Agencias
Para integrantes de la comunidad científica de México es inverosímil la
versión de la Procuraduría General de la República (PGR) de que la explosión en
el edificio B-2 del Complejo Administrativo de Pemex fue causada por
concentración de gas metano.
Más aún, tras analizar la información emitida por las autoridades, peritos
consultados por Proceso consideran que el estallido del 31 de enero fue
producto de un sabotaje o un atentado.
La noche del lunes 4, en conferencia de prensa, el aparato gubernamental
encabezado por el procurador Jesús Murillo Karam informó que la explosión que
afectó al edificio B-2 –con un saldo de 37 personas muertas y más de 100
heridas– fue producto de una concentración de gas natural que detonó a raíz de
una chispa producida por los tres trabajadores que daban mantenimiento a los
pilotes del complejo.
Esta versión fue sostenida por peritos españoles, estadounidenses, de la
UNAM y del Instituto Politécnico Nacional –expertos en explosivos y en
estructuras colapsadas– que fueron llamados por el Gobierno mexicano para que
determinaran el origen de la explosión, en coadyuvancia con los expertos de la
Secretaría de la Defensa, la Marina y la PGR.
El jueves 7, en una conferencia de prensa ofrecida en el auditorio 18 de
Marzo de las oficinas centrales de Pemex, el perito Brian Dunagan,
vicepresidente de Integridad Operacional Global de la empresa británica SGS,
entró en una serie de contradicciones al tratar de confirmar la versión: “La
razón por la que están seguros de que fue gas metano es porque en este momento
no hay una forma específica de diferenciar sobre el gas metano, no saben
exactamente de dónde salió; es lo que están investigando porque pudo haber sido
una acumulación”.
Explicó que investigan “qué otro tipo de gas pudiera haber estado ahí y que
hubiera penetrado de manera muy lenta. Va a tomar un largo tiempo poder
eliminar todo tipo de gases para saber con seguridad qué gas fue”.
Según Dunagan, para considerar que existe una concentración de metano es
necesario encontrarlo en un nivel por arriba de 10%. Si hay mucho metano en el
aire no hay suficiente oxígeno para causar una explosión.
También indicó que una explosión ocasionada por metano no deja residuos, es
una explosión “limpia”. En este caso la explosión fue pequeña, por el bajo
contenido de metano. “Por lo que no hubo fuego es porque la concentración de
metano era muy poca y por eso se apagó rápidamente.
“Es poco común que se vea una acumulación de gas metano en un edificio tan
grande. Fue un accidente desafortunado”, consideró el experto, quien tiene una
maestría en administración de negocios por la Universidad de Texas en Austin.
En la conferencia de prensa también participó Mauricio Chequer, director
industrial en México de la misma firma, quien expuso que como parte del
análisis causa-raíz se investigan tres probables fuentes de la filtración del
metano: El suelo, la red hidrosanitaria o un ducto de gas natural que está
fuera de operación desde hace tiempo.
A su vez, un experto en física con reconocimiento internacional, quien pide
el anonimato para salvaguardar su situación laboral, declara a Proceso: “No fue
por gas, porque éste se incendia inmediatamente y todo lo inflamable se quema.
Por el contrario, si fue un estallido provocado por explosivos, normalmente
se crea una gran cantidad de aire en expansión que destruye las cosas por la
presión, pero no las quema. No soy perito en explosivos pero creo que si no se
quemó nada, o lo que se quemó fue muy poco, realmente fueron explosivos y no
gases”.
Recuerda el final del sexenio de López Portillo, cuando presuntamente
explotaron las computadoras de Pemex:
“En 40 años que tengo de trabajar
con computadoras no he visto que una explote. Estaban interesados en destruir
algo, pero nunca supimos qué y por qué. Lo seguro es que el objetivo fue borrar
archivos”.
–¿Carece de credibilidad
la versión de la procuraduría?
–El metano es el gas natural de los pantanos; se da por la descomposición
en la tierra o por la desintegración de la basura. Es el más ligero de todos
los hidrocarburos de Pemex, el más débil; tiene muy poca energía por volumen y
no creo que sea capaz de causar destrozos en un edificio de concreto. Es
difícil de creer.
Se le menciona que en su conferencia del lunes 4 Murillo Karam mostró
fotografías de tres cuerpos quemados que correspondían a los tres empleados de
la empresa Copicosa –contratista de Pemex–, quienes desde las 8:00 de la mañana
estaban en el presunto punto de inicio de la explosión dando mantenimiento a
los pilotes del edificio.
De acuerdo con la declaración ministerial de quien estaba a cargo de los
tres trabajadores, ellos salieron a comer a las 14:00 y regresaron 30 minutos
antes de la explosión. Narra que dejó a sus compañeros trabajando en las celdas
de los pilotes y se dirigió al sótano. Para ello salió por una escotilla,
caminó 16 metros y al dar vuelta a la izquierda –donde está el tablero de los
controladores eléctricos– escuchó un silbido seguido de una onda expansiva que
lo azotó contra la pared. Quedó en la oscuridad, aturdido, y arrastrándose y a
tientas llegó a las escaleras que dan a la planta baja y pudo salir.
“Metano no fue. Para causar quemaduras el metano debe estar en combustión y
en contacto con la piel. La piel genera ampollas sólo por la exposición al
calor por tiempo prolongado, y en una explosión de metano generalmente no se
presentan ampollas o quemaduras, simplemente los avienta. Dura tan poco el
contacto que no quema ni siquiera la ropa. Lo único que debió quemarles a los
señores fueron las pestañas”, afirma.
–A uno de ellos se le
incrustó el cable de la extensión eléctrica con el que estaba trabajando –se le
señala.
–Para que se incrusten cosas a un individuo definitivamente fue una
explosión, pero no necesariamente de gas metano. Fueron explosivos. Habrá que
ver qué pretenden las autoridades al difundir esa versión.
LA FÍSICA LOS DESMIENTE
Jorge López Gallardo, profesor de física en la Universidad de Texas en El
Paso, creador de la revista Colloqui, sostiene que la versión de la PGR generó
polémica en la comunidad científica; ejemplo de ello son los artículos críticos
de algunos de sus colegas sobre el tema. Jorge Chávez, químico de la
Universidad Autónoma de Chihuahua, escribió que no es creíble la versión de la
PGR: “Jesús Murillo Karam dio la resolución de la supuesta causa del accidente
en el edificio de Pemex. Basta escucharla para darse cuenta de que es mentira”.
Explica que las propiedades de los gases desmienten completamente la teoría
de la explosión. Una de las propiedades físicas de los gases es su capacidad de
difundirse, es decir la capacidad del gas para ocupar un espacio. En un lugar
como un edificio, que no es un espacio hermético, suponiendo que hubiera una
acumulación de gas éste se hubiera propagado hacia otros lugares por medios
físicos, como ductos de aire, fisuras o ventanas, con lo cual no existe presión
suficiente como para producir una explosión.
De acuerdo con su explicación la presión ejercida por un gas en las paredes
de un recipiente –en este caso una oficina– es igual. Es decir que la misma
presión que soportaba la parte de abajo era la que soportaba la parte de
arriba; por tanto, el daño debería ser “uniforme” en todas direcciones, cosa
que según las imágenes no son así.
El gas es incoloro, inodoro e insípido, es por eso que se le adiciona
mercaptano, una sustancia que tiene un olor característico que se percibe
cuando hay una fuga de gas. Si hubiera existido una fuga o una acumulación, el
gas pudo haber sido fácilmente perceptible por el olfato, lo que significaría
una negligencia del personal a cargo.
Antes de explotar, el metano ocasiona muerte por asfixia, y según la
información que se tiene sobre las víctimas mortales ninguna pereció por
asfixia:
“Por sentido común, ¿en qué edificio
burocrático existen tomas de gas o contenedores de gas que sean capaces de
acumularlo en volúmenes tan grandes como para explotar, cuando la actividad realizada
se reduce a cuestiones administrativas y no técnicas?”, se pregunta el
científico.
“En pocas palabras, la fisicoquímica no miente; no son teorías, son leyes
comprobadas y comprobables”, concluye el artículo, con el cual López Gallardo
coincide totalmente.
–¿Para la comunidad
científica es satisfactorio el dictamen de los peritos? –se le pregunta.
–No. Al contrario. Todo mundo se ha quejado porque es una versión
simplista; sobre todo porque ponen el hecho como un caso concluido, cuando aún
no se hace el estudio a profundidad y hay muchas dudas.
–¿No es creíble que sea
metano?
–Podría ser, siempre y cuando hubiera una fuente de gas.
¿Acaso alguien llevó un tanque?
POSIBLE SABOTAJE
Lúar Moreno Álvarez, doctor en física aplicada, también se ocupó del tema.
En un escrito que tituló ¿Sabotaje o explosión?, publicado en Colloqui,
cuestiona la versión de Murillo Karam y de los peritos. En entrevista con
Proceso comenta que, basado en los conocimientos sobre el metano aportados por
la minería, puede expresar algunas consideraciones.
Por ejemplo, indica que si hubo una explosión debida a la acumulación de
metano, ésta debió suscitarse en una concentración de alrededor de 10% –que
requiere menos energía para explotar– en el sótano del edificio, donde no debió
haber corrientes de aire superiores a los 0.5 metros por segundo.
“Esto implica que debió presentarse un fuerte olor a mercaptano en las
inmediaciones del sótano del edificio y en el piso superior mientras se daba la
acumulación, la cual sólo pudo suscitarse en condiciones de ventilación
deficiente (reconocidas por el procurador). Ello, sumado a la falta de
supervisión humana durante un tiempo prolongado implicaría una negligencia en
la disposición de los contenedores de gas y de las tuberías de distribución en
el edificio, así como en su mantenimiento”, afirma el investigador de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Considera que una explosión de metano acumulado mayormente por gravedad en
el techo del sótano del edificio siniestrado es consistente con la descripción
de Murillo Karam, que refiere “un efecto en la estructura del B-2 de los pisos
del edificio.
Primero –la explosión– fue hacia arriba y luego vino la caída”, pero es
contradictoria con la parte de su relato en la que indica que se trató de una
explosión “difusa, lenta, horizontal y perfectamente definida, característica
de las explosiones de gas”, que no dejó rastros de fuego ni daño en los oídos
de las víctimas, como habría de esperarse de la onda de choque y el frente de
reacción –la flama– que acompaña a las explosiones de metano en galerías con
escasa ventilación, aunque posteriormente rectifica al afirmar que algunos de
los fallecidos sí presentaban quemaduras por la explosión.
Para él la negligencia implicada en las consideraciones, así como en la
evidencia de una llama repentina de corta duración, hacen factible la
suposición de un sabotaje a las instalaciones:
“El sabotaje aprovecha la colocación incorrecta de los dispositivos para
manejar el gas dentro del edificio. El simple desprendimiento de una sección de
los tubos de distribución habría permitido una acumulación rápida del metano en
el sótano sin que el olor del mercaptano alcanzara a difundirse por las
inmediaciones durante un tiempo suficiente para establecer un estado de alerta
general que promoviera la búsqueda de la fuga, así como la evacuación del
inmueble, suscitándose la explosión sin requerir de un explosivo adicional y
sin dejar rastros mayores de fuego, como habría ocurrido en una explosión
‘lenta’ de una mezcla explosiva difusa en condiciones de flujo laminar como la
referida contradictoriamente por la PGR en su reporte técnico.”
Detalla que la hipótesis presentada implica el conocimiento detallado de la
disposición de los ductos de gas en el complejo administrativo; por ello la
información proporcionada hasta el momento sugiere que las investigaciones
deben concentrarse en agotar la posibilidad de un atentado provocado por una
persona muy familiarizada con las instalaciones y el funcionamiento técnico
operativo del edificio B-2, y en determinar sin demora la evidente
responsabilidad por negligencia en el diseño seguro y el mantenimiento del
mismo.
Moreno explica que si fueran galerías altas pudiera haber una acumulación
de gas en el techo, porque éste es más ligero que el aire; pero dicen que la
altura era de 1.20 metros. En esas dimensiones los trabajadores hubieran muerto
por asfixia y no por contusiones, como afirman.
“Eso indica que alguien llenó de gas
esa zona a propósito”, reitera.
“Si hablan de gas natural, de metano, por qué los trabajadores no se
asfixiaron. Si salieron a las 14:00 y no tenían síntomas de mareos ni vómitos y
regresaron a las 15:00 y si no fue nada intencional, tuvo que pasar algo en el
subsuelo que inmediatamente llenó las galerías de gas; si fue así, cualquier
foco hubiera provocado la detonación, pero se complica mucho suponer que era
algo así”, señala.
Rafael López López no pertenece a esta comunidad científica pero es un
experto en el rescate de personas atrapadas en estructuras colapsadas y desde
las primeras horas participó en las tareas de auxilio como parte de la Unidad
Internacional Tlatelolco, Los Topos. En entrevista sostiene las dudas acerca de
que fuera un gas el que provocó la explosión (Proceso 1892).
–¿Qué opina de la versión
del Gobierno acerca de que fue un accidente producido por el gas metano?
–¡Es increíble! Estaríamos hablando de una alta acumulación de gas que
tendría que haberse dado durante un tiempo prolongado y, por lo tanto, los
aromas que genera se hubieran detectado, lo cual no sucedió. Si el sitio donde
estaba el metano era una atmósfera contaminada, obviamente los trabajadores
hubieran sufrido un proceso de intoxicación.
–¿Pudo ser intencional?
–Lamentablemente no me atrevería a darlo por un hecho porque no soy experto
en explosivos, pero si en este caso el metano es el culpable, tienen cosas por
aclarar.
(DIARIO DEL YAQUI/ Agencias/
Sábado, 09 Febrero 2013 23:04)
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