La Constitución de México no prevé una
segunda vuelta presidencial, y los estrategas del PRI, a pesar del “mal humor
socia”, calculan que pueden mantener el poder en 2018 con sólo 30% de los votos
o incluso menos, plantea un texto publicado por The Economist. Los resultados
de las recientes elecciones para Gobernador, añade, deben sacudir a los mexicanos
de su complacencia.
El líder nacional priista, Manlio Fabio
Beltrones, reconoció la derrota de su partido en las elecciones del pasado 5 de
junio. Aun así, dice la revista The Economist, el PRI podría conservar el poder
en 2018. Foto: PRI
Ciudad de México, 11 de junio
(SinEmbargo).– El 5 de junio pasado, los votantes de 12 estados de la República
inesperadamente le dieron al Partido Revolucionario Institucional (PRI) del
Presidente Enrique Peña Nieto “una buena patada”, afirma The Economist. En las
elecciones para gobernadores, el PRI perdió siete estados ante el Partido
Acción Nacional (PAN). En cuatro de esos estados, el PRI no había perdido el
poder nunca antes.
“Después de 86 años en el que
ha gobernado Veracruz, le ganamos al PRI”, exclamó Miguel Ángel Yunes, el
candidato del PAN y ganador en esa entidad. “Así es como se supone que debe
funcionar la democracia: los votantes enojados deben lanzar los vagos hacia
fuera”, plantea en su nueva edición la influyente revista británica.
Para México, esto [“lanzar a
los vagos hacia fuera”] es todavía una novedad, destaca la publicación, pues
fue apenas en 2000 que siete décadas de gobierno de un solo partido [el PRI]
finalmente terminaron cuando Vicente Fox Quesada, del PAN ganó la Presidencia.
Sin embargo, expone en un
texto titulado “El blues de México”, la esperanza que la victoria de Fox
Quesada planteó hacia una transformación profunda y duradera “dio paso a la
desilusión” y hoy el sistema está fragmentado, lo que conviene al priismo que,
a pesar del “mal humor social” en México estima conservar el poder en 2018 con
30% de los votos en el padrón electoral o incluso menos.
Al unísono, según The
Economist “en forma sorprendente”, varios de los principales pensadores del
país se lamentaron recientemente por el estado de la democracia mexicana. Y los
cita:
“La diosa que iba a curar
todos los males, dio a luz a una criatura irreconocible, que hoy causa rechazo
y desconfianza entre la mayoría de los mexicanos”, escribió Héctor Aguilar
Camín, historiador y novelista, en un ensayo en la revista Nexos. En Letras
Libres, Enrique Krauze, también historiador, expuso en un tono similar: “Muchos
de nosotros pensamos que la democracia… traería una era de paz, prosperidad y
justicia. Eso era ingenuo”.
Este pesimismo intelectual
contiene también un reconocimiento de que muchas cosas en México no van tan
mal, afirma la publicación.
La economía es sólida, aunque
no estelar. Una docena de los 32 estados del país, principalmente en el norte,
están creciendo a tasas asiáticas. El consumo se ha expandido de manera
constante, al igual que la vivienda en propiedad, y una economía abierta ha
traído a los mexicanos productos baratos y mejores, como lo señala el
politólogo Luis Rubio. Estas mejoras están siendo impulsadas por las reformas
estructurales de la energía, el mercado de trabajo, la educación, la banca y
las telecomunicaciones, lanzadas por Peña Nieto, dice el texto.
“Pero tales logros son
anulados en la mente del público por dos fallas ligadas: la delincuencia y la
corrupción. El señor Peña en un primer momento restó importancia a la lucha
contra el crimen organizado, pero la tasa de homicidios está aumentando de
nuevo y la extorsión es una miseria cotidiana. De acuerdo con Latinobarómetro,
en una encuesta en toda la región, en 2015 el 57% de los encuestados mexicanos
dijo que ellos o un pariente habían sido víctima de un delito en el último año,
en comparación con el 44% de la región en su conjunto. El crimen queda impune rutinariamente:
sólo una cuarta parte de los asesinatos se resuelven”.
La corrupción es igual en
todas partes. Su precio es de México equivale al 10% del Producto Interno Bruto
(PIB), según un estudio realizado por un grupo de expertos del Instituto Mexicano
para la Competitividad (IMCO). De 2000 a 2013, 41 gobernadores estados estaban
implicados en casos de corrupción y sólo dos han sido encarcelados.
“En un horror producido por
la permanencia de este shock, el crimen y la corrupción se reunieron en 2014 en
el asesinato de 43 estudiantes de pedagogía en el estado de Guerrero a manos de
la policía local, políticos y traficantes de drogas”, destaca.
“Se ha convertido en un lugar
común decir que en México la democracia no trajo el Estado de Derecho. Pero, ¿por
qué no lo hizo? La respuesta se encuentra en un sistema político en gran parte
sin reformar. Bajo el gobierno de un solo partido [el PRI], la base del poder
era de arriba abajo, en una presidencia imperial. En lugar de un rediseño
sistemático, la victoria de Fox trajo la fragmentación y decadencia
institucional. Desde 2000 ningún Presidente ha tenido una mayoría en el
Congreso. Aguilar señala que la energía y la cantidad de dinero federal han
pasado a los gobernadores de los estados, sin supervisión. El costo de la
política se ha disparado, añade: las oficinas se subastan al mejor postor, se
pagan por el desvío de dinero público y sobornos a los contratistas y
desarrolladores, y al crimen organizado. Liberado de la tutela de la
presidencia, muchos gobiernos locales no pueden luchar contra el crimen,
escribe Krauze”.
Los mexicanos están hartos de
la delincuencia y la corrupción, plantea la revista especializada, y justo o no
culpan de esto al “impopular Sr. Peña”. Él mismo reconoció recientemente que la
sociedad está de “mal humor”.
“Sin embargo, la Constitución
de México no prevé una segunda vuelta presidencial, y los estrategas del PRI
calculan que pueden mantener el poder en 2018 con sólo 30% de los votos o
incluso menos”, explica el texto, no obstante el malestar de la gente.
Los resultados de las
recientes elecciones para Gobernador, añade The Economist, deben sacudir a los
mexicanos de su complacencia.
“Algunos creen que la
alternancia política a nivel estatal es la clave del progreso. Otros argumentan
que el país necesita una reforma política más profunda”, expone.
Pero como mínimo, dice, esto
debe incluir una nueva estrategia, con una policía federal más fuerte y más
control sobre los fondos públicos; verdadera autonomía y mayor responsabilidad
de los fiscales y los tribunales, así como medidas para reducir el costo de la
política.
“Un sistema político
fragmentado necesita un mecanismo para producir una mayoría, como sucede con la
segunda vuelta. El problema es que en las democracias es más fácil lanzar a los
vagos hacia fuera que idear formas de detener la caída y mantenerse en el
primer lugar”, concluye la revista británica.
(SIN EMBARGO.MX/ REDACCIÓN / JUNIO 11,
2016 - 7:01 PM)
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