MÉXICO,
D.F. (apro).- Si usted no está enfermo, basta con sintonizar la
televisión abierta mexicana, en especial, el Canal 2, de las 15:00 a las
16:00 horas, para que usted sienta cómo el “peligro de la desidia” —eslogan del
infomercial de Lolita Ayala— ya le generó várices, le provocó zona
rectal inflamada, padece de colesterol alto, tiene pie de atleta, sufre
de migrañas o puede tener serios problemas de calvicie.
El
fenómeno más grave no es sólo la intoxicación publicitaria de los
llamados productos milagro y la trampa vil de los que se presentan como
“suplementos alimenticios”, sino la falsa promoción de la idea de la
salud, a partir del consumo intensivo de pastillas para bajar de peso,
cremas con “regeneración capilar” para evitar la caída del cabello,
ungüentos y otros productos biomecánicos, que, en realidad, enferman más de ansiedad.
CV Directo ha hecho una verdadera industria a partir de herramientas que hacen creer que
parados hacemos ejercicio o que con máquinas vibratorias las mujeres
tendrán el cuerpo de Lorena Herrera y los varones el de William Levy.
La
impunidad de estos productos parece total. Por más que la Cofepris,
dependiente de la Secretaría de la Salud, o la Procuraduría Federal del
Consumidor (cuyo nuevo titular Alfredo del Castillo se preocupa más por
enviar felicitaciones en Twitter por la detención de El Z-40), traten de volverse eficaces, el fenómeno de los infomerciales de la salud ha desbordado cualquier medida regulatoria.
No solamente es en el horario de los noticieros vespertinos, de La Rosa de Guadalupe o del infame talk show de
Laura. También en los horarios nocturnos, en las transmisiones de
telenovelas, en los partidos de futbol, en las pésimas comedias que
enferman el humor de cualquiera. Se trata de que ninguna audiencia
escape de la persecución grosera de la enfermedad creada a partir de la
seudociencia de infomerciales.
Contratan a periodistas que se
prestan al engaño de que “investigaron”. Ahí está el caso de Eduardo
Ruiz Healy y su promoción del Sistema GB, o la triste carrera de Lolita
Ayala que de dar “buenas noticias en pocas palabras” pasó a ser merolico
de un tianguis imparable de milagrerías y “consejos para la salud”.
Lo
peor es que a cada intento regulatorio o queja de agrupaciones de
consumidores le sigue una andanada de amparos de las compañías más
poderosas (Genoma Lab, Innova, Mercacomerce, CV Directo, Coca Cola y
hasta Bimbo) para impedir que la televisión sea un catalizador de las
peores enfermedades mentales provocadas por la grosera intención de
vender.
El director de Coca Cola en México, Francisco Crespo,
salió a desmentir a la agrupación El Poder del Consumidor diciendo que
la campaña sobre la bebida con “sólo 149 calorías” no fue sancionada y
“cumple con lo exigido por la Ley General de Salud en Materia de
Publicidad”.
Coca Cola, como Mc Donalds y otras industrias de los
alimentos chatarra se han lavado las manos frente al problema de la
obesidad, generando otro más grave: el “lavado de imagen” promoviendo
“estilos de vida” saludables que solamente sirven de branding o
posicionamientos de marca. Las multas son risibles. ¿En qué le afecta a
McDonald’s que Profeco la sancione con 684 mil pesos por incurrir en
publicidad engañosa con su producto “Cajita Feliz”?
Televisa y TV
Azteca son parte de este juego de la intoxicación. Nadie las sanciona
por violar abiertamente el porcentaje mínimo requerido de publicidad en
sus contenidos. Nada impide que sus tentáculos ahora lleguen a las
compañías de los mal llamados “suplementos alimenticios” que se han
convertido en verdaderas minas de ingresos publicitarios.
Por ejemplo, el producto Metabol Tonic, al
que se le atribuyen cualidades terapéuticas para bajar de peso y que se
comercializa y anuncia en televisión abierta sin que las autoridades
regulatorias digan nada. O el de la marca Goicoechea, que en su mayoría
son cremas cosméticas a las que se les atribuyen propiedades exclusivas
de los medicamentos o ingredientes con propiedades cuasi milagrosas como
el Gingko Biloba.
Es evidente que la reforma en
telecomunicaciones y radiodifusión no se adentró en la necesidad de
frenar esta intoxicación a las audiencias. ¿Lo harán en la legislación
secundaria?
Está en manos de quienes estamos del otro lado de la
pantalla reclamar los elementales derechos de información veraz y
congruente, así como frenar la intoxicación publicitaria que con toda
seguridad inundará las páginas de internet y los servicios de
infomerciales por telefonía móvil.
El artículo 6 del Reglamento General de Publicidad de la Ley General de Salud dice explícitamente lo siguiente:
“Artículo
6.- La publicidad deberá ser veraz y congruente con las características
o especificaciones sanitarias que establezcan las disposiciones
aplicables para los productos, servicios o actividades objeto de la
misma, para lo cual no deberá:
“I.- Atribuir cualidades
preventivas, terapéuticas, rehabilitatorias, nutritivas, estimulantes o
de otra índole, que no correspondan a su función o uso, de conformidad
con lo establecido en las disposiciones aplicables o en la autorización
otorgada por la Secretaría;
“II.- Indicar o sugerir que el uso o consumo de un producto, o la prestación de un servicio, es un factor determinante para modificar la conducta de las personas;
“III.- Indicar o inducir a creer explícita o implícitamente que el producto cuenta con ingredientes, composición, origen, efectos, beneficios, o propiedades de las cuales carezca, y
“IV.-
Señalar de en forma explícita o implícitamente mediante imágenes, texto
o audio, que los beneficios derivados del uso de un producto o servicio
se obtendrán por un periodo determinado, cuando dicho resultado no esté
reconocido por la Secretaría”.
Estos ordenamientos no se cumplen.
Y es evidente. Lo peor es que son apenas reglamentos cuya sanción es
mucho menor que la violación de una ley. No estaría mal que este
fenómeno sea incorporado en la legislación que se prepara tras la
reforma constitucional en materia de telecomunicaciones y radiodifusión.
Twitter: @JenaroVillamil
/23 de julio de 2013)
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