Cuando se paró frente a los líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Educación en octubre pasado y los arengó a revisar la relación con el
gobierno, del color que fuera, para no arrodillarse, Elba Esther Gordillo
guardaba en la bolsa el resultado de una cálida conversación con el presidente
electo Enrique Peña Nieto, a quien le había ido a entregar su cabeza, si así lo
deseaba por convenir a los intereses políticos de su gobierno. No le aceptaron
la ofrenda en la charola de plata. “Maestra”, le respondió Peña Nieto de
acuerdo con cercanos a ella que supieron de la conversación, “quiero que
trabaje conmigo durante los próximos seis años”.
No eran sólo palabras las que prometía. El responsable del tema educativo
en la transición, Aurelio Nuño, hoy jefe de Oficina de la Presidencia,
encabezaba la negociación con el representante de la maestra, su yerno,
Fernando González, que había sido subsecretario de Educación Básica. Trabajaban
en la reforma educativa, que había sido esbozada por los maestros en el
congreso de octubre, donde llevar la evaluación a un rango constitucional era
el final del camino. Lo que no sabía es que el candado constitucional que
golpearía el control de plazas y sus costumbres hereditarias, era el principio.
A la maestra le estaban jugando con doble cara.
Para cuando se dio la plática entre Peña Nieto y Gordillo, ya discutía el
equipo del presidente electo qué tipo de secretario de Educación le pondrían
enfrente. La idea prevaleciente era alguien que desde el principio fuera una
señal que tendría que jugar al ritmo del nuevo gobierno, por las buenas o por
las malas.
La maestra se enteró de esta propuesta el mismo día que la escuchó el país,
en el primer discurso de Peña Nieto como Presidente, en Palacio Nacional.
Gordillo, encendida por dentro, mostró el temple por fuera. Fue la primera en
aplaudir, salió a dar la cara sonriente a la prensa y declaró que habían sido
los maestros quienes propusieron la Reforma. Cierto, pero no tanto. La
permanencia del maestro en función de la evaluación era rechazada por completo.
Y entonces, vino el segundo mensaje necrológico 19 días después. “Si soy yo la
que estorba, que hagan de mí lo que quieran, pero contra los maestros no,
definitivamente no”.
Luego se encerró con los suyos, canceló sus vacaciones de fin de año y
preparó el regreso en 2013 con una amenazante entrevista en “El País” de
Madrid. “¿Saben qué es lo que no han entendido?”, dijo con una voz encendida,
“que el SNTE no es sólo una organización que defiende sus intereses. También es
un garante de estabilidad política. Nada me costaría pedir a los maestros que
salieran a la calle”. No lo hizo. La reforma constitucional fue cayendo como
piezas de dominó en todos los estados. En un mes ya estaba la aprobación de 16
congresos estatales más uno, lo que se necesita para promulgarla. Sus maestros
no salieron a la calle, pero los de la Coordinadora, la beligerante disidencia
del SNTE sí. Ni aceptarían la reforma, ni la evaluación. Y si no les parecía,
le hicieron saber al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que
los corran. Dentro del Gobierno federal hay funcionarios que están seguros que
la maestra estimuló y financió parte de la protesta de la Coordinadora, lo que,
de ser cierto, problematizaría la lógica que expresó en “El País” cuando
deslizó que sus maestros son garantes de estabilidad.
Gordillo estaba aislada y debilitada. Derrotada. Pero en medio del frío
político, le inyectaron calor. Fue el gobernador panista Rafael Moreno Valle,
quien frente a un representante de bajo nivel del gobierno federal –el
secretario de Medio Ambiente-, invitó a su vieja amiga Elba Esther a su informe
de gobierno donde ella, no el secretario ni los otros 21 gobernadores
presentes, fue el centro de atención. Un evento cuya escenografía y logística
le permitió a ella lucir otra vez poderosa. Un acto político donde Moreno
Valle, aspirante a la candidatura presidencial en 2018, la puso a volar
nuevamente. Y esta semana volvió a ser el centro del universo político.
Desde que fue secretaria de la Sección 36 del SNTE en el valle de la ciudad
de México, donde empezó su carrera de líder en los 70, esa sección realiza un
acto de reconocimiento en coincidencia con su cumpleaños, y al cual asiste el
gobernador en turno. Hace cuatro años ahí destaparon a Peña Nieto como su
candidato a la Presidencia, pero ahora, con Eruviel Ávila, otro gobernador
cercano a ella presente, hubo un mensaje antagónico. En un discurso necrológico
para entenderse entre líneas, dijo que el Presidente era su amigo, de los
maestros, y que lo seguirían siendo “por el bien de la patria”. ¿Pero quién
define cuándo es el final del “bien de la patria”? ¿Quién establece los
parámetros?
La maestra no es priísta, pese a que algunos de los suyos quieran hacerlo
creer. De hecho, en ese partido ve a sus principales enemigos. “El PRI aún
tiene que caminar mucho en su avance democrático”, le dijo a El País con una
frase inspirada en Alexis de Tocqueville. “Todavía no nace lo que debe nacer y
no muere lo que debe morir”. En su discurso de esta semana, sacó públicamente a
Peña Nieto de su lucha contra la reforma educativa y enfocó todo en contra de
los legisladores. Otro mensaje cáustico. ¿Qué va a bloquear si la reforma está
aprobada? Ahí no está todo el fondo, sino en el epitafio que ella misma escribió
sobre su tumba: “Aquí yace una guerrera y como guerrera murió”.
No hay nada más peligroso en un individuo que asume que está muerto –en
este caso políticamente- y que va a jugar hasta las últimas consecuencias.
Gordillo ya asumió las suyas, por lo que dice, y como le dijo en alguna ocasión
a Humberto Moreira cuando el ex líder del PRI se autoexilió en España, “quizás
te alcance pronto”. Pero no parece que se quiera ir sola. La guerra, sea sonora
o discreta como se desarrolle, ya la declaró.
(ZOCALO/ columna de Raymundo Riva Palacio/ 09 de
Febrero 2013)
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