El juez segundo penal, Joaquín Castro Camargo, dictó el auto de
formal prisión basado en las actuaciones del proceso penal 256/2013,
instruido en contra del indiciado por los delitos de robo agravado en
grado de tentativa mediante el uso de arma que puede intimidar a la
víctima por tres personas en contra de Comercializadora Lovale S.A. y
por el cargo de homicidio en grado de tentativa en contra de un policía.
Este no era un policía cualquiera. Era un guarura. Asignado estaba a la
escolta del hermano del gobernador, Mario López Valdez, Francisco López
Valdez, en cuya casa, en el exterior, comenzaron los hechos que
terminaron con Francisco Javier en la cárcel.
Una semana atrás, el ahora indiciado y dos de sus cómplices abordaban
un auto Saturn en el que seguían a un sujeto que recién acababa de
retirar 300 mil pesos de un banco.
Juan Carlos Núñez Gómez, empleado de la Comercializadora Lovale S.A.
que provee desde mariscos hasta muebles de oficina, pasando por títulos
de propiedad y muchos objetos más, recibió la instrucción de llevar el
dinero a la casa de Francisco López Valdez, en el fraccionamiento
Diamante.
Para ello abordó su auto y lo condujo por varias calles de la ciudad, enfilándose hacia el norponiente.
Era seguido por los facinerosos, pero de ello nunca se dio cuenta,
excepto cuando se estacionó a las afueras de la casa del hermano del
gobernador, pasado medio día de ese lunes.
Por el retrovisor observó que un auto aparcaba atrás del suyo. Los
vio armados. Temió por su seguridad. Rápido se apea del carro, corre
hacia la casa, que sabía, estaba vigilada por guaruras estatales, porque
adentro estaban los que recibirían el montón de billetes. Gritó: ¡Me
quieren asaltar! y sus pies se movieron “en caricatura”, como los de los
Picapiedras. Ganó unos metros de distancia entre el tipo que
llevaba en arma en la diestra y él. Para entonces, apareció un guardia,
un guarura, un guardaespaldas del Pancho, y brevísimo silencio, al estilo Matrix, se creo en el área.
Sorprendido entre ambos, el asaltante se escondió atrás de un auto y
el guarura por el lado del cofre. De vez en vez sacaban la cabeza para
observarse. Ambos ya llevaban sus armas en la diestra.
Se apuntaban, pero no disparaban. Se apuntaban, pero no disparaban.
En un breve descuido, el atracador sorprendido, le dispara al guarura, bang,
y sale en reversa, a toda carrera, buscando a sus cómplices, que para
entonces ya lo habían abandonado. El guardaespalda, repele la agresión, bang, y va tras su presa. Corretiza de por medio y disparos. Bang, bang,
de un lado y respuesta del otro. Los otros guaruras montan en sus
camionetotas blancas y refuerzan a su compañero. Finalmente, copan al
atracador en la esquina del bulevar Maquío Clouthier y Río Presidio. Lo
atrapan, desarman y se lo llevan.
Ya tranquilos, lo entregan a ministeriales y entre ellos surge la mofa. “Quiso asaltar al hermano del gobernador”.
Pero los radios comienzan a sonar y en 15 minutos la zona del
fraccionamiento Diamante se llena de policías de todos colores. Se
encaraman a techos, allanan locales vacíos, recorren calles, pero los
cómplices del asaltante detenido ya se habían vuelto “ojo de hormiga”, y
habían escapado, incluso mucho antes de que ellos llegaran. El rumor ya
se había propagado: “Atentado contra el Pancho, el hermano del gobernador”.
Los municipales encapuchados llegan a los negocios del crucero y
advierten a los empleados que no deben de hablar con nadie de lo
sucedido ahí, que era una orden del Gobierno. Y ufano, el encapuchado
abandona los negocios.
Adentro, los empleados no encuentran si echarse a reír o a llorar por
la orden dada por el municipal encapuchado. “El orate ordenó que no
habláramos con nadie de lo que aquí paso, está pendejo el bato, si es la
comidilla de todos, ya mero me lo callo”, dijo un trabajador que contó
lo que él vio, pero que pidió anonimato. “Ja ja ja ja, no todos los días
asaltan a un trabajador del Pancho”, dice.
Tras el escándalo desatado por el rumor del atentado en contra del
hermano del gobernador, todas las autoridades callaron. Solo un escueto
informe de los ministeriales al respecto y un posterior silencio de los
medios informativos. Nadie dice para qué era el dinero, quién lo
entregaba a quién, porqué.
El Registro Público de la Propiedad y del Comercio revela que la
Comercializadora Lovale es propiedad de Juan Pablo Díaz Arce y de
Christian Humarán Ocampo, que tiene un capital social de 50 mil pesos, y
que el comisario lo es José Francisco Picazo Alvarado, y que fue
registrada el 21 de enero del 2011. Y es también proveedora del
Gobierno, del mismo que encabeza Mario López Valdez, el hermano del Pancho.
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