Michael Tarm
Chicago— Los
cárteles mexicanos del narcotráfico rara vez se aventuran del otro lado de la
frontera, pero desde hace un tiempo están despachando algunos de sus mejores
agentes para que vivan y trabajen adentro de Estados Unidos, reforzando su
presencia en lo que algunos expertos consideran un esfuerzo por acentuar su
control sobre el mercado de narcóticos más lucrativo del mundo y aumentar sus
ganancias.
Si no se les frena,
dicen las autoridades, la penetración de los cárteles a territorio
estadounidense podría hacer que resulte más difícil todavía combatirlos y
podría allanar también el camino para otras actividades delictivas, como la
prostitución, los secuestros extorsivos y el lavado de dinero.
La actividad de los cárteles
en Estados Unidos no es nueva. A partir de la década de 1990 las bandas han
sido el principal abastecedor de drogas ilegales, usando intermediarios para
contrabandear cocaína, mariguana y heroína e incluso para cultivar mariguana
aquí mismo.
Pero una amplia
revisión que hizo la Associated Press de casos ante los tribunales y de
información de dependencias del Gobierno, y entrevistas con altos funcionarios
de organismos de seguridad indican que los cárteles han comenzado a emplazar
agentes de confianza en por lo menos nueve estados no fronterizos, incluso en
suburbios de clase media en estados del centro-occidente, el sur y el noreste.
“Se trata
probablemente de la amenaza del crimen organizado más seria jamás enfrentada
por Estados Unidos”, expresó Jack Riley, director de la oficina de Chicago de
la agencia de lucha contra el tráfico de drogas (DEA, por sus siglas en
inglés).
La amenaza es tan
grande que uno de los capos más prominentes de México –un hombre que jamás puso
un pie en Chicago– fue nombrado recientemente como el enemigo público número
uno de esa ciudad, dudoso honor que alguna vez tuvo Al Capone.
La Comisión del
Crimen de Chicago, una agencia no gubernamental que observa las tendencias de
los delincuentes en la región, dijo que considera a Joaquín “El Chapo” Guzmán
una amenaza más grande que Capone porque lidera el Cártel de Sinaloa, que
suministra la mayor parte de los narcóticos que se venden en Chicago y en
muchas ciudades de Estados Unidos.
Años atrás México
enfrentó el mismo problema –cárteles nuevos que tratan de expandir su poder– “y
no le puso freno de entrada”, comentó Jack Killorin, director del programa
anti-tráfico de la Oficina Nacional para una Política de Control de Drogas en
Atlanta. “Y miren dónde están ahora”.
“La gente dice, ‘la
frontera está lejos, ese no es nuestro problema’. Pero Resulta que sí lo es. En
la actualidad, operan en Chicago como si estuviesen en la frontera”, sostuvo
Riley.
Los estados de la
frontera, desde Texas hasta California, lidian desde hace tiempo con la
presencia de los cárteles. En los últimos tiempos, no obstante, ha habido
episodios que involucran a miembros de los cárteles en suburbios de Chicago y
de Atlanta, así como en Columbus, Ohio, Louisville, Kentucky, y en zonas
rurales de Carolina del Norte. También ha habido sospechosos en Indiana,
Michigan, Minnesota y Pensilvania.
Los cárteles “se
están apoderando de nuestros barrios”, dijo la procuradora general de
Pensilvania Kathleen Kane ante una comisión legislativa en febrero. El jefe de
la policía estatal Frank Noonan, no obstante, lo desmintió y afirmó que los
cárteles abastecen las drogas, pero no son los que las venden en el terreno.
Por años, los
cárteles prefirieron hacer negocios en México con traficantes de Estados
Unidos, que se ocupaban del transporte y la distribución en las ciudades
grandes, indicó Art Bilek, ex investigador del crimen organizado que ahora es
vicepresidente ejecutivo de la comisión del crimen.
A medida que las
organizaciones se hicieron más sofisticadas, los cárteles comenzaron a tramar
formas de quedarse con un porcentaje mayor de las ganancias. Decidieron hacer a
un lado los intermediarios y tener un control más directo de la distribución y
venta, relató.
Hace dos o tres
años, las autoridades notaron que los cárteles estaban colocando “gente en el
terreno aquí”, dijo Bilek. “Chicago se convirtió en un mercado enorme y para
ellos era vital tener un control firme”.
Para combatir los
cárteles, Chicago inauguró hace poco una oficina en un lugar secreto donde 70
agentes federales trabajan con la policía y los fiscales. Se concentran en los
contactos entre los agentes de los carteles que operan en los suburbios y las
pandillas callejeras que venden la droga en la ciudad. A ese nivel es que estas
bandas son más vulnerables, cuando se encuentran físicamente o usan teléfonos
celulares que pueden ser interferidos.
Hay quienes no están
muy convencidos de que los cárteles estén expandiendo su presencia y dicen que
las fuerzas de seguridad tienden a exagerar las amenazas para que les den más
dinero para sus operaciones.
Davis Shirk, del
Instituto Trans-Border de la Universidad de Chicago, dijo que no hay mucha
información de inteligencia que indique que los cárteles están enviando gran
cantidad de gente a Estados Unidos.
“Sabemos muy poco de
la estructura y la dinámica de los cárteles al norte de la frontera”, dijo
Shirk. “Tenemos que ser cuidadosos con las cosas que damos por sentadas”.
Estadísticas de la
DEA revelan una creciente presencia de los cárteles en las ciudades de Estados
Unidos. En el 2008 unas 230 comunidades reportaron alguna presencia de los
cárteles. Esa cifra subió a mil 200 en el 2011, el año más reciente para el
cual hay estadísticas. Parte de ese aumento, no obstante, puede ser
consecuencia de que hora se denuncian más estas cosas.
Decenas de agentes
federales y de policías locales entrevistados por la AP dijeron que
identificaron a miembros o colaboradores de los cárteles mediante
intercepciones de conversaciones, delaciones de informantes o confesiones.
Cientos de documentos de los tribunales revisados por la AP parecen avalar esa
tesis.
“Esta es la primera
vez que lo vemos: cárteles que envían a su gente aquí”, dijo Richard Pearson,
teniente del Departamento de Policía Metropolitana de Luisville, que arrestó a
cuatro supuestos agentes del Cártel de Los Zetas en noviembre en el suburbio de
Okolona.
Los residentes de
una calle arbolada donde las autoridades confiscaron unos mil 100 kilos de
mariguana y más de un millón de dólares en efectivo no podían creer que sus
vecinos tan agradables hubiesen sido acusados de trabajar para uno de los
cárteles más violentos de México, señaló Pearson.
Uno de los casos
mejor documentados es el de José González Zavala, quien fue enviado a Estados
Unidos por el Cártel de La Familia, de acuerdo con documentos legales.
En el 2008, este
chofer de taxi, padre de cinco hijos, se mudó a una espaciosa casa en el 1416
de Brookfield Drive, en el barrio de clase media Joliet, al sudoeste de
Chicago. Desde allí, indican los documentos, supervisó el envío de cargamentos
de cocaína a Illinois, Wisconsin e Indiana.
Transcripciones de
conversaciones interceptadas muestran que llamaba a un capo no identificado de
un cártel de México casi todos los días, mostrando la deferencia que un
ejecutivo de nivel intermedio expresa hacia un superior en la escala
corporativa. Una vez trastabilló al explicar que un cliente no pagaría su deuda
hasta volver de un viaje. “No”, le dijo el jefe. “Tiene que pagar”.
El mismo cártel
despachó a Jorge Guadalupe Ayala para que custodiase una casa–depósito de
Chicago por 300 dólares a la semana, más un pago de 35 mil dólares cuando
regresase a México luego de una estadía de uno o dos años, de acuerdo con los
documentos.
Ayala trajo a su
esposa y su hijo para que le diesen a la casa un aspecto ordinario de vida
familiar. Pero fue arrestado antes de que pudiese volver a su país y se declaró
culpable de varios cargos de narcotráfico. Será sentenciado más adelante este
año.
Socorro Hernández
Rodríguez fue convicta en el 2011 por dirigir una gran operación de venta de
drogas en el Condado de Gwinnett, en las afueras de Atlanta. La Fiscalía dijo
que Hernández y sus socios eran figuras de relieve de La Familia, algo que la
defensa niega.
A fines de febrero,
en las afueras de Columbus, Ohio, las autoridades detuvieron a Isaac Eli Pérez
Neri, de 34 años, quien le habría dicho a los investigadores que se encargaba
de cobrar deudas con el Cártel de Sinaloa.
Un abogado de
Atlanta que representó a supuestos miembros del cártel dice que las autoridades
a veces exageran las amenazas que esta gente representa.
“A menudo hay chicos
que salen de México por primera vez y duermen en colchones tirados en el piso
en casas del narcotráfico, que juegan Game Boy, comen hamburguesas y
simplemente están pendientes del dinero que entra y sale”, dijo Bruce Harvey.
“Un día los arrestan y reciben sentencias enormes. Es algo triste”.
Esta es la razón
precisamente por la que los carteles prefieren enviar su propia gente: No es
fácil confiar en desconocidos en este mundo despiadado. Además, está el factor
miedo. Los cárteles pueden controlar mejor a sus agentes que a los
intermediarios, a menudo con amenazas de torturar o matar a sus seres queridos
en México.
Danny Porter, jefe
de fiscales en el condado de Gwinnett, en Georgia, dice que ha tratado de
convencer a decenas de personas que se sospecha pertenecen a los carteles de
que cooperen con las autoridades. Algunos se le ríen en la cara.
“Te dicen, ‘le
tenemos más miedo a ellos (los carteles) que a ustedes. Si hablamos, tirarán a
nuestras familias en ácido hirviente’”, expresó Porter. “Sus familias son
básicamente rehenes”.
La seguridad de su
familia fue lo que impulsó a González Zavala a que desistiese de cooperar con
las autoridades a cambio de que le redujesen su sentencia a 40 años de prisión.
Hay casos en los que
los carteles enviaron a sus propios familiares a Estados Unidos.
(DIARIO DE JUAREZ/ Michael Tarm/ Associated Press |
2013-04-02 | 01:05)
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