Jesús Cantú
Este
domingo 7 hubo elecciones en 14 entidades de la República Mexicana. En
13 de ellas se eligió a mil 348 presidentes municipales con sus
respectivos ayuntamientos (más de la mitad de los municipios del país) y
en nueve han ocurrido hechos de violencia (presuntamente perpetrados
por el crimen organizado) contra los actores políticos implicados en los
comicios.
Entre estos actos
violentos destaca la muerte de 11 personas. Una de esas muertes fue
producto de un enfrentamiento entre grupos políticos rivales, pero en
los casos restantes las características de los atentados sí apuntan al
crimen organizado. Los 10 asesinatos fueron de dos precandidatos, dos
candidatos, dos familiares de un candidato, el familiar de un
coordinador de campaña, un dirigente estatal del PRD, un dirigente
municipal del PRI y un coordinador de campaña.
Entre otras
acciones violentas del crimen organizado se encuentran los secuestros de
un consejero distrital en Nuevo Laredo, Tamaulipas, perpetrado en marzo
durante una sesión del órgano electoral y quien sigue desparecido; y el
de un candidato a primer regidor en Boca del Río, Veracruz, el pasado
lunes 1. Además hay amenazas, agresiones, incendios, ataques a balazos y
con bombas molotov, robos de documentos y equipos y más.
Las
únicas entidades en las que no ha habido hechos de violencia
relacionados con los procesos electorales son Aguascalientes, Baja
California, Coahuila (aquí asesinaron al líder de un partido político ya
desaparecido, pero sin ninguna intervención en el actual proceso
electoral), Hidalgo (donde únicamente se eligen diputados locales) y
Tlaxcala. En cinco (Durango, Chihuahua, Oaxaca, Puebla y Sinaloa) hay
muertos por atentados perpetrados presuntamente por el crimen
organizado. En Veracruz, un muerto en un enfrentamiento entre priistas y
panistas. En Tamaulipas y Veracruz, secuestros.
En el último mes
se incrementaron los atentados contra candidatos y dirigentes de campaña
o partidistas, pero el hecho no es exclusivo de estos procesos
electorales; la intervención del crimen organizado es una constante en
los últimos procesos electorales, particularmente los locales, al menos
desde 2007. En octubre de ese año el dirigente estatal del PAN en
Tamaulipas, Alejandro Sáenz, denunció que el narcotráfico quitaba y
ponía candidatos y reconoció que no lograban encontrar aspirantes para
las alcaldías de Ciudad Mier y Nueva Ciudad Guerrero.
Unos días
después de su declaración se hicieron públicos los secuestros del
candidato a alcalde de Ciudad Mante, Eliseo Trejo y del candidato a
primer regidor del ayuntamiento de Reynosa y tesorero de la campaña,
Rodrigo Moreno Ricart; y el 29 de noviembre de 2007 sacudió al país el
asesinato del candidato del PT a la alcaldía de Río Bravo, Juan Antonio
Guajardo Anzaldúa.
No tiene sentido seguir el recuento, pues dos
años y medio después el país se cimbró con el asesinato del candidato
priista a gobernador de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú.
Y el 7
diciembre de 2011, desde Monterrey, el entonces presidente Felipe
Calderón reconoció la presencia del crimen organizado en las elecciones:
“En Michoacán el crimen amenazó y bajó de la candidatura a 50
candidatos, de todos, del PRI, PAN y PRD, porque les dijeron: ‘O te
alineas con nosotros o te desaparezco’. Renunciaron. Es un problema
grave y no es una cosa ni personal ni partidista, es un asunto que debe
verse con esa mira de Estado”.
Al crimen organizado le interesa
controlar a las autoridades locales porque su colaboración (activa o
pasiva) es fundamental para el desarrollo de sus operaciones delictivas.
Por ello no es casual que, según datos de la Federación Nacional de
Municipios de México, como difundió el portal de CNN México el miércoles
3, “en los últimos cuatro años han sido asesinados mil 200 funcionarios
municipales, de los cuales 34 eran alcaldes”.
Pero el control del
crimen organizado empieza precisamente desde los procesos electorales;
son ellos los que “quitan y ponen candidatos”, como denunció hace seis
años el dirigente panista de Tamaulipas. Los asesinatos, secuestros y
demás hechos violentos son simplemente una de las manifestaciones de
este mal que lamentablemente hoy está muy arraigado en la vida política
nacional y penetra a todos los partidos políticos.
El crimen
organizado incide en los procesos electorales al menos en cuatro
ámbitos: en la designación de candidatos, en el financiamiento de sus
campañas, en la delimitación de sus posibilidades reales de hacer
campaña y de difundir sus propuestas y en el control del voto ciudadano.
Las primeras dos son las que más reflectores reciben, aunque –hasta
hoy– no hay ningún caso probado de intervención del crimen organizado.
Pero las otras dos son igualmente relevantes y también afectan el
resultado electoral.
Los delincuentes deciden quién y dónde puede
hacer campaña; qué pueden difundir los medios de comunicación de las
diversas localidades, con lo cual no hay igualdad de condiciones para
buscar el voto ciudadano; pero además también inhiben el voto libre y
secreto en las comunidades pequeñas, obligando a votar por un
determinado candidato o partido, y en las mayores porque los electores
temen ser víctimas de la violencia o no tienen opciones reales ante la
imposición de candidaturas.
En general las autoridades se niegan a
reconocer la incidencia del crimen organizado en los procesos
electorales, pero más por las dos últimas vías, porque ello implicaría
reconocer que “los espacios públicos han sido capturados por actores
criminales y la sociedad…
está a merced de estos criminales”, como
señaló, en referencia a la situación de Tamaulipas, Carlos Flores,
profesor de la Universidad de Connecticut, al Wall Street Journal, lo
que reprodujo el diario regiomontano El Norte el 21 de noviembre de
2010.
Ésta es la realidad mexicana y la concentración de procesos
electorales locales de 14 entidades en un solo día lo único que hizo fue
mostrarla diáfanamente. Garantizar la seguridad de los candidatos y
permitir que los ciudadanos acudieran a sufragar no cambió nada; los
grupos de la delincuencia organizada ya impusieron a sus candidatos para
muchos de los puestos que ayer se eligieron.
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