Son varios entre los
poderosos, que esperan una noche de cuchillos largos tras la derrota del PRI en
las elecciones del domingo. ¿El presidente del partido, Manlio Fabio Beltrones?
¿La secretaria de Desarrollo Urbano, Rosario Robles, y de Educación, Aurelio
Nuño, responsables de la desastrosa operación en la Ciudad de México?
Los cañones no parecen
apuntar contra quien la debe, sino contra quien la pague. Es obvio: si se
buscara responsables, tendrían que ver en otra dirección. Las candidaturas
priistas fueron procesadas y aprobadas personalmente por el presidente Enrique
Peña Nieto. Así que quien tenga algo que reclamar, en Los Pinos está la
ventanilla de quejas.
Las derrotas del PRI en siete
gubernaturas están asociadas con el estilo personal de Peña Nieto, donde las
subjetividades dominaron la racionalidad. Irónicamente es algo que no sucedió
en el Estado de México, donde el pragmatismo y la cabeza fría para diagnosticar
con quién podía ganar efectivamente una elección, lo inclinó por Eruviel Ávila
como su sucesor en la Gubernatura. Pero, como se ha dicho reiteradamente en
este espacio, el Peña Nieto de Toluca no es el mismo que habita en Los Pinos.
Las decisiones de las
candidaturas fueron tomadas por el Presidente con múltiples criterios. El
gobernador César Duarte, protegido del coordinador de los senadores priistas,
Emilio Gamboa, uno de los asesores políticos “habitués” del Presidente, le dijo
a Peña Nieto que él le garantizaba la victoria con cualquier candidato. El
Presidente le permitió seleccionar a Enrique Serrano, expresidente municipal de
Ciudad Juárez, débil y mediocre, que no conectó con los electores. El resultado
fue la victoria del panista Javier Corral, quien le sacó casi nueve puntos de
ventaja.
En Tamaulipas, en cambio, no
le permitió escoger candidato al gobernador Egidio Torre Cantú, a quien le
impusieron a Baltazar Hinojosa, que era presidente de la Comisión de
Presupuesto en la Cámara de Diputados. No era a quien él quería como sucesor,
pero trabajó a favor de su candidatura y le proporcionó operadores políticos
para ello. El problema de Hinojosa, de acuerdo con funcionarios del PRI, es que
nunca trabajó. “Fue un candidato holgazán”, dijo uno de ellos. Pensaba que el
respaldo del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, era suficiente.
El Presidente se equivocó
ahí, como erró notablemente en Quintana Roo. El gobernador Roberto Borge se
empeñó en forzar la candidatura del PRI para el diputado José Luis “Chanito”
Toledo, lo que propició un enfrentamiento con quien hace seis años, por petición
de Peña Nieto desde la Gubernatura del Estado de México, le pidió que
declinara, y que a la siguiente sería de él. Carlos Joaquín González aceptó a
cambio de una senaduría, que también le negaron para entregársela al
exgobernador Félix González.
La candidatura para la
Gubernatura la sentía suya por derecho, pero Borge no sólo se la quitó sino lo
hostigó. “Chanito” no era, sin embargo, la opción, por lo que Beltrones le
sugirió repensar a Joaquín González. Sin capacidad de maniobra, pero ante la crisis
provocada por la imposición frustrada de “Chanito”, Peña Nieto aprobó la
propuesta de Emilio González, el llamado “Niño Verde”, y jefe político del
Partido Verde, quien sugirió a Mauricio Góngora. La historia ya se escribió:
Joaquín González lo aplastó por 10 puntos.
Veracruz es el caso que será
paradigmático. Cuando se comenzaron a barajar aspirantes, el gobernador Javier
Duarte quiso que el exalcalde de Tuxpan, Alberto Silva, fuera su sucesor. No se
lo permitieron y buscaron opciones entre los senadores. Uno de los aspirantes
condicionó la candidatura a que metieran en la cárcel al Gobernador por
presuntos actos de corrupción, pero el Presidente decidió en diciembre pasado
que eso no sucedería.
El candidato de compromiso
fue otro senador, Héctor Yunes, quien cayó por 14 puntos ante su primo, el
panista Miguel Ángel Yunes. En Durango, el gobernador Jorge Herrera, uno de los
mandatarios más cercanos a Peña Nieto, no tuvo dificultad alguna para conseguir
que su delfín, Esteban Villegas, fuera el abanderado priista. La imposición del
secretario de Salud provocó divisiones en el PRI y la derrota, la más
sorprendente de todas, a manos del panista José Rosas Aispuro.
En Aguascalientes, la orden
al PRI fue que postulara a Lorena Martínez, quien era la procuradora federal
del Consumidor, y a quien el subsecretario de Gobernación, Roberto Campa, había
impulsado desde el principio del gobierno tras haberle copiado el modelo de
prevención delincuencial que aplicó con éxito cuando fue alcaldesa de
Aguascalientes. La decisión provocó un enfrentamiento con el Gobernador, Carlos
Lozano, con lo cual cayó ante el panista Martín Orozco en una contienda que
quizás termine en tribunales.
En Puebla, Blanca Alcalá, una
candidata que nunca quiso serlo para un periodo de 18 meses, fue otra decisión
tomada en Los Pinos. Alcalá, como Hinojosa y Góngora, no trabajó. Le delegó la
campaña a su yerno y, al igual que el tamaulipeco, nunca se quiso pelear con su
oponente. Se desvaneció en las urnas, apaleada por el panista Antonio Gali.
Siete gubernaturas perdió el
PRI; siete gubernaturas que dejó caer Peña Nieto con decisiones discrecionales
y equivocadas. Beltrones se refirió este lunes a que los electores habían
mandado un mensaje al PRI y al Gobierno que los debería hacer reflexionar para
cambiar. Quizás quien más introspección analítica y autocrítica tiene que hacer
es el Presidente, autor intelectual inopinado, de lo que le sucedió al partido
en el poder este domingo.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL”
DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 09 DE JUNIO 2016)
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