El jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera y el procurador Rodolfo Ríos.
MÉXICO,
D.F. (apro).- Mientras más tarde en esclarecer la desaparición de los
12 jóvenes de Tepito, Miguel Ángel Mancera expondrá al Distrito Federal
al riesgo de una ola de inseguridad pública tan severa como la que
afectó a la capital del país a fines de los años noventa.
Después
de un mes, el Gobierno del Distrito Federal (GDF) apenas ha venido a
reconocer lo que desde un principio todos veían menos Mancera, su jefe
de la policía y su procurador de justicia: la delincuencia organizada
está detrás de lo ocurrido con los jóvenes a los que se les vio por
última vez en el bar Heaven, de la Zona Rosa.
Hasta ahora,
el GDF admite que las ejecuciones previas y posteriores a la
desaparición responden a la lógica de una venganza de la delincuencia
organizada en su disputa por el control del gran mercado de drogas
ilegales que es la capital del país.
Las versiones mencionan a Los Caballeros Templarios, La Familia, Los Beltrán Leyva o Los Zetas. Pero oficialmente nada es firme, excepto la existencia de La Unión, un grupo delictivo al servicio de alguno de los grandes cárteles de la droga en el país.
Mancera y sus policías prácticamente no han dicho nada sobre La Unión,
a pesar de estar consolidado como importante grupo de distribución de
drogas en los principales centros de consumo de la capital.
El
servicio de inteligencia de la capital, que entre sus aficiones Marcelo
Ebrard dejó muy bien armado, sabrá de la conformación y modus operandi de ese grupo y de la presencia de las organizaciones de delincuencia organizada en el país.
Así
ha sido por años. En parte, eso ha permitido la contención de estos
grupos en la capital del país, lo que la ha convertido en un mercado
ilegal estable.
Mancera no se puede dar el lujo de dejar pasar más
tiempo para esclarecer lo ocurrido con los tepiteños. Salir a explicar
la operación de un grupo al servicio de la delincuencia organizada no
significa capitular ante ella, como ocurrió en varias entidades del
país. Pero esa explicación pasa por el desmantelamiento de la asociación
delictuosa.
Mientras más tarde en tomar la iniciativa, abrirá más
ventanas de oportunidades para la actuación de la delincuencia
organizada, ya por venganza o por aprovechar la debilidad que muestra el
GDF.
Una de esas ventanas es la actuación de esos grupos a río
revuelto, como puede ser el aumento de la extorsión y el secuestro,
operados en su mayoría desde los reclusorios. Si el GDF no esclarece
quiénes y por qué están detrás de la desaparición de los 12 jóvenes,
podrán surgir grupos que se ostenten como los autores y en nombre de La Unión busquen víctimas para la extorsión o el secuestro o el secuestro exprés.
A
fines de los años noventa, la capital padeció de una crisis de
inseguridad que trascendió a escala internacional y que palideció pocos
años después ante la violencia desbordada de los grupos de delincuencia
organizada en el interior del país.
Los primeros gobiernos del PRD
en la capital del país resolvieron en parte la inseguridad y aunque
hicieron poco para evitar que jefes del narcotráfico hicieran de la
ciudad un centro de operaciones o escondite, lograron contener las
disputas de la delincuencia organizada. Si bien ocurrieron episodios
violentos relacionados con el control del mercado ilegal, sobre todo en
Tepito e Iztapalapa, no perdieron el control que Mancera parece ahora no
tener.
Comentarios: jcarrasco@proceso.com.mx
/ 27 de junio de 2013)
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