Rosendo Zavala
Saltillo, Coah.-
Entre los perros pulgosos y la maleza que enrarecía el ambiente, Juan yacía
tirado con el rostro desfigurado ante la mirada rabiosa de las mujeres que lo
habían desmayado a tubazos, tras haber violado a una de ellas y asesinar a su
padre cuando intentó evitar el ataque.
Haciendo justicia
por su propia mano, “Marisela” y su hija intentaron saldar cuentas con el
vecino que se transformó en demonio, traicionado por los efectos del alcohol,
mientras las autoridades invadían el rancho a donde la tragedia llegó sin
anunciarse.
Y es que ningún
esfuerzo bastó para que los Martínez salvaran la honra familiar, porque la
crueldad de un veracruzano mal nacido se antepuso concretando uno de los hechos
más sangrientos de que la sociedad tenga memoria.
Sábado familiar
Inspirado por el
invierno que llegaba con el color de los tintes navideños, Raúl decidió
aprovechar el fin de semana para complacer a su gente y presuroso los reunió
desde temprano en la quinta que se convertiría en escenario de la desgracia que
ya los rondaba.
Aquella tarde de
sábado, el rancho María Elena brillaba por la frescura del cielo que lo
resguardaba, mientras a escasos metros, el foráneo de intenciones escondidas se
perdía en el mundo del vino, trastornado por las actividades cotidianas que realizaba.
Pero ajeno a la
maldad que flotaba en el ambiente, el cuidador de la quinta se dio a la tarea
de complacer a “Marisela” y su hija de 17 años que desde siempre habían sido el
motor de su vida, esa que se diluyó con el sonar del revólver que lo mandó al
otro mundo en cuestión de segundos.
Mientras la tarde
iba dando paso a las añoranzas de la noche invernal que prometía ser hermosa,
Raúl convivía con sus mujeres, pero sin dejar de lado las obligaciones,
rondando la propiedad que bastante cuidada estaba con la presencia de sus
preciados caninos.
En medio de los
proyectos familiares que juntos hacían por la incipiente llegada de las fiestas
de fin de año, los Martínez contaban los días porque las ilusiones y el deseo
de renovar esperanzas seguía latente en su intento por acceder a una vida más
digna.
Para lograr la meta
comunal, el jornalero de 44 años retaba a las inclemencias del tiempo así como
a las adversidades que diariamente encontraba a su paso, sacudiéndose los
temores de la paupérrima realidad que lo atosigaba sin descanso.
A cambio de eso, el
premio era disfrutar a su familia que le correspondía con las emotivas
reuniones en la quinta donde cotidianamente coincidían, imaginando que el
porvenir les traería bonanzas, mientras éste se perfilaba por un sendero
diametralmente opuesto.
Esto porque el
destino del clan estaba sellado con letras de sangre, gracias a la rúbrica del
sujeto incómodo que aprovechando la confianza de sus conocidos se bañó de
vileza para concretar la doble obra que ahora lo tiene en la cárcel.
Peligro latente
Desde tiempo atrás,
Juan había conocido a los Martínez, porque tanto él como su víctima trabajaban
cuidando haciendas, por lo que las circunstancias los llevaron a cruzar sus
caminos de manera irremediable.
Casi sin darse
cuenta, el jarocho de 30 años se fue metiendo en la intimidad de los vecinos
hasta que se ganó su confianza, producto del trato que había entre ambas partes
y que lo llevó a “rozarse” con la menor que sometería traicionado por la
calentura… todo por saciar sus bajezas sexuales.
Sin embargo, la
maldad de Juan estuvo dormida durante muchos meses porque en su afán por
encajar en el entorno se dio a la tarea de apoyar a su víctima, llevándola a la
escuela cuando la situación lo ameritaba.
Pero la relación de
los implicados fue cambiando y la relación se volvió más frecuente, ocasionando
que nadie adivinara las intenciones del hombre cuyo rumbo había perdido muy
lejos de su tierra, porque su mentalidad serrana renacería metiéndolo en el
mayor problema que pudiera enfrentar lejos de su gente.
Fue durante un
atardecer de noviembre que oscureció la existencia de Juan para siempre cuando
éste paró de trabajar, y en solitario se ambientó para validar su existencia
regándola con el vino barato que lo hizo pecar desenfrenadamente.
Todo porque las
circunstancias se combinaron para hacerle recordar el cuerpo de su “amiga” que
comenzaba a hacerse mujer, animándose a visitarla aunque consciente de que algo
malo podría pasar, ya que la incursión no tenía buenos propósitos.
Completamente ido
por el alcohol que inundaba su cabeza, el porteño buscó entre las pertenencias
el viejo revólver que guardaba para utilizar en el trabajo, y una vez con el
arma en las manos la escondió entre su ropa para comenzar la desafortunada
aventura.
Doble tragedia
Abrigado por el
manto de la noche, Juan caminó tambaleante hasta llegar a la María Elena, donde
sigilosamente se introdujo en uno de los cuartos, sorprendiendo a la familia
que para entonces buscaba conciliar el sueño que les había espantado la
convivencia sabatina.
Cubriéndose la cara
con ropa interior para no ser reconocido, el jornalero se sacudió la borrachera
para con gritos intimidar a los presentes, exigiendo a la pareja que se hincara
en el suelo mientras obligaba a la menor para que los amarrara de pies y manos.
Ya con los padres de
la adolescente imposibilitados, el sujeto de peinado brusco empujó a su “amiga”
hasta el patio trasero donde la violó salvajemente sin que nadie pudiera
evitarlo, mientras la madrugada corría indiferente ante la crueldad de los
hechos.
Traicionado por el
trance del clímax sexual que se estaba prodigando, Juan se olvidó del entorno
para darle rienda suelta a la pasión contenida por la joven, que se limitaba a
implorar la clemencia que nunca le dio su atacante, porque estaba privado en
las mieles del placer corpóreo.
Por su parte, Raúl y
su esposa maniobraron hasta zafarse de las ataduras que les habían impuesto,
corriendo al exterior para ayudar a la hija que para entonces ya se había convertido
en un despojo del degenerado que la estaba ultrajando sin piedad.
Esto porque justo
cuando el victimario regaba su maldad entre las piernas de la humillada
puberta, el enloquecido padre de familia se abalanzó sobre él para borrarle los
gemidos ahogados que emitía mientras concretaba su obra.
Sintiéndose
amenazado, el jarocho apuntó el arma calibre .22 contra el hombre ofendido,
comenzando un forcejeo, siendo entonces cuando la pistola escupió la muerte con
el plomazo que se incrustó en el tórax de Raúl, que cayó fulminado en el charco
de su propia sangre instantáneamente.
Aprovechando el
momento de confusión, “Marisela” y su hija tomaron un tubo metálico que
encontraron a su paso para atacar al veracruzano rabioso, dejándolo
inconsciente a un lado del jefe de la casa que acababa de expirar frente a
ellas.
Pese a que las
mujeres solicitaron la presencia de una ambulancia para que atendiera al
infortunado defensor, los paramédicos nada pudieron hacer porque su arribo
sirvió tan solo para confirmar que Raúl había muerto.
Con la tragedia en
casa, los socorristas requirieron la presencia de las autoridades para que
tomaran conocimiento de los hechos, mientras trasladaban al lesionado hasta el
Hospital Universitario, donde se mantuvo siempre en calidad de detenido.
En la escena del
crimen, peritos ministeriales recolectaban las evidencias del doble ataque
mientras un agente del Ministerio Público interrogaba a las féminas, que en
todo momento ratificaron su versión primaria alegando haber actuado en defensa
propia.
Buscando resolver el
ataque de inmediato, una nube de agentes policiales de diversas corporaciones
apoyó en las diligencias a los investigadores de la Procuraduría, que sin
batallar ataron los cabos que les encaminaron directo a la resolución del caso.
Un triste final
Tras recobrar la
razón mientras reposaba en la cama de un sanatorio público, el atacante fue
abordado por las autoridades que le tomaron su declaración inicial aún en
estado de convalecencia, aceptando lo ocurrido y su participación directa en el
doble crimen cometido contra la familia Martínez.
Sin embargo, las
horas pasaron y el homicida pareció retractarse de sus palabras porque al verse
tras las rejas del Cereso varonil dio marcha atrás a su quebrada dignidad,
callando durante los interrogatorios posteriores a los que fue sometido como
parte del proceso legal que tiene en contra.
Con el rostro
desfigurado, Juan aguanta la presión social interna y externa de quienes lo
conocen, sabedor de que nada puede arreglar porque su acción ya está plasmada
en la historia de su vida que se redujo al confinamiento donde vivirá por lo
menos durante los próximos 40 años.
Y es que el juez
penal continúa analizando los elementos que tiene a la mano, para emitir un
veredicto final que dará el rumbo definitivo al destino del veracruzano que se
convirtió en criminal animado por los efectos del alcohol.
Por lo pronto, Juan
afronta los delitos de homicidio y violación más las agravantes que resulten,
aunque aún falta tiempo para que el fiscal asignado al caso determine la
reclasificación de estos para poder dictar sentencia.
ZOCALO DE SALTILLO/ REVISTA IMPACTO SALTILLO/ Rosendo
Zavala/ 15/01/2013 - 01:20 PM
Intento de extorsión en guardería causa pánico en NL
(ZOCALO DE SALTILLO/ Proceso/ 15/01/2013 - 01:42 PM)
Proceso
México.- Un grupo de
sicarios instruyó a los encargados de la guardería Tortuga Azul, en Monterrey,
a trasladar a los menores de edad a un restaurante para, posteriormente,
extorsionar a sus padres.
Los criminales les
hicieron creer a los padres de familia que sus hijos habían sido secuestrados y
les exigieron el pago de 150 mil pesos por concepto de rescate.
Durante un espacio
de dos horas, alrededor de 20 padres de familia creyeron que sus hijos habían
sido secuestrados, reporta el periódico Reforma.
Los sicarios se
hicieron pasar por elementos de la Policía Federal e instruyeron a los padres
de familia a no hablar con nadie.
Un grupo de agentes
ministeriales logró contactar a los padres de familia y explicarles que sus
hijos no habían sido secuestrados, sino que se encontraban en un restaurante.
No se reportan detenidos por este acto de extorsión fallido.
Hallan 3 cuerpos con huellas de tortura en Torreón
Torreón.- Los
cuerpos de tres personas con huellas de tortura y maniatados, fueron hallados
anoche en calles del primer cuadro de la ciudad, informaron autoridades
policíacas.
Las víctimas de
entre 30 y 35 años de edad fueron reportadas sobre la calle Rosendo Guerrero
entre las avenidas Hidalgo y Presidente Carranza.
Los primeros
informes indican que los tres hombres vestían pantalón de mezclilla color azul
y playera color gris.
El descubrimiento
coincide con un reporte que se recibió horas antes sobre tres hombres que
habían sido privados de su libertad en la Central Camionera de Gómez Palacio,
Durango, aunque hasta el momento, las autoridades no han confirmado si se trata
de las mismas personas.
(ZOCALO DE SATILLO/ Agencias/ 15/01/2013 - 03:13 PM)
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