VERACRUZ, Ver. (apro).- Caravanas de madres que buscan a sus
hijos van y vienen, misiones de observación documentan una y otra vez el
viacrucis que enfrentan los migrantes en su paso por territorio
mexicano rumbo a Estados Unidos, y nadie hace nada para poner fin a ese
infierno migratorio.
El pasado 28 de mayo integrantes de la Misión de Observación de la
Ruta Migratoria (Morm), acompañados de reporteros, hicieron un recorrido
a bordo de “La Bestia” en el tramo Tabasco, Chiapas y Veracruz, y
constataron que los migrantes siguen siendo objeto de un sinnúmero de
abusos.
Por ejemplo, el pasado 31 de mayo dos mujeres centroamericanas fueron
baleadas cerca de las vías del tren, entre la estación Pakal-Nah y
Salto de Agua en Chiapas, por resistirse a pagar la “cuota” a un comando
armado que controla esa región.
Días después, el 4 de junio, en la estación de Medias Aguas, en
Sayula de Alemán, Veracruz, el salvadoreño, Jorge Alberto Pérez León,
fue atacado por otro grupo delincuencial que intentaba bajar del tren a
dos menores que se negaron a pagar la “cuota” para poder subir al lomo
de “La Bestía”. Pérez defendió a los menores y recibió cinco balazos en
el tórax y las piernas que lo tienen hospitalizado. Su estado de salud
es grave.
Antes de esos dos hechos, el 1 de mayo, una decena de indocumentados
hondureños resultaron heridos en la congregación de Las Barrancas, en
Cosoleacaque, Veracruz, al ser lanzados del tren en marcha.
Inicialmente, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, dijo que se
había tratado de una riña y más tarde tuvo que recular.
A raíz de ese incidente, la Misión de Observación de la Ruta
Migratoria (Morm) organizaron un recorrido de seis días en el que
recorrieron nueve puntos del sureste mexicano que abarcan los estados de
Chiapas, Tabasco y Veracruz.
Integrada por padres franciscanos, activistas del Movimiento Migrante
Mesoamericano y representantes de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH), otros defensores de centroamericanos, la misión recorrió
a contraflujo –de norte a sur- el trayecto que día con día toman los
hondureños, salvadoreños, nicaragüenses y guatemaltecos, en busca del
llamado “sueño americano”.
Pero en el trayecto, se enfrentan todo tipo de situaciones:
secuestros, extorsiones, desapariciones, humillaciones, maltrato e
injusticias.
Nadie duerme por el temor a ser víctimas de “Los Maras” –que habitan y
delinquen en el sureste mexicano–, o de la organización de Los Zetas,
cuyo coto de poder se encuentra en los estados de Tabasco y Veracruz.
“Nos encontramos con tragedia tras tragedia, con auténticas historias
de velorio”, reseña fray Tomás González, encargado del alberque de
migrantes centroamericanos en Tenosique, Tabasco, demarcación en donde
inicia la travesía migratoria en suelo mexicano, hostal y comedor
gratuito que surgió a la par de la matanza de 73 inmigrantes en la
congregación de San Fernando en Tamaulipas.
Rubén Figueroa, activista del Movimiento Migrante Mesoamericano y
amenazado de muertes en diversas ocasiones por la delincuencia
organizada., completa: “Pareciera que las autoridades alientan la
violencia en la ruta migratoria como una forma de detener o inhibir la
migración por consigna en Norteamérica; si no es así, que nos demuestren
lo contrario”.
Durante el recorrido por Orizaba, Amatlán de los Reyes, Acayucan,
Cosoleacaque, Coatzacoalcos y Las Choapas (Veracruz), Chontalpa,
Huamanguillo, Tenosique (Tabasco) y Palenque (Chiapas), Elvira Arellano,
activista de “Familia Latina Unida”, resume su sentir:
“El tren es de la delincuencia organizada, de una horda de
delincuentes que le quiere quitar la libertad a nuestros hermanos
mesoamericanos”.
En una reunión con senadores, los activistas de Morm lamentaron que
pese a los hechos de sangre, muerte, desapariciones y secuestros de
migrantes las autoridades mexicanas no hagan nada para frenar esa
pesadilla.
Rubén Figueroa fue directo en su juicio. Dijo que los migrantes
siguen siendo vistos como “mercancía”, pues representan una derrama
económica muy fuerte para el crimen organizado.
“Y en contraste, tenemos la garita migratoria más grande del
continente. No queremos reconocer a los migrantes como víctimas, cuando
desaparecen nadie se da por enterado”.
En entrevista, el activista añade que las políticas de migración en
México presentas muchas deficiencias porque, en lugar de una salvaguarda
migratoria hay una “cacería de migrantes”, al carecer de una forma
digna de transportación.
“La indiferencia de las autoridades desencadena omisión y complicidad con la delincuencia. Esa pareciera que es la visión estratégica del Estado mexicano para frenar, para decir ‘stop’ a la migración”, dice.
El pasado sábado 8 Figueroa volvió a denunciar que recibió nuevas
amenazas en las afueras del albergue de “La 72” en Tenosique, Tabasco.
“Una persona se acercó al albergue de forma sospechosa, le pregunte
que necesitaba, él me dijo andaba buscando a una persona, le dije que no
podía venir a buscar a nadie y que por favor se retirara del lugar. El
sujeto me respondió que quien era yo para pedirle eso. Le respondí que
ese era mi trabajo.
“Pues a la mierda con tu trabajo, no te metas con nosotros, porque te
van a encontrar embalsamado, ya lo veras”, replicó el sujeto.
“La maldita cuota”
Desde el momento mismo en que los migrantes centroamericanos ingresan
a suelo mexicano ya saben que tienen que cubrir una cuota de 400
dólares si desean viajar en el lomo del tren de Tenosique, Tabasco,
hasta Orizaba, Veracruz.
“Ya nos llegaron. Vinieron ayer por la noche y pidieron la cuota de
aquí. Nos garantizan que con esos 100 dólares podremos transitar sin
problemas de aquí (estación de Pakal-Na, en Palenque, Chiapas) a
Chontalpa (estación ubicada en Huimanguillo, Tabasco)”, cuenta un
hondureño costeño.
–¿Y ya pagaron?–, les pregunta el reportero.
“Hay que pagarlos, no tenemos ese dinero; otros compañeros ya lo
pagaron, nosotros vamos a ver como lo juntamos. Nos enviaron a dos
hombres, de menor rango, pero por lo que hemos escuchado abajo del tren
piden el dinero por la buena, arriba, lo bajan a uno, lo machetean o
secuestran”, dicen los hondureños en Palenque.
En Coatzacoalcos, Veracruz, “la puerta de entrada al crimen
autorizado”, como resume el activista del Morm, Rubén Figueroa, los
hondureños narran las “cuotas” que han tenido que pagar en sus distintos
traslados por Tabasco, Chiapas y Veracruz.
“Son 100 dólares de Tenosique a Palenque, 100 para pasar a Chontalpa,
100 para llegar a Coatzacoalcos y 100 más para Tierra Blanca”,
refieren en los bajos del Puente Verde de Coatzacoalcos.
En la conversación, algunos de ellos preguntan al reportero que tan
ciertos son los ataques armados en Veracruz, en clara alusión al hecho
sucedido en Las Barrancas, municipio de Cosoleacaque. En Huimanguillo,
cerca de las vías del tren, el ambiente es hostil, los migrantes no
quieren saber nada de derechos humanos, activistas y medios de
comunicación.
A lo lejos, los “halcones” hacen su trabajo, Observan, hablan y
hablan por teléfono. En los comedores que abundan por la zona, se
percibe el miedo.
El reportero intenta conversar con un grupo de migrantes y la
recepción no es la mejor: “A mí no me tomes fotografías, ni a mi carnal
tampoco; no debemos nada, pero uno corre peligro ustedes no”, dice y se
aleja.
Una mujer que vende comida a los migrantes dice al reportero:
“Es mejor no hablar, yo vendo comida a migrantes, pero vienen ustedes
hablan conmigo y hay gente (sic) que va a pensar que en nuestra
conversación les pude haber dicho no sé qué tanta cosa, y me pueden
meter en problemas. Ya no es como antes, yo no voy a decir nada. Que les
vaya bien”.
Ya en Las Choapas, un hondureño que bajó del tren a comer, rumia su
suerte: “Ya pagamos 100 a los mareros (Los Maras) en Chiapas sólo para
poder subir al tren, desgraciadamente muchos de quienes nos asaltan y
extorsionan también son de nuestro país, eso me empinga (encabrona),
ahora que lleguemos a Coatzacoalcos hay que pedir monedas para pagar
otra cuota a los narcos”.
Edmison, del departamento de Francisco Morazán, explica que las
historias de extorsiones, asaltos, secuestros y desapariciones de
migrantes centroamericanos en México son conocidos hasta en los lugares
más recónditos de la República catracha.
“La voz se corre, hay mucha gente que no tuvo éxito, se regresa a
mitad del camino en México y uno ya sabe lo que le espera; pero es
preferible pasar casi un mes de pesadilla aquí, lejos de tu familia, a
seguir con la vida insoportable en Honduras, con la mara en guerra, con
desempleo y mucha pobreza”, dice.
“Todos somos uno”
Alexander, otro hondureño, narra su experiencia:
“Venimos 20, pero los 20 somos uno, tenemos que cuidarnos entre
todos, ya pagamos la cuota, pero ya no traemos dinero y la comida la
hemos tenido que venir racionalizando, apenas llevamos 12 días en suelo
mexicano y ya no vamos a permitir más extorsiones”.
El tren para en la estación de Tancochapa, en las Choapas, Veracruz a
52 kilómetros de Coatzacoalcos. En auto, el trayecto se hace en no más
de 60 minutos, pero en el lomo de “La Bestia” el recorrido es de cuatro a
cinco horas.
Nicaragüenses, hondureños y guatemaltecos en su mayoría van trepados a los largo de los 20 vagones. Otros lo hacen dentro del tren, pero tienen que pagar de 20 a 30 pesos a cada uno a los maquinistas.
En el recorrido, los migrantes centroamericanos piden dinero a los
mexicanos que se cruzan en su camino, con el argumento de que llevan
días sin comer o simplemente apelan a la caridad.
La suma que llegan a conseguir dura poco en sus manos porque tarde o
temprano se utilizará para pagar las cuotas al crimen organizado.
En ocasiones, los migrantes llegan a caminar largas distancias y en
su camino tienen que ocultarse entre la maleza, adentrarse en los
pueblos y confundirse entre la población para no ser extorsionado.
Tan sólo en la congregación de “El Ceibo”, municipio de Tenosique,
los migrantes centroamericanos llegan a caminar hasta 57 kilómetros.
“Nos lleva hasta dos días, porque tenemos que ir escondiéndonos de la
delincuencia y de la Policía Federal. Pernoctamos entre la maleza y ya
en Tenosique, a esperar a que pase el tren”, relata Alejandro, un joven
salvadoreño de 21 años, quien emprenderá un segundo intento por llegar a
Estados Unidos.
“Veracruz Foco Rojo”
El padre Tomás González, encargado del albergue “La 72” dice que el
territorio veracruzano representa un “foco rojo” para los migrantes
porque son víctimas de violencia, desapariciones y vejaciones.
Rubén Figueroa, integrante del Movimiento Migrante Mesoamericano, secunda al religioso:
La acentuación de la violencia y las vejaciones contra migrantes en
suelo veracruzano arreció con Fidel Herrera y se recrudeció con Javier
Duarte.
En el actual gobierno, dice, la interlocución con la directora de
Atención a Migrantes, Claudia Ramón Perea, ha sido nula y de “oídos
sordos”. La funcionaria duartista, agrega, se ha dedicado a “minimizar”
los secuestros y extorsiones a los centroamericanos en el territorio
veracruzano, en aras de no dañar la imagen pública de la administración
priista y la del propio Duarte.
La “riña” que despertó a todo un pueblo
“Salgan del monte, no tengan miedo”, gritó, micrófono en mano, Julio
Pérez, a los migrantes centroamericanos que se encontraban ocultos entre
la maleza, varios de ellos, ensangrentados y golpeados severamente.
El perifoneo “urgente” funcionó: poco a poco, cientos de inmigrantes
de Honduras, Guatemala, El Salvador empezaron a salir de sus escondites,
luego de ser arrojados del tren por un grupo criminal o arrojarse por
su propia cuenta ante el temor de ser asesinados.
Era el 1 de mayo y la noche previa un grupo armado de más de 20
personas tomó por asalto el tren y decenas de centroamericanos fueron
arrojados al suelo desde “La Bestia” en movimiento. El incidente ocurrió
en la congregación de Las Barrancas, municipio de Cosoleacaque.
Esa misma noche, todo el pueblo de Las Barrancas salió en auxilio de
los extranjeros. La pequeña localidad, que sobrevive de la siembra de
maíz y de los ingresos de sus albañiles, herreros y obreros de
Minatitlán, se volcó con botellas de agua, comida, ropa limpia y
consuelo para los migrantes que vivieron 30 minutos de terror.
Julio Pérez cuenta en entrevista que un vecino lo alertó de que un
migrante llegó hasta su casa ubicada a la orilla de las vías del
ferrocarril, con la mano cortada y del rostro ensangrentado.
El hombre herido le pidió auxilio porque habían sido atacados con machetes y armas cortas.
“Con el aparato de sonido les dijimos a los migrantes que no tuvieran
miedo, que salieran del monte; ellos tenía miedo que los volvieran a
atacar, después de insistirles a través de una bocina, poco a poco
fueron saliendo”, cuenta Julio.
En su reporte sobre ese incidente, el Morm dice lo siguiente: “Para
los defensores, la inequidad en la protección de los migrantes redunda
en la escasez de apoyo a las personas y manifiesta la ausencia de
políticas generales de protección y promoción de derechos humanos, y no
se observa por ninguna parte la intención clara de proteger la dignidad,
integridad ni la vida de las personas”.
“El Chava y el Pájaro”
En el recorrido por Veracruz, los migrantes tienen dos nombres bien
grabados en la mente: El Pájaro y El Chava, identificados como presuntos
líderes de la delincuencia organizada.
Al Pájaro lo describen como un sicario musculoso, que siempre viste
camisetas sin mangas, para lucir sus tatuajes. Dicho sujeto siempre se
hace acompañar de 20 personas, quienes se encargan de asaltar a los
migrantes arriba del tren y de privarlos de su libertad para cobrar a
sus familiares una cantidad por su rescate.
El Chava es un sicario que siempre lleva consigo una R-15. Este
sujeto opera en la región de Tierra Blanca y Orizaba y su grupo se
encarga de cobrar las cuotas.
“Si no pagas, te tira del tren, te machetea o te mata”, narra un grupo de migrantes.
“Sabemos el modus operandi de los delincuentes, cómo los apodan,
quienes son los líderes, los tatuajes que los distinguen. Se trata de 20
personas se suben al tren con armas largas y cortas, machetes, y
atracan a todo mundo.
“Toda esa información está en manos de las autoridades estatales y
federales y no pasa nada”, dice o eso se le hemos dicho a la autoridad y
no pasa nada, dice Rubén Figueroa, del Movimiento Migrante
Mesoamericano.
En Tenosique, Tabasco, revela, se han interpuesto más de 100 demandas
penales ante las procuradurías estatal y federal y “la indiferencia y
pasividad son notables”.
En la mayoría de los nueve puntos que recorrió la Misión de
Observación de la Ruta Migratoria no pasó desapercibido la presencia de
“vigías del camino” o “halcones”, jóvenes mexicanos y centroamericanos
que se entremezclan con los inmigrantes que desean llegar a Estados
Unidos y que buscan monitorear todos los movimientos de los tripulantes.
Repatriación voluntaria
A Carlos Argueta, Manuel Benítez y Samuel Domínguez, hondureños de 20
años, les duro cinco días la ilusión de llegar a Estados Unidos. Los
tres suplicaron a agentes del grupo Beta, el brazo vigilante del
Instituto Nacional de Migración, y personal de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos, su “repatriación voluntaria”, ante el temor a caer en
manos del crimen organizado.
Y es que apenas subieron al tren alguien se les acercó y les pidió una cuota 400 dólares que ni siquiera llevaban consigo.
Llevan un día entero sin comer. Su rostro está demacrado. En el
parque Pakal-Na, cerca de la estación ferrocarrilera de Palenque,
Chiapas, consiguieron un trabajo “chapeando” y cargando muebles, en una
casa, en donde se ganaron 30 pesos cada uno.
Arguetta, Benítez y Domínguez narran que desde que entraron a suelo
mexicano, personal al servicio de la delincuencia organizada los empezó a
hostigar para cubrir su cuota. De lo contrario, les advirtieron, que
serían tundidos a machetazos y bajados del tren en movimiento.
Atemorizados, los tres hondureños oriundos del departamento de
Comayagua, optaron por pedir a las autoridades mexicanas su
repatriación voluntaria.
En el parque Pakal-Na, la primera estación para empezar el trayecto
de “La Bestía”, cerca de un centenar de hondureños reposa luego de haber
pasado su primera escala en suelo mexicano, caminaron 57 kilómetros en
la congregación El Ceibo, durmieron una noche o dos en el albergue de
Tenosique, Tabasco, y recién llegados a Chiapas, saben que los peligros
apenas inician.
/ 12 de junio de 2013)
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