En el fragor de la Segunda Guerra Mundial el gobierno
de Lázaro Cárdenas salvó la vida de más de un millar de alemanes y austriacos
al permitirles viajar a México y huir de los campos nazis de concentración.
Pronto se integraron al país que los acogió y su trabajo fue fecundo en varias
áreas. La exposición La última huida a México, montada en Berlín, rememora el
hecho al tiempo que ofrece una lección: Que Alemania debería ser tan generosa
con sus refugiados como México lo fue con quienes escapaban de la persecución
hitleriana.
Yetlaneci Alcaraz
BERLÍN (Proceso).-
Tras luchar en la guerra civil casi tres años y luego de la derrota de la
República Española, el dramaturgo y editor alemán Walter Janka estuvo recluido
en los campos de detención franceses de St. Cyprien, Gurs, Le Vernet y Les
Milles entre 1939 y 1941. No fue su primera vez en prisión. De 1933 a 1935 y
debido a su actividad en las juventudes comunistas fue recluido en la
penitenciaría de Bautzen, Alemania, al inicio del régimen de Adolfo Hitler.
En Francia la vida
de Janka corría peligro. En mayo de 1941 solicitó permiso para dejar el país.
En agosto, cuando estaba a punto de ser entregado a los alemanes para su
deportación, escapó de Les Milles y se dirigió a Marsella. Menos de dos meses
después, en octubre, el cónsul general de México en Francia, Gilberto Bosques,
le otorgó visa de refugiado político. El 16 de diciembre de 1941 Janka y otros
39 miembros del Partido Comunista Alemán (KPD) desembarcaron en Veracruz.
Se estima que entre
1940 y 1942 gracias a la ayuda de Bosques llegaron a México entre mil y mil 500
alemanes que huían del régimen nazi.
El destino de 25 de
ellos, así como la labor que desarrolló la diplomacia mexicana –representada
por Bosques– para rescatar y salvar miles de vidas durante esa época, son
revividos y reconocidos en la exposición Última huida a México. Gilberto
Bosques y el exilio alemán, 1939, organizada por el Museo Activo de Berlín y
que desde el pasado 2 de diciembre y hasta el próximo 14 de abril estará en la
Academia de las Artes de esta ciudad.
Desde hace varios
años la academia y el museo se ocupan del tema del exilio alemán en distintos
países. Esta vez trabajaron junto con el Instituto de Investigaciones
Interculturales Germano-Mexicano, de donde vino la idea original.
En entrevista con
Proceso la curadora de la exposición, Christine Fischer-Defoy, explica qué la
motivó: “Por un lado la figura de Gilberto Bosques es poco conocida aquí pese a
que en el exilio hubo muchos berlineses. Por el otro, me parece importante
mantener la memoria del antiguo exilio alemán porque hasta nuestros días
todavía hay muchos refugiados en el mundo. Considero que Alemania debería ser
tan amistosa con sus refugiados como México lo fue entonces”.
El gesto de
Cárdenas
Durante los años
treinta la política exterior mexicana se distinguió por su postura
antifascista. En 1938 México objetó la anexión de Austria al Tercer Reich y en
1939 protestó ante la Sociedad de Naciones por el desmantelamiento de
Checoslovaquia. Un poco antes, en junio de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas
declaró que México abriría sus puertas a todas las víctimas de la persecución
nazi en Europa. El 9 de septiembre de 1940 Cárdenas ordenó a Bosques que
concediera visas a 20 políticos alemanes y a sus familias para que viajaran a
México en calidad de refugiados políticos.
Así comenzó una
acción que salvó muchas vidas. De acuerdo con información de los archivos de
Bosques presentados en la exposición, su consulado extendió más de mil visas a
alemanes y austriacos. Varios centenares de ellos llegaron a México. Entre
ellos había principalmente artistas, escritores, periodistas, publicistas y
funcionarios del KPD.
“Fue un exilio muy
rico que a diferencia de otros recibió la posibilidad de trabajar y comprometerse
políticamente. Fue así como lograron contribuir a la cultura del país que los
acogió. Luego de la guerra muchos de ellos decidieron quedarse en México, como
la actriz Brigitte Alexander, del fotógrafo Walter Reuter, del artista Paul
Westheim y de Franz Feuchtwanger, quien reunió una colección de arte
precolombino muy notable y publicó un libro sobre el arte en el antiguo
México”, apunta Fischer-Defoy.
Las 25 historias
seleccionadas para la exposición corresponden a refugiados de Berlín o de
quienes al regresar a Alemania eligieron vivir en esta ciudad. Además
representan –a decir de la curadora de la exposición– los distintos aspectos
que tuvo el exilio alemán en México.
Además de los
mencionados, quienes también encontraron en México una salvación fueron la
escritora Anna Seghers, la actriz Steffie Spira, el músico Hanns Eisler, el
político Paul Merker, el novelista Gustav Regler y el periodista y político
Alexander Abusch, entre otros.
Pugnas entre comunistas
El exilio alemán en
México es conocido por el grupo relativamente grande de miembros del KPD que
llegó al país; eran unos 70. Su llegada fue posible por la disposición y
actitud progresista del gobierno mexicano que, a diferencia de casi todos los
otros países de Occidente, concedió asilo a comunistas.
Pero no todos los
que llegaron a México eran comunistas. Los había de otras tendencias
ideológicas que sostuvieron intensos debates con los militantes del KPD.
La Liga Pro Cultura
Alemana en México (LPC), fundada en 1938 y que con su carácter antifascista
marcaba una diferencia respecto de la comunidad alemana, cuya mayoría
simpatizaba de alguna forma con el régimen nacionalsocialista, sirvió de
refugio intelectual y político para los comunistas recién llegados. Desde su
fundación, Bosques perteneció al círculo de la LPC. También se afiliaron a ella
cuando llegaron a México el escritor comunista Ludwig Renn y el arquitecto
suizo Hannes Meyer, de la Escuela de la Bauhaus, de gran influencia en los
campos del arte y la arquitectura.
El pacto de no
agresión que firmaron la Unión Soviética y Alemania en 1939 ocasionó fuertes
controversias entre los distintos grupos en México. Los comunistas perdieron
fuerza.
Sin embargo eso no
fue suficiente para debilitar al grupo que desde el comienzo mantuvo una
actividad política efervescente. Los exiliados comunistas evitaron ser
incorporados en la sección extranjera del Partido Comunista Mexicano y se
constituyeron como una asociación independiente. Entre 1940 y 1941 muchos
militantes del KPD desembarcaron en México y reforzaron la presencia del
partido.
En noviembre de 1941
apareció por primera vez su revista mensual político-cultural Freies
Deutschland (Alemania libre) y en enero de 1942 su semanario en español
Alemania libre. También fundaron el Movimiento Alemania Libre, que aunque decía
ser una agrupación plural era controlada por el grupo comunista.
Dentro de este
movimiento pronto surgieron diferencias y disputas, más por enemistades
personales que por desacuerdos ideológicos. Tales desencuentros permanecieron
hasta después del regreso de la mayoría a la entonces República Democrática
Alemana (RDA).
Efervescencia cultural
Aunque muy pocos de
los exiliados alemanes lograron vivir exclusivamente de su trabajo intelectual
o artístico, casi todos consiguieron empleo. Una excepción fue Ana Seghers,
quien con su obra Das siebte Kreuz (La séptima cruz) alcanzó fama y éxito.
En muchos casos
fueron las mujeres quienes llevaban el sustento a los hogares; trabajaban como
profesoras de su idioma, traductoras o cuidadoras de niños de familias ricas.
Los hombres se involucraron de inmediato en proyectos políticos y culturales de
las organizaciones formadas en el exilio. Prácticamente todos vivieron en la
zona de las colonias Condesa y Roma y tejieron entre ellos fuertes lazos de
apoyo. Los centros culturales fueron fundamentales para ello.
Con motivo del
noveno aniversario de la Quema de Libros que el 10 de mayo de 1933 realizó el
régimen nazi en la Bebelplatz de Berlín, el Movimiento Alemania Libre, la
Acción Republicana Austriaca y el Club Heinrich-Heine fundaron la editorial El
Libro libre, que representó la única posibilidad para el exilio de publicar.
Con el sello de esa
casa se publicaron 20 títulos en alemán, cuya tirada total fue de 36 mil
ejemplares, y seis más en español con 18 mil ejemplares. La distribución de la
obra llegó a países de Centro y Sudamérica y a Estados Unidos y Europa.
El proyecto
editorial fue apoyado por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, quien
puso a disposición de los exiliados una imprenta en la que trabajaron entre
otros Ludwig Renn, la traductora Jeanne Stern, Paul Merker y Alexander Abusch.
El Club
Heinrich-Heine fue el centro de la escena teatral en el exilio alemán en
México. El pequeño escenario del club acogió el trabajo de Steffie Spira y de
Charles Rooner, pilar de ese teatro y quien en México participó en más de 250
largometrajes –los más importantes Los olvidados y La perla– y en los cincuenta
invirtió sus ahorros en diversas representaciones teatrales, lo que le hizo ser
reconocido como uno de los fundadores del teatro moderno en México.
Mención aparte
merece Brigitte Alexander, que contribuyó a popularizar el teatro. Ella fue
quien acercó al club al fotógrafo Walter Reuter, cuyo trabajo fílmico dio un
nuevo impulso al cine mexicano.
En el área del conocimiento
destaca la participación de Alexander Abusch, Georg Stibi, Walter Janka, Bodo
Uhse, Rudolf Feistmann, Laszlo Radvanyi y Anna Seghers, como catedráticos de la
Universidad Obrera de México.
Al acabar la Segunda
Guerra Mundial la mayoría de los inmigrantes miembros del KPD se plantearon el
regreso a Alemania, pero no a la República Federal sino a la RDA.
“Todos ansiaban
tomar parte en la construcción de un nuevo Estado antifascista”. Para los
miembros de origen judío –como la escritora Anna Seghers, los intelectuales
Hans y Sophie Marum y Egon Erwin Kisch– fue muy difícil regresar al sitio donde
sus familias fueron exterminadas por el régimen nazi.
Algunos exiliados
adoptaron a México como su patria. Entre ellos Brigitte Alexander (madre de la
actriz mexicana Susana Alexander), Walter Reuter y el crítico de arte y
publicista Paul Westheim, así como su mujer Mariana Frenk-Westheim.
México fue uno de los
puntos de exilio más significativos de los comunistas alemanes. Sin embargo, en
la nueva etapa que llegaba representó para muchos un lastre. Según documenta la
exposición, muchos de los emigrantes “mexicanos” sufrieron marginación por
formar parte de un exilio occidental.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ YETLANECI ALCARAZ/ 7 de
enero de 2013)
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