investigado por la PGR,
siendo que el tráfico de personas es un delito federal, sin embargo, fue
remitida al Ministerio Público del Fuero Común por los delitos de usura
y despojo.
Una vez en el Ministerio Público, resultó que Rubén
González Anthony se llamaba realmente Omar Tomás Jiniesta Estevez, y no
estaba detenido, se encontraba en calidad de presentado porque nadie
había interpuesto una denuncia previa por los delitos que se le acusaban
y no había flagrancia.
En su declaración confesó haber negociado el tráfico de
las tres personas hacia los Estados Unidos, haberlos transportado en la
cajuela y retenido en un hotel, así como haber cobrado los mil dólares
que le envió la hermana de María a través de otra persona. Una vez
declarado, se retiró tranquilamente. Aunque la averiguación previa
2137/13/203 sigue abierta, en este momento Omar es hombre libre.
Complicidad sistemática
Para David Bribiescas, representante legal de la
Coalición Pro Defensa del Migrante el caso de María, no es un hecho
aislado, es una práctica sistemática de las autoridades policiales e
investigadoras para que los casos de tráfico de humanos, secuestro,
extorsión y enriquecimiento ilícito de polleros o pseudo-polleros como
Omar Jiniesta no incrementen los índices delictivos de la PGR o la PGJE,
y así sus agentes se evitan la molestia de hacer su trabajo: investigar
delitos.
En menos de un año de atender casos de migrantes,
Bribiescas ha atestiguado cómo los agentes investigadores tratan a las
víctimas como si fueran los victimarios. Los interrogan de una manera
intimidatoria, cuestionándolos cómo conocieron a los traficantes, les
exigen que confiese cómo pactaron el cruce ilegal y quién está
financiando el costo.
Como por lo regular son familiares en Estados Unidos los
que contactan y pagan a los polleros, los Agentes comúnmente insinúan
que podrían involucrarlos en la investigación del delito, lo que
naturalmente genera temor en los denunciantes, pues la mayoría reside de
manera ilegal en el país del Norte.
A la hora de encuadrar los delitos prefieren
clasificarlos como fraude, a pesar de que los polleros detenidos hayan
confesado que pretendían traficarlos, explicó el abogado. Estos casos
son remitidos al área de Delitos Patrimoniales, una de las que más
presentan rezago, retrasando las investigaciones al punto en que la
mayoría de los migrantes desisten de su denuncia o abandonan la ciudad.
Entonces los casos quedan en el archivo muerto, es decir, en la
impunidad.
Aun cuando ocurre el secuestro, extorsión o robo por
parte de los mismos traficantes de humanos, los casos son remitidos de
la PGR a la PGJE de manera sistemática, expuso Bribiescas, quien ha
atendido ocho casos de ese tipo en los últimos 10 meses.
Una
vez en la PGJE, los agentes ministeriales que han atendido sus casos
justifican su falta de actuación con la falta de recursos humanos o el
riesgo que implica ir a investigar a las bandas de secuestradores y
asaltantes de migrantes que operan en las montañas fronterizas entre
Tijuana y Tecate, ya que son muchos y están fuertemente armados.
Es por eso que las averiguaciones previas 2417/2012,
16802/2012 y 16802/2012, interpuestas por el representante legal de la
Coalición Pro Defensa del Migrante por estos delitos, aún siguen
impunes.
Después de interponer varias denuncias de secuestro, el
agente ministerial que atiende los casos comenzó a cuestionar por qué
estaba llevándoles tantos casos. “Me dijo, ‘y tú qué haces o a qué te
dedicas, porque ya he visto que has venido varias veces para acá, tú
eres el que vienes en un carro rojo y otras veces en uno café’” relató
Bribiescas, quien dijo no sentir temor por denunciar estos abusos, pero
sí una profunda frustración de ver cómo todos han quedado en la
impunidad.
PGJE: Migrantes también son delincuentes
De acuerdo con el director de Averiguaciones Previas de
la PGJE Zona Tijuana, Sergio Lagunas, los migrantes que contratan a un
traficante de personas para internarse ilegalmente a Estados Unidos son
corresponsables del delito, al violar la Ley General de Población de
México.
“No podemos tipificar un delito cuando la propia
conducta que da origen a la comisión del delito es una conducta ilícita.
Es como si yo te contrato para que cometas el delito de homicidio, te
pago y no matas a la persona”.
Por ese motivo, a los migrantes como María no se les
considera víctimas de tráfico de personas. Tampoco puede considerarse
como privación ilegal de la libertad si se les retiene con engaños,
escondidos en una casa de seguridad o en el cuarto de un hotel.
“En los casos que nos han denunciado (el delito de
privación ilegal de la libertad) no ha sido así, porque los migrantes
que querían cruzar a Estados Unidos ahí se hospedaban, pero no había
personas custodiando o prohibiéndoles salir del cuarto, ellos podían
circular libremente” expuso Lagunas.
Ni
siquiera la extorsión se puede encuadrar en estos casos, explicó el
director de Averiguaciones Previas, ya que ese delito se da cuando la
persona que va a cruzar a un migrante, le habla a los familiares y les
dice que no se los va a entregar hasta que le paguen los servicios.
“Tampoco puede considerarse como un secuestro, porque la
persona puede transitar o caminar libremente, pero el familiar es el
que desconoce la situación y accede al pago” precisó.
Cuestionado por qué la PGJE ha recibido todos los casos
en los que se ha intentado denunciar ante la PGR a los traficantes de
personas que secuestran o extorsionan a los migrantes, Lagunas expuso
que los secuestros son competencia de la Subprocuraduría contra la
Delincuencia Organizada de la PGJE. El tráfico de personas sí es un
delito federal, por lo que sostuvo que al recibir esas denuncias, se
daba parte a la PGR.
ZETA solicitó a la Procuraduría General de la
República un reporte sobre las denuncias de tráfico de personas
interpuestas ante la Delegación de Baja California, pero la información
fue denegada por el Departamento de Comunicación Social, debido a los
lineamientos nacionales de no reportar las actividades de la PGR durante
la temporada electoral.
(SEMANARIO ZETA/
julio 8, 2013/ Luis Alonso Perez Chavez)
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