La policía comunitaria Coni López Silva,
el profesor rural de Tlapa, Juan López y Mario Vergara, fundador de Los Otros
Desaparecidos de Iguala, conforman la tríada activista central del largometraje
Guerrero, rodado por Ludovic Bonleux, quien cierra así un ciclo de testimonios
fílmicos que comenzó hace una década con El crimen de Zacarías Barrientos y
continuó con Acuérdate de Acapulco hace cuatro años. “Son tres personajes
representativos de entre miles de guerrerenses luchando contra la impunidad”,
según define el documentalista galo radicado en México.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).-
Desde hace 15 años el cineasta Ludovic Bonleux investiga los derechos humanos
en Guerrero y le “aterra” que la mala situación en ese estado “no cambie, ¡más
bien empeora!”.
Empezó a estudiar los
problemas en aquella zona de México con el reportaje fotográfico La herencia de
los guerreros (2003); luego creó los largo-documentales El crimen de Zacarías
Barrientos (2008), Acuérdate de Acapulco (2013), y Guerrero (2017), el cual
recorre la República Mexicana con Ambulante Cine Documental Itinerante.
Según el realizador francés
radicado en México, con dicha cinta concluye su ciclo de exploración en la zona
guerrerense.
La película Guerrero muestra
a Coni López Silva, una policía comunitaria del Frente Unido para la Seguridad
y el Desarrollo del Estado de Guerrero (FUSDEG), quien se enfrenta a los grupos
delincuenciales en la región de Chilpancingo; así como a Mario Vergara, que
anda en busca de su hermano Tomás, secuestrado y desaparecido, pero tras perder
el miedo ya empezó a buscar en los alrededores de Iguala algún rastro de su
familiar.
Además, a Juan López, un
maestro rural de la montañosa Tlapa de Comonfort, luchando por la justicia en
el seno del sindicato Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en
Guerrero (CETEG) y de la organización política Movimiento Popular Guerrerense.
Tráiler "Guerrero" (Dir.
Ludovic Bonleux) from AMBULANTE on Vimeo.
Los tres son captados por la
lente en medio del caos generado por la desaparición forzosa de los 43
estudiantes y las elecciones del 2015. Ellos se cuestionan diariamente sus
límites personales al borde del sacrificio en Guerrero.
“Me enfoqué en la lucha de
estos activistas, pero también en sus dudas”, expresa en entrevista Ludovic
Bonleux, señalando que no quiso trabajar con líderes, aunque Mario “con el
tiempo se volvió famoso”. El fundador de Los Otros Desparecidos de Iguala es
igualmente miembro de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas
Desaparecidas. El director del documental de 115 minutos destaca que “el
cotidiano de los guerrerenses es tener amigos o familiares que asesinan o
desaparecen”.
Bonleux trabaja desde el 2002
como director, productor y fotógrafo en América Latina, Francia y México.
Después de estudiar historia en la universidad girondina de Burdeos, cursó
varios talleres de fotografía documental en Estados Unidos (Pasadena Art
Center), México (Centro de la Imagen) y cursó un master en cine documental en
la Universidad de París. Se ha especializado en documentales con archivos en la
FEMIS en la Ciudad Luz (Taller ARCHIDOC patrocinado por MEDIA y la Région
Aquitaine).
CONTRA EL MAL GOBIERNO
Coni, serena y con una
mochila en su espalda, revela en la cinta:
“Nunca quise luchar con armas
contra los narcos, contra el mal gobierno he querido luchar toda mi vida, ¡eso
sí!…”
A cuadro, Juan, con desánimo,
igual denuncia:
“A lo largo de los años, los
partidos políticos sólo han servido para dividir al pueblo.” Y prosigue su
relato en el filme:
“Como activistas somos una
amenaza para el Estado. En este país todo es peligroso. Andar en el activismo,
mucho más. A lo largo de la nación hay desaparecidos y asesinados que han sido
activistas; pero también si no hacemos nada es más peligroso, porque están
haciendo de las suyas.”
Al límite de la desesperanza,
Mario aún posee fuerza para buscar en las fosas a su hermano y ante la cámara,
expone que “en este país existe la palabra justicia, pero no se aplica”.
Denuncia que le tomó una foto con el celular a un agresor que lo amenazó, así:
“Dice el jefe que ya le pares o te vamos a chingar”, y que él le respondió:
“Dile a tu jefe que yo sólo busco a mi hermano, no busco a la gente que lo
hizo, y ni me interesa, ¡sólo quiero recuperar a mi hermano!”.
Bonleux recuerda cómo surgió
su documental Guerrero, producido por Bambú Audiovisual, Cadalpiotz, Romy
Tatiana Graullera y el Instituto Mexicano de Cinematografía:
“Antes quería filmar sobre el
activista Luis Olivares, asesinado en 2013; después pasó lo de Ayotzinapa, y
quise filmar todo ese ambiente, casi de levantamiento y de enojo que se veía en
Guerrero; de la gente que bloqueaba carreteras, ocupaba ayuntamientos,
edificios públicos, y entonces quise retratar aquellos momentos de dolor.
“A final de cuentas, el
personaje de Luis Olivares desapareció del documental y me quedé con los tres
activistas más que nada por razones de duración de la película. Son tres
personajes muy representativos de los cientos, de los miles de guerrerenses que
están luchando contra la impunidad.”
El realizador pretendió
abordar a alguien que fuera parte de las policías comunitarias “y le interesó
una mujer”. Escogió a un maestro rural, indica, porque los estudiantes de
Ayotzinapa iban a ser maestros rurales. Y optó captar la labor de alguien que
busca a los desaparecidos en Iguala, como Mario, “porque muchos perdieron el
miedo cuando los papás de los 43 empiezan a indagar sobre los cuerpos de sus
hijos desaparecidos”.
–¿Encontró enseguida a los
personajes?
–Fue complicado. Me acerqué a
esas organizaciones, al FUSDEG, al CETEG y Los Otros Desaparecidos de Iguala, y
resultó que empecé a filmar a Coni, Juan y Mario. Hubieran podido ser otros,
pero ellos respondían bien ante la cámara y tenían muchas cosas que decir.
Recuerda cómo halló a Coni,
en febrero del 2015:
“El FUSDEG que estaba en
otras zonas, por Tierra Colorada, llegó a Petaquillas y libera la ciudad de los
narcos. Petaquillas se encuentra muy cerca de Chilpancingo, por lo cual era muy
simbólico que una policía comunitaria estuviera a dos pasos de la capital del
estado, y también era muy peligroso para las autoridades que estuviera tan
cerca de una gran ciudad.
“Fui a Petaquilla en marzo de
ese año. Empecé a preguntar si podía filmar y conservaba en mente grabar a
alguien como Nestora Salgado García, con el uniforme, las armas… pero en ese
entonces no aceptaban que las mujeres cargaran armas… Allí conocí a Coni, quien
posee una larga historia, una larga experiencia y mucho sentido crítico con
respecto a las luchas. Su papá fue fotógrafo y tomó imágenes de la masacre de
1960, cuando el ejército disparó a la multitud en Chilpancingo. Gracias a ella
podemos entender todo el largo pasado de represión y de lucha en Guerrero.”
Durante la masacre de 1960,
el papá de Coni fue herido por un soldado, al percatarse de que estaba tomando
fotos.
“Ella empezó a colaborar con
la policía porque veía algo más. Aspiró a que esa policía no fuera únicamente
una lucha armada contra delincuentes, sino más, algo de desarrollo social”,
platica Bonleux, quien escribió el guión con Pedro García.
UN PUEBLO HEROICO
En la cinta se observa que en
Tlapa, Guerrero, maestros y activistas toman el ayuntamiento. Ahí la cámara
capta una gran manta con el retrato de Benito Juárez, en la que se lee:
Malditos aquellos que con sus
palabras protegen al pueblo y con sus hechos lo traicionan.
En otra escena, se advierte
que en Iguala, familiares de los cientos de desaparecidos organizan la búsqueda
de sus seres queridos. Mario abraza a un niño que va con ellos, y le comunica:
“Serás el próximo buscador de fosas”.
Así, llegan a un hueco donde
se encontraron 30 cuerpos quemados. Explican que encontraron dicha fosa y fue
la Procuraduría General de la Republica (PGR) a levantar restos; la gente
regresó después y demuestran que esa institución “no hizo bien su trabajo”,
porque no se llevaron todos los huesos. Enseguida, empiezan a recogerlos en una
bolsa.
“Aquí fue la primera vez que
lloré. Aquí se huele el dolor, el odio, la impotencia”, declara Mario con
tristeza. Él y su familia narran que el carro de su hermano estaba en marcha y
con la puerta abierta. La negociación para que lo liberaran duró dos meses. Les
ponían en el teléfono una grabación de su hermano pidiendo que pagaran su
rescate.
Hasta ahora, nada saben de
él. Bonleux, afligido, relata a Proceso:
“Cuando iba con ellos no
sabía que íbamos a encontrar huesos. La PGR mandó peritos al lugar y supuestamente
se habían llevado todos los restos para analizarlos. Resulta que cuando
regresamos, se hallaron huesos mezclados. ¡No entiendo por qué lo hicieron!
Parece que fue a propósito para que no se puedan realizar las pruebas de ADN y
no se sepa de quiénes son los cuerpos. Eso se quedó en la edición porque es muy
importante que la gente vea que hay fosas clandestinas alrededor de Iguala,
como en Coahuila, Veracruz, Tamaulipas, y bueno, ¡en un montón de lugares del
país! Además, es muy importante mostrar que la autoridad no hizo su trabajo.”
El documentalista se refiere
a Juan como un maestro que destaca porque decidió no callar, y lo define:
“Para él, la democracia no es
sólo elegir a alguien, poner el voto en una urna, sino que debe haber asambleas
populares al modo de las comunidades indígenas. Él es así.”
Sorprende cuando Juan le
platica al director del documental:
“El que protesta y defiende
sus derechos es un delincuente. Ya me andan buscando.”
En el largometraje, aparece
el enfrentamiento de la comunidad de Tlapa con los policías, por lo que se le
pregunta a Bonleux qué pensaba en ese momento al grabar todo, y explica con
serenidad:
“Hubo momentos complicados,
pero uno está ahí para filmar. Ernesto Pardo, fotógrafo del documental, dijo:
‘No hay que parar la cámara’. Uno debe filmar hasta que le pase a uno algo, o
no… Pero fue muy duro cuando mataron a Toño (un activista y licenciado en
Derechos Indígenas, quien sale varias veces en el documental).
“El peor problema es que no
hubo investigación respecto a su asesinato. Hasta el día de hoy sigue impune su
fallecimiento. Por desgracia no fue el único que murió durante el rodaje.
Varias personas que conocí cuando empecé el rodaje, murieron”, lamenta Bonleux,
quien también rodó un corto que se agregó a Ayotzinapa26 (2016), largo
colectivo de Amnistía Internacional.
“En Guerrero existe una
suerte de herencia del sacrificio, y es que entre los luchadores sociales la
única manera de seguir combatiendo es de generación en generación.”
–¿Cómo es que hay mártires
sacrificándose por la causa y nada se resuelve? Ello se refleja en la película…
–No lo sé, no puedo juzgar si
sirve de algo o no, tengo mis dudas; pero también hay personas muy dignas, y
esto igual lo quise retratar, que son valientes sin sacrificarse. Que la
situación no cambie por supuesto que es aterrorizante, porque hasta empeora.
“Si regresamos a los años
setenta, el pueblo de Guerrero vivía en la pobreza y quizá los perseguidos eran
los militantes, ahorita todos pueden desaparecer, porque los secuestran y
después desaparecen a sus familiares. No se necesita ser un activista para que
no lo desaparezcan, ahora a cualquier persona la desaparecen.
“Se está empeorando la
situación en Guerrero y el Estado no hace nada, y lo vemos con el caso de los
43 que no hay ningún avance. Es muy preocupante porque además hay gente muy
brava en Guerrero que no se deja.”
Tardó un par de años y tres
meses en terminar Guerrero, que con Ambulante se proyectará en Coahuila (del 4
al 11 de mayo), en Querétaro (del 11 al 18 de mayo) y luego en Veracruz, donde
aún no hay fechas (consultar la cartelera de Cinépolis para ver dónde se exhibe
el documental). El cineasta informa que en breve lo presentarán en todo el país,
con debates. Remata:
“En el documental no hay una
moraleja. Tampoco es como una apología de la lucha de los activistas, porque
hay un sentido crítico.”
En tanto, los tres
personajes, por separado, continúan en la lucha.
Este texto se publicó en la edición 2114
de la revista Proceso del 7 de mayo de 2017.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ COLUMBA VÉRTIZ DE LA FUENTE/ 14 MAYO, 2017)
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