Históricamente a la izquierda mexicana
le ha ido bien cuando compite unida. En el 2006 estuvo a punto de ganar la
presidencia de México. Pero para el 2018, no se ven posibilidades de que el PRD
y Morena armen un solo bloque
La dificultad de que la izquierda se
enfoque a un mismo objetivo ha provocado que el PAN y el PRD piensen en
conformar una alianza
El nacimiento de la izquierda mexicana
no fue producto de un movimiento exclusivamente ciudadano de oposición al
régimen priista, sino del rompimiento de una corriente interior del PRI con sus
dirigentes
Por su diversidad de orígenes, el PRD no
se conformó como un partido con plena unidad de principios y de ideas, sino en
el que confluían diversas corrientes de pensamiento
El jefe de gobierno capitalino ha dicho
que puede no resultar electo como abanderado de un frente nacional de
izquierda, pero ayudaría a consolidar un plan de gobierno
Mancera sabe que la suma de
Morena a la construcción de ese proyecto sería determinante para tener serias
posibilidades de triunfo en las urnas, por lo que es posible que se convierta
en el artífice de un acercamiento con López Obrador.
A 20 años de que la izquierda
llegó a gobernar la Ciudad de México, surge una vez más un intento por
conformar un bloque de partidos progresistas para competir juntos en las
elecciones presidenciales del 2018.
Morena ya decidió ir en
alianza con el PT. El PRD, hasta el momento, está fuera de este acuerdo que
supondría prácticamente perfilarse para ganar la contienda presidencial.
En la pasada elección del
Estado de México, la suma de votos de Morena y PRD hubiera asegurado fácilmente
un triunfo en la contienda que finalmente ganó el priista Alfredo del Mazo.
¿Por qué es casi imposible
pensar que en el 2018 se podrá conformar un bloque de izquierdas para competir
por la Presidencia de la República, como pasó en 1988 con la figura de
Cuauhtémoc Cárdenas?
La dificultad de que la
izquierda enfoque sus energías a un mismo objetivo ha provocado que, una vez
más, el PAN y el PRD piensen ya en conformar una alianza rumbo a la elección
federal.
Este bloque opositor, sin
embargo, ha demostrado no tener gran eficacia a la hora de gobernar: dos
partidos diametralmente diferentes, con agendas y visiones del mundo distintas,
no pueden más que limitarse a la tarea de administrar un gobierno sin grandes cambios
al estado de cosas actual.
Aun así, no todo está perdido
para la izquierda mexicana. Dentro del PRD, la figura de un político
apartidista como Miguel Ángel Mancera podría convertirse en pieza clave de una
negociación con Andrés Manuel López Obrador.
Tejer acuerdos para conseguir
que los partidos de izquierda vayan juntos en el 2018 es ir contra la
estrategia que fue sembrada desde la más alta esfera del poder en México, que
al aplicar la máxima del Imperio Romano –“Divide y vencerás”- garantiza tener
muchas más posibilidades de afianzarse en el gobierno, nuevamente, el año
próximo.
HIPOTÉTICA COALICIÓN
Si en las últimas elecciones
federales en 2015 los partidos de izquierda hubieran conformado un bloque, en
este momento la hipotética coalición sería la segunda fuerza política nacional
y sería la segunda minoría en el Congreso de la Unión, apenas por debajo del
PRI y muy por encima del PAN.
¿Y EN 2017?
En la reciente elección para
renovar la gubernatura en el Estado de México una alianza entre los partidos de
izquierda se habría alzado con la victoria con casi el 50 por ciento de la
votación, muy por encima del candidato ganador, el priista Alfredo del Mazo al
que habrían superado por más de 900 mil votos.
¿UNA SOLA IZQUIERDA?
Ver y defender a la izquierda
mexicana como un bloque monolítico es un error que ha costado caro no solo a
los partidos de esa ideología, sino a sus liderazgos.
La falta de unidad de las
izquierdas proviene desde su mero origen; la diferencia de posturas han
impedido que se conforme una sola gran fuerza en el país.
El PRD, que sería la
principal fuerza de izquierda años después, nacería a finales de la década de
los 80 del seno del PRI.
Cuauhtémoc Cárdenas renunció
al PRI. Junto a él, otros miembros de la llamada Corriente Democrática del
tricolor, como Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, salieron para impulsar
la creación de un frente opositor.
La idea surgió del Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana, que nombró a Cárdenas su candidato presidencial.
A él se unieron el Partido Popular Socialista y el Partido Frente Cardenista de
Reconstrucción Nacional.
Fue así que se conformó el
Frente Democrático Nacional, que sería el antecedente del PRD. Se unieron
después otras fuerzas políticas de izquierda, aunque no todas.
A pesar de que el llamado fue
a crear un gran frente opositor al régimen priista, se mantuvieron como
candidatos de izquierda Rosario Ibarra de Piedra, por el Partido Revolucionario
de los Trabajadores, y Heberto Castillo Martínez, por el Partido Mexicano
Socialista.
Castillo declinó por Cárdenas
antes de la elección; Ibarra de Piedra se mantuvo en su candidatura.
Luego de la elección
presidencial, en que se declaró ganador al priista Carlos Salinas de Gortari,
no solo Ibarra de Piedra se unió a Cárdenas, sino también Manuel Clouthier,
quien era candidato presidencial del PAN.
Los años 90 fueron de
consolidación para el partido. Su más grande logro llegó en 1997, cuando
Cárdenas conquistó el primer gobierno electo del entonces Distrito Federal.
A partir de entonces, el
perredismo se encargó de consolidarse como la principal fuerza política de la
capital del país, logrando avances mínimos en otras partes del país.
El segundo mandatario
capitalino fue Andrés Manuel López Obrador, que entonces tomó relevancia en la
política nacional y cuyo cargo lo catapultó como la principal figura de la
izquierda mexicana.
La notoriedad de López
Obrador hizo que el partido decidiera apoyarlo para las elecciones
presidenciales del 2006, aunque Cárdenas había expresado su voluntad de repetir
como candidato.
Ese fue el primer rompimiento
de la consolidada izquierda en el centro del país, pues Cárdenas decidió no
acompañar a López Obrador durante su proceso de desafuero o en el conflicto
poselectoral del 2006. A partir de entonces, Cárdenas se alejó del partido,
aunque siguió siendo considerado su líder moral.
Luego del conflicto
poselectoral del 2006, los grupos internos del PRD se dividieron entre quienes
querían un acercamiento al Gobierno federal, encabezado por Felipe Calderón, y
quienes apoyaron a López Obrador.
Las diferencias llegaron a un
punto culminante en el 2008, cuando la elección interna para elegir al nuevo
presidente del partido, enfrentó a la corriente obradorista, representada por
Alejandro Encinas, a la de los llamados “Chuchos”, la corriente Nueva
Izquierda, comandada por Jesús Ortega.
(DOSSIER POLITICO/ REPORTE INDIGO/
2017-06-19)
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