Muchas formas habrá para medir la falta de desarrollo que nos agobia
en México y la ausencia de políticas públicas que vayan al corazón de
esa hidra maldita que impide que los mexicanos arriben por fin a mejores
niveles de vida.
Los bajos salarios es un buen parámetro y otro la
falta de prestaciones laborales mínimas para cientos de miles de
jornaleros agrícolas que año con año emigran de sus lugares de origen
para ganarse el pan concentrados en campos donde, ahora nos estamos
enterando, viven en situaciones de franca esclavitud.
El propio desempleo es otra de las medidas para medir qué tan
eficiente es un sistema, pero también un Gobierno, porque si el sistema
no es capaz de absorber la mano de obra existente, el Estado tiene la
obligación de compensar de alguna forma la falta de ingresos de alguien
que está dispuesto a emplearse, pero no tiene la oportunidad.
Los niveles de pobreza son otra medida y pueden decirse mil cosas y
echarse a andar mil programas y hasta como bandera sirve en los tiempos
de campañas electorales.
Pero hay un elemento que nos golpea la cara año con año y que muestra
no solo la incapacidad de los gobiernos para atender las demandas de
una sociedad que pide a gritos superarse, sino su falta de sensibilidad:
la carencia de espacios para los jóvenes que desean estudiar.
Si alguien llega a la edad de trabajar y no encuentra empleo pueden
brindarse muchas explicaciones: la crisis, la recesión, la falta de
inversión por la violencia, la falta de demanda, etcétera. Pero si
alguien sale de la preparatoria y resulta que no hay cupo en una
escuela, ni en otra, ni en otra, entonces hay que preguntarse qué
jodidos están haciendo los gobiernos para encausar a los jóvenes hacia
estilos de vida dignos, de trabajo productivo.
Ante la incapacidad de arropar la demanda que existe de espacios en
las universidades públicas, el Gobierno aflojó los criterios que
propiciaron el surgimiento de universidades privadas. Y entonces se
instalaron por todo el país universidades patito —de algunas se dice que
con dinero del narcotráfico— que, por lo pronto, han servido a los
gobiernos como colchón a sus propias carencias.
Pero hay un sector, el más jodido y el más numeroso, por cierto, que
no encuentra cupo en los planteles públicos y no tiene recursos para
pagar lo que cuesta una carrera en una universidad privada.
Y que los gobiernos, los estatales y el federal, no se ocupen de
atender este problema es realmente criminal. Si hay un pilar del
desarrollo en el mediano y largo plazo para un país —esto se ha dicho y
reconocido una y mil veces en toda clase de foros y esferas públicas y
privadas—, es la educación. Y es en este rubro, por ello, donde los
gobiernos tendrían que estar enfocando sus recursos, sus programas, sus
principales derroteros, pensando no en los votos que van a ganar en la
próxima elección, sino en el futuro del país y de la gente que lo hará
posible.
Pero no nos ha “caído el veinte” todavía y seguimos programando
cruzadas contra el hambre —que no acabarán nunca con la pobreza— en vez
de combatir el sistema que la produce.
A veces son tan grandes los problemas que en vez de enfrentarlos
mejor nos rendimos. En el caso de los espacios públicos para los
aspirantes a una carrera universitaria en Sinaloa, cada quien debe hacer
su parte. Si el problema existe desde hace muchos años, ya era para que
tanto el Gobierno estatal como la Universidad se hubieran puesto de
acuerdo sobre la forma de irlo resolviendo poco a poco.
Hay recursos y hay formas, pero, además, existe una herramienta que
se llama política y la cual debe utilizarse, ahora sí, por una demanda
tan noble que satisfecha, potenciaría a la entidad pero también a
nosotros mismos como sociedad.
Ver a un joven o a una muchacha que se regresa a su pueblo con el
alma quebrada porque no encontró cupo en la escuela, es realmente
dramático, pero también inaceptable. Resolverle su problema, en cambio,
sería una acción de Gobierno, si se quiere, heroica. No chinguen.
Bola y cadena
¿QUIEREN ACABAR CON LOS RECOMENDADOS? Es muy sencillo, abran más
espacios y de esa forma no habrá necesidad de que alguien lleve una
tarjeta en la mano, en lugar de la boleta de calificaciones.
Sentido contrario
A MITAD DE SEMANA recibí un comentario muy interesante que dice: “Es
una práctica internacional de que en materia aeronáutica se utiliza el
horario “ZULU”, es decir, Tiempo Universal Coordinado, por lo que los
horarios que aparecen en la bitácora de la flota de Gobierno del Estado,
cuando hacen referencia a las 21:30 horas, se traduce como las 14:30 pm
tiempo local, lo cual echa por tierra el argumento esgrimido por el
procurador Marco Antonio Higuera, quien manifiesta una completa
ignorancia de los usos aeronáuticos”. Higuera dijo, en defensa del
gobernador, que el helicóptero matrícula XC-CUL no está adaptado para
volar de noche.
Humo negro
SIGUIENDO LA MISMA LÍNEA, los vuelos del helicóptero Bell 206,
matrícula XC-CUL, que se registraron el 18, 19 y 20 de abril de 2011,
según testimonio videograbado del escolta Frank Armenta Espinoza, se
habrían dado seis horas antes en los tres días respectivos. Y si como
dice el gobernador, él nunca ha volado a La Tuna, Badiraguato, entonces,
que diga quién sí lo hizo y con qué propósito en plena Semana Mayor. O
simplemente que demuestre que la bitácora de esa nave es otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario