TUXPAN, Jal. (apro).- A los
17 años de edad, Ulises Adair Cardona Flores abandonó la carrera de Técnico en
Mantenimiento Industrial, que cursaba en el CBTIS 70 de esta población, para
alcanzar su sueño de convertirse en elemento de la Secretaría de Marina-Armada
de México (Semar).
Paradójicamente, la madrugada
del pasado 22 de enero él y su amigo Moisés Alejandro Cárdenas, de la misma
edad, fueron detenidos por presuntos miembros de esa corporación federal en el
vecino pueblo de Tecalitlán. Horas después, Moisés regresó severamente golpeado
y con huellas de tortura. Ulises Adair se encuentra desaparecido desde
entonces.
El menor, quien trabajaba en
la reparación de motocicletas en el taller mecánico de su abuelo materno, ha
sido buscado durante diez días por familiares y amigos en brechas y parajes de
los alrededores de los municipios de Tuxpan y Tecalitlán, sin resultados
positivos.
Tampoco han fructificado las
gestiones en instituciones gubernamentales de justicia y de derechos humanos,
ni las protestas públicas que se han realizado para exigir a las autoridades la
aparición con vida del muchacho.
Norma Karina Flores Sandoval,
madre de Ulises Adair, se enteró de la desaparición de su hijo la tarde del
lunes 22, cuando fue a buscarlo al departamento donde vive con un tío, en la
planta alta del taller ubicado en la colonia La Floresta, de Tuxpan. En la
habitación sólo estaba Moisés Alejandro, quien se había refugiado ahí,
soportando atemorizado el dolor de las lesiones sufridas.
“¿Ya encontraron a Ulises?”,
fue lo primero que preguntó a la mujer. Ésta se alarmó al ver el estado en que
se encontraba el amigo de su hijo, y mientras lo llevaba a recibir atención
médica le preguntó sobre lo ocurrido.
De acuerdo con Norma Karina
Flores, Moisés le contó que la tarde del domingo él y Ulises se trasladaron a
Tecalitlán a bordo de la motocicleta de este último, con el propósito de
divertirse. Esa madrugada ambos se encontraban afuera del centro nocturno
Galaxy de esa población, cuando fueron sorprendidos por una patrulla de
uniformados de la Armada de México, quienes los “lamparearon”.
Asustados, los menores
corrieron en direcciones opuestas. Primero fue detenido Moisés, quien minutos
más tarde, mientras era golpeado, escuchó por el radio del vehículo que su
amigo también había sido atrapado.
“Al muchacho le daba trabajo
moverse, caminar; dijo que lo golpearon feo, le dieron descargas eléctricas,
cinturonazos, cachazos, batazos… le exigían que los llevara a casas de
seguridad, que les dijera dónde estaban las armas y la droga, pero ellos no
tienen nada que ver con esas cosas; le pregunté dónde estaba mi hijo y
respondió que después de que los levantaron ya no lo volvió a ver; por eso sé
que fueron los marinos”, dice en entrevista Flores Sandoval.
Moisés Alejandro, amigo de
Ulises desde la infancia, “estaba moreteado e hinchado de la cara, decía que no
sentía las piernas y se veía muy golpeado; después supe que su páncreas y un
riñón no le funcionaban muy bien, además de que debe haber quedado afectado de
la vista porque traía un golpe muy fuerte en un ojo, por un cachazo”, añade.
Luego de llevar al muchacho
al Centro de Salud de Tuxpan, de donde fue trasladado de urgencia al Hospital
Regional de Ciudad Guzmán, Norma Karina Flores, de 37 años de edad, empezó ese
mismo lunes la azarosa búsqueda de su hijo.
“Empezamos como a las cinco
de la tarde –narra–, fuimos a buscarlo a las orillas de Tecalitlán con la ayuda
de familiares y amigos que nos acompañaron. Esa misma noche fui a las oficinas
de la Procuraduría General de la República (PGR) en Ciudad Guzmán a levantar
una denuncia, a la que le correspondió el expediente 294/2018”.
Posteriormente la mujer
acudió a la subsede de la Comisión de Derechos Humanos de Jalisco en Ciudad
Guzmán, donde, dice, padeció un “servicio pésimo”. Al llegar al lugar dijo que
iba a poner una denuncia, y un hombre le respondió “en tono insensible y burlesco”
que ahí lo que se recibían eran quejas. Luego de que explicó el asunto, él le
dijo que tendría que hacerlo en línea en la página de internet de la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), porque si se hacía en esa oficina el
asunto tendría que irse a Guadalajara y de ahí a México, “es muy tardado y me
imagino que a usted le urge”.
Dice Norma Karina: “Aunque
poco a poco le fue bajando al tono, yo me quedé porque no soy grosera para
largarlo ahí, aplastadote nomás, pero ya me urgía salirme porque no me estaba
ayudando, y mejor le dije que gracias, entonces ofreció hacerlo ahí, pero le
dije que no y más tarde mandé el caso a la CNDH”.
También trató de que se
activara la Alerta Ámber, por tratarse de un menor de edad, pero “me dijeron
que como ya había puesto la queja en la CNDH, ya no era necesario ahí”.
Después se presentó en el
campamento de la Armada de México en la comunidad El Coahuayote, cercana a
Tuxpan, a preguntar sobre el paradero de su hijo, pero sólo le tomaron datos y
le dijeron que ellos no lo habían detenido.
Inconforme con esa respuesta,
el domingo 28, junto con amigos y conocidos que se unieron a su causa, la mujer
encabezó una manifestación frente al campamento de los marinos para exigir la
presentación de su hijo, porque “elementos de ellos se los llevaron, hay
testigos”.
“Por fin me hicieron caso y
me permitieron el acceso, dialogamos y uno de los jefes dijo que no era la
instancia adonde yo tenía que ir, que ellos no están para levantar denuncias,
pero que me iban a apoyar con un helicóptero. También me permitieron entrar a
revisar las instalaciones a ver si tenían a mi hijo ahí. Entré junto con mi
hermano y buscamos por todos lados, pero nada”.
En relación con los
señalamientos de que fueron marinos quienes se llevaron al joven, el oficial
que atendió a Norma Karina lo negó con el argumento de que también hay
camionetas y uniformes clonados, o los delincuentes pueden ser desertores.
Cuando el lunes 29 fue citada
para subir al helicóptero y participar en la búsqueda, la mujer dudó. “Pensé:
‘¿y si me tiran por ahí?’ Ese era mi miedo. Hablaron conmigo y me dijeron que
no era cualquier cosa la ayuda que me estaban dando y lo que se movieron para
obtenerla. Entonces acepté. Fuimos a revisar lugares que por tierra se nos
hacía difícil bajar, anduvimos buscando, pero nada encontramos”.
Karina Flores señala que
también pidió apoyo en las instalaciones del 79 Batallón de Infantería en
Tecalitlán y que en algunos de los recorridos que ha realizado por esa
población preguntando a la gente por su hijo, algunas personas le han dicho que
sí pudo haber sido detenido por los marinos, porque la noche del domingo 21 sí
entraron al pueblo algunas patrullas y se fueron hasta la madrugada del lunes.
Desde la desaparición de
Ulises, familiares y vecinos realizan jornadas de búsqueda dos veces cada día:
a las nueve de la mañana y a las cuatro de la tarde, con el taller como punto
de reunión, adonde llegan voluntarios en motocicleta, bicicleta o a pie, y ahí
se organizan los grupos que se distribuyen en brechas, barrancas y ríos de la
región. También han tenido apoyo de las policías municipales de Tuxpan,
Tecalitlán y Zapotitlán, que han realizado operativos de búsqueda.
En medio de los esfuerzos por
encontrar al menor desaparecido, la familia estuvo a punto de ser extorsionada
por delincuentes, luego de recibir una llamada de un supuesto jefe del crimen
organizado, quien aseguró que tenía al muchacho y se los regresaría en el
momento que le entregaran diez mil pesos.
Sospecharon que se trataba de
una estafa y cortaron la llamada cuando el hombre modificó los planes y les
dijo que mejor le depositaran el dinero a través de una tienda Oxxo.
Norma Karina Flores, quien
además es madre de un joven de 18 años y una niña de cinco, comenta que en los
días previos a su desaparición Ulises estaba investigando los trámites que
tendría que hacer para solicitar su ingreso a la Armada de México.
“Pendejamente quería ser
marino, esos trámites andábamos investigando para que entrara, él estaba muy
entusiasmado. Si no podía ser marino deseaba ser militar, decía que quería
andar con ellos”, refiere.
Con ese propósito, el joven
buscaba la posibilidad de borrarse un tatuaje que tiene en el cuerpo, de una
cruz con su fecha de nacimiento en números romanos y una leyenda que dice:
“Dios les da las peores batallas a los mejores guerreros”.
La mujer asegura que su hijo
nunca había tenido problemas con nadie. “He ido a pedir ayuda a muchos lugares
y nada que encontramos a Uli. Él andaba en su moto para todos lados, tiene
muchos amigos, lo quiere mucha gente, no sabemos ni por qué se lo llevaron”.
Y dice estar viviendo los
peores días de su vida: “Es un dolor que no le deseo a nadie; es desesperante,
estresante, porque ya no sé dónde buscar. No hemos podido dormir, es muy
difícil, y mi hija está muy asustada. Ella saludaba a los marinos y ahorita ya
les tiene miedo. No la puedo dejar sola ni para ir al baño porque grita, así
está de espantada. Mi hijo el grande se hace el fuerte, pero sí le afecta
también, lo veo deprimido, triste. En ratos yo sí me caigo, pero me tengo que
levantar, porque si nos caemos, ¿quién lo va a buscar?”.
Hasta antes del caso de su
hijo, la mujer sólo había sabido de desapariciones de personas a través de las
noticias. “Jamás me imaginé que me iba a tocar ahora a mí. Yo no quería que me
tocara a mí”.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/PEDRO ZAMORA BRISEÑO/ 2
FEBRERO, 2018)
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