ZETA Investigaciones
Recién salía del
turno Ricardo Salgado Hernández, policía municipal de Tijuana, lo habían
despachado más temprano que de costumbre, sus homicidas lo persiguieron,
chocaron el vehículo que manejaba, lo mataron antes de las siete de la mañana
del 10 de enero de 2013 y huyeron. Minutos después fueron aprehendidos por otros
uniformados municipales.
La existencia de
Salgado estaba amenazada, coinciden sus compañeros, pero se dividen en el
motivo de la agresión:
1. “Por la captura
de un delincuente”, al cual Salgado detuvo en Baja Malibú y sus jefes le dieron
la cortesía, “lo liberaron”. Se había dado la orden de matarlo por la noche,
pero hubo cambio de planes. En esta línea, la tropa habla de corrupción en
torno a jefes policiacos, a quienes solo nombran como Carillo, España y
Ramírez.
2. “Por sus ligas
con el crimen organizado”, tenía acuerdos, tenía relaciones delictivas y empezó
a detener, a “poner” criminales y a “bajarles droga”; incluso refieren que
pasaba información a la Policía Estatal Preventiva.
Desde las jefaturas
de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal de Tijuana, la referencia es
que Salgado era uno de los “focos rojos” bajo investigación. De acuerdo a su
expediente, uno de sus consanguíneos participó activamente en los comandos
negros (grupos de policías que servían de matones para el Cártel Arellano Félix)
que operaban en Baja California hace una década. Fue sorprendido fotografiando
a los agentes que participaban en la detención de uniformados corruptos, y su
padre ha sido detenido en varias ocasiones por la Municipal, presuntamente
cometiendo el delito de tráfico de personas.
Tras el asesinato,
sus compañeros localizaron en un barranco el auto usado por los asesinos y a un
hombre huyendo, quien fue detenido. Horas más tarde, el reporte de la
Procuraduría General de Justicia del Estado de Baja California fue que en las
inmediaciones de la escena del crimen se aseguró:
Un vehículo Explorer
verde, en cuyo interior había un fusil AK-47 cal. 7.62 x39, con dos cargadores
unidos con cinta adhesiva. En un tambo de basura a 50 metros, se encontró una
subametralladora 9 milímetros; de ahí, a 50 metros sobre el cordón de la
banqueta, se encontró una pistola calibre 45. Además les pusieron a disposición
un presunto responsable y dos testigos.
(SEMANARIO ZETA/ INVESTIGACIONES ZETA/ enero 14, 2013)
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